/ viernes 18 de marzo de 2022

Control Mental

Por Mario Góngora H.

Si controlamos nuestros pensamientos, controlamos nuestra vida, sobre todo cuando se trata de nuestros hábitos o cuando consideramos nuestros valores.

Todo mundo hacemos lo que pensamos y más aún, cuando somos obsesivos respecto a un pensamiento en particular. Si pensamos en tal o cual enfermedad o achaque, a mayor énfasis, mayor el dolor o la incomodidad. Entre más pensamos en tomar una copa, más tendremos que hacerlo. Lo único que puede evitar esto, es simplemente, pensar en otra cosa. Para reemplazar un mal hábito lo único que tenemos que hacer es reemplazarlo por uno nuevo y positivo y repetirlo un mes (21 días). Para generar un hábito nuevo por fuerza tenemos que iniciarlo y tan fácil es pensar positivamente como a veces lo hacemos negativamente.

La esperanza del ser humano se encuentra no en cambiar su naturaleza, que poco a cambiado en los últimos miles de años, sino en conseguir las herramientas para gradualmente conseguir un dominio de nuestras emociones. Esto lo podemos lograr pobres y ricos, jóvenes o viejos.

Si bien la herencia juega un importante papel en la predisposición a ciertos vicios, también es cierto que el ser humano es el único ser viviente que se puede sobreponer a su misma programación genética, por lo tanto, la excusa de echarle la culpa a los demás de todo lo que nos sucede no cabe aquí. Los aprendizajes a través de nuestros errores son sólo nuestros.

Un hombre podrá ser tan bueno como se esfuerce en hacerse a sí mismo, pero absolutamente nadie es bueno o malo porque así lo fue su abuelo. Si bien, el ambiente, el entorno o el medio en que nos desarrollamos tiene más influencia en nosotros que la misma herencia genética, todavía más importante viene siendo nuestra actitud hacia lo que nos rodea o nos sucede.

Mejor muestra de hombría no hay, que aquel que teniendo un mal hábito, se esfuerza en salir de él lo más pronto posible. En conciencia, ¿cuántos lo hacemos? Para adquirir sabiduría, no hay como tener o haber tenido un buen sufrimiento en la vida. El sufrimiento, las debilidades, los errores, normalmente se pueden convertir en impresionante fuerza interna independientemente de la época o la edad que tengamos. Es importante saber con precisión quiénes somos y a dónde vamos.

A estas alturas queda claro que al fin de cuentas no sabemos educar a nuestros hijos. Ni mucho menos las mejores escuelas son capaces. Serán ellos mismos, los hijos, como lo fuimos nosotros, los que encuentren las ventajas de la honestidad, el trabajo, la tenacidad, el empeño, la rectitud y la obediencia a las reglas.

El control de nuestra vida se inicia con la consideración hacia los demás, la sinceridad, el desapego. En pocas palabras, con el olvidarse un poco de uno mismo.


Por Mario Góngora H.

Si controlamos nuestros pensamientos, controlamos nuestra vida, sobre todo cuando se trata de nuestros hábitos o cuando consideramos nuestros valores.

Todo mundo hacemos lo que pensamos y más aún, cuando somos obsesivos respecto a un pensamiento en particular. Si pensamos en tal o cual enfermedad o achaque, a mayor énfasis, mayor el dolor o la incomodidad. Entre más pensamos en tomar una copa, más tendremos que hacerlo. Lo único que puede evitar esto, es simplemente, pensar en otra cosa. Para reemplazar un mal hábito lo único que tenemos que hacer es reemplazarlo por uno nuevo y positivo y repetirlo un mes (21 días). Para generar un hábito nuevo por fuerza tenemos que iniciarlo y tan fácil es pensar positivamente como a veces lo hacemos negativamente.

La esperanza del ser humano se encuentra no en cambiar su naturaleza, que poco a cambiado en los últimos miles de años, sino en conseguir las herramientas para gradualmente conseguir un dominio de nuestras emociones. Esto lo podemos lograr pobres y ricos, jóvenes o viejos.

Si bien la herencia juega un importante papel en la predisposición a ciertos vicios, también es cierto que el ser humano es el único ser viviente que se puede sobreponer a su misma programación genética, por lo tanto, la excusa de echarle la culpa a los demás de todo lo que nos sucede no cabe aquí. Los aprendizajes a través de nuestros errores son sólo nuestros.

Un hombre podrá ser tan bueno como se esfuerce en hacerse a sí mismo, pero absolutamente nadie es bueno o malo porque así lo fue su abuelo. Si bien, el ambiente, el entorno o el medio en que nos desarrollamos tiene más influencia en nosotros que la misma herencia genética, todavía más importante viene siendo nuestra actitud hacia lo que nos rodea o nos sucede.

Mejor muestra de hombría no hay, que aquel que teniendo un mal hábito, se esfuerza en salir de él lo más pronto posible. En conciencia, ¿cuántos lo hacemos? Para adquirir sabiduría, no hay como tener o haber tenido un buen sufrimiento en la vida. El sufrimiento, las debilidades, los errores, normalmente se pueden convertir en impresionante fuerza interna independientemente de la época o la edad que tengamos. Es importante saber con precisión quiénes somos y a dónde vamos.

A estas alturas queda claro que al fin de cuentas no sabemos educar a nuestros hijos. Ni mucho menos las mejores escuelas son capaces. Serán ellos mismos, los hijos, como lo fuimos nosotros, los que encuentren las ventajas de la honestidad, el trabajo, la tenacidad, el empeño, la rectitud y la obediencia a las reglas.

El control de nuestra vida se inicia con la consideración hacia los demás, la sinceridad, el desapego. En pocas palabras, con el olvidarse un poco de uno mismo.