/ lunes 19 de febrero de 2024

Crisis hídrica en México

Ya durante algunos años hemos venido reiteradamente escuchando que nos aproximamos aceleradamente a una crisis por la escasez de agua, particularmente en las regiones centro y norte de México. Desafortunadamente este 2024 parece ser el año en el ahora sí, las advertencias de investigadores y especialistas en el tema hídrico, en torno a la contaminación, gestión, regulación y mantenimiento de la infraestructura hidráulica parecen cumplirse, con la serie de problemas de diversa índole que pueden generarse en cascada. Las reducciones en el fluido, derivadas de las afectaciones del sistema Cutzamala, han sembrado la voz de alerta en la CDMX y resto de la zona metropolitana.

El contexto global en que se enmarca la crisis del agua es sin duda determinante, con el incremento de la temperatura a causa del cambio climático, que causa estragos en todo el mundo; pero particularmente en países como el nuestro que padece desde hace tiempo las consecuencias de los incrementos de la temperatura y de las sequías.

De conformidad con nuestra Constitución Política, el acceso al agua es un derecho humano y le corresponde a la Nación el dominio de las aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, según el artículo 27 constitucional.

Para darnos una idea general de la gravedad del problema que enfrentamos como Nación ante la escasez del vital líquido, sólo consideremos que, en la última década, la disponibilidad anual por habitante en México pasó de 10 mil m3 promedio en 1960, a 4 mil m3 en 2000 y 3.2 mil m3 en 2020. Lo anterior, según un estudio elaborado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).

Cuando pensamos en el problema del agua general y acuciosamente lo advertimos cuando abrimos la llave en nuestros hogares para aquellas actividades esenciales que todos necesitamos satisfacer. Sin embargo, el problema del agua es mucho más amplio y complejo, dado que la mayor parte de la que consumimos se hace de manera indirecta, como, por ejemplo, a través de los productos y servicios de los que disponemos diariamente y cuya fabricación es imposible sin el uso de la misma, o de los alimentos que llevamos a nuestra mesa.

Es por esto último que se formuló el concepto de “agua virtual”, que es aquella cantidad de líquido que se emplea para elaborar un producto o prestar un servicio.

Otro concepto importante es el de Huella Hídrica (HH), creado en 2002, con el propósito de contar con un indicador del volumen de agua utilizado para producir un artículo, así como su origen; es decir, si es agua de lluvia (HH verde), agua superficial y subterránea (HH azul) o la empleada para asimilar la carga contaminante en cuerpos receptores (HH gris). Así, la HH calcula no solamente el volumen de agua utilizado de manera directa e indirecta, sino también qué tipo de agua se empleó.

Según diversas fuentes, se estima que el agua de consumo doméstico utilizada en nuestros hogares representa tan solo el 4% de la que en realidad empleamos, pues el 96% restante fue utilizada para producir o fabricar los productos y servicios que demandamos.

Con estimaciones también del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, se da cuenta que la mayor parte del uso del agua está relacionada con productos agropecuarios (92%) y el resto para uso industrial y consumo doméstico. Tan solo para producir 1 kg de carne de res se calcula que es necesario el uso de 15,500 litros de agua.

Este tipo de datos deben llamarnos a evaluar nuestros hábitos de consumo y adaptarlos a prácticas más sustentables y respetuosas de los recursos naturales. A la urgente promoción del reciclado y de la economía circular.

Simultáneamente es necesario que autoridades de los tres órdenes de gobierno junto con el sector privado y la academia sumemos esfuerzos para hacer una mejor gestión del agua en México, desde una visión integral que incluya políticas públicas no solo hídricas, sino también ambientales, comerciales y agrícolas.

Es sin duda uno de esos grandes temas en la agenda que estamos obligados a depolitizar y apegarnos más a criterios técnicos para el beneficio de todos.

Ya durante algunos años hemos venido reiteradamente escuchando que nos aproximamos aceleradamente a una crisis por la escasez de agua, particularmente en las regiones centro y norte de México. Desafortunadamente este 2024 parece ser el año en el ahora sí, las advertencias de investigadores y especialistas en el tema hídrico, en torno a la contaminación, gestión, regulación y mantenimiento de la infraestructura hidráulica parecen cumplirse, con la serie de problemas de diversa índole que pueden generarse en cascada. Las reducciones en el fluido, derivadas de las afectaciones del sistema Cutzamala, han sembrado la voz de alerta en la CDMX y resto de la zona metropolitana.

El contexto global en que se enmarca la crisis del agua es sin duda determinante, con el incremento de la temperatura a causa del cambio climático, que causa estragos en todo el mundo; pero particularmente en países como el nuestro que padece desde hace tiempo las consecuencias de los incrementos de la temperatura y de las sequías.

De conformidad con nuestra Constitución Política, el acceso al agua es un derecho humano y le corresponde a la Nación el dominio de las aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, según el artículo 27 constitucional.

Para darnos una idea general de la gravedad del problema que enfrentamos como Nación ante la escasez del vital líquido, sólo consideremos que, en la última década, la disponibilidad anual por habitante en México pasó de 10 mil m3 promedio en 1960, a 4 mil m3 en 2000 y 3.2 mil m3 en 2020. Lo anterior, según un estudio elaborado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).

Cuando pensamos en el problema del agua general y acuciosamente lo advertimos cuando abrimos la llave en nuestros hogares para aquellas actividades esenciales que todos necesitamos satisfacer. Sin embargo, el problema del agua es mucho más amplio y complejo, dado que la mayor parte de la que consumimos se hace de manera indirecta, como, por ejemplo, a través de los productos y servicios de los que disponemos diariamente y cuya fabricación es imposible sin el uso de la misma, o de los alimentos que llevamos a nuestra mesa.

Es por esto último que se formuló el concepto de “agua virtual”, que es aquella cantidad de líquido que se emplea para elaborar un producto o prestar un servicio.

Otro concepto importante es el de Huella Hídrica (HH), creado en 2002, con el propósito de contar con un indicador del volumen de agua utilizado para producir un artículo, así como su origen; es decir, si es agua de lluvia (HH verde), agua superficial y subterránea (HH azul) o la empleada para asimilar la carga contaminante en cuerpos receptores (HH gris). Así, la HH calcula no solamente el volumen de agua utilizado de manera directa e indirecta, sino también qué tipo de agua se empleó.

Según diversas fuentes, se estima que el agua de consumo doméstico utilizada en nuestros hogares representa tan solo el 4% de la que en realidad empleamos, pues el 96% restante fue utilizada para producir o fabricar los productos y servicios que demandamos.

Con estimaciones también del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, se da cuenta que la mayor parte del uso del agua está relacionada con productos agropecuarios (92%) y el resto para uso industrial y consumo doméstico. Tan solo para producir 1 kg de carne de res se calcula que es necesario el uso de 15,500 litros de agua.

Este tipo de datos deben llamarnos a evaluar nuestros hábitos de consumo y adaptarlos a prácticas más sustentables y respetuosas de los recursos naturales. A la urgente promoción del reciclado y de la economía circular.

Simultáneamente es necesario que autoridades de los tres órdenes de gobierno junto con el sector privado y la academia sumemos esfuerzos para hacer una mejor gestión del agua en México, desde una visión integral que incluya políticas públicas no solo hídricas, sino también ambientales, comerciales y agrícolas.

Es sin duda uno de esos grandes temas en la agenda que estamos obligados a depolitizar y apegarnos más a criterios técnicos para el beneficio de todos.