/ sábado 18 de mayo de 2019

¿Cuánto valemos?


“El pueblo más grande y valioso, será el que trabaje más, y el más patriota será aquel en donde haya mayores virtudes cívicas”


Lo que vale el país no depende de “qué tan buenos y sabios” se les diga a sus ciudadanos que son, sino de lo que cada persona valga de acuerdo a su productividad, contrario a la voracidad de cada uno de los parásitos actualmente en el poder. No somos ni más ricos ni más felices si esperamos vivir de lo que una persona decida darnos para que lo conservemos o mantengamos en el poder.

Para que todos los recursos naturales que tenemos tengan algún valor, hay que sumarles el elemento humano, que es lo que les da valor. El solo ver un vaso con agua no nos quita la sed. De nada sirven las tierras, por ejemplo, quitándoselas a unos que no las trabajan, para dárselas a otros que tampoco las trabajan. Se necesita el anhelo del trabajo y del progreso para que hagan trabajar a un pueblo.

El desear poseer más cosas no constituye una demanda de ellas, a menos que traiga el esfuerzo correspondiente para adquirirlas y que ese esfuerzo se vuelva productivo. Pronto López, nuestro “iluminado mesías y profeta”, tendrá que darse cuenta que las naciones, como los individuos, fracasan o alcanzan el éxito según se conducen.

El nacionalismo “republicano” no consiste en engañar con la idea de que somos sabios y buenos, más valientes y conocedores que todos los demás; que somos más ricos, más capaces, más cultos, más justos. Consiste en hacer que en nuestro país impere el trabajo, el orden y la justicia, ausentes en el presente, porque el gobierno así lo ha decidido por así convenirle más.

Ignorantes, perezosos y atenidos, porque así le conviene al gobierno, no es nada extraño y estemos empezando por donde no debemos empezar. No es raro que muchos busquen una curul, puestos u otras actividades políticas, en lugar de una ocupación industrial, científica o comercial. Hay mucha más dignidad, satisfacción y felicidad en un trabajo productivo que en formarse en la fila para cobrar por aquello que no hicimos. Existe un enorme campo para desarrollarnos. Cuando reconozcamos la fuerza que hay dentro de nosotros mismos, nuestras posibilidades serán ilimitadas.

Ninguna nación grande es un accidente ni producto de la casualidad, ni de dádivas, ni de becas ni de apoyos de quienes sí quieren, pueden y deben trabajar. Es el resultado del esfuerzo y de la eficiencia de sus hijos.



“El pueblo más grande y valioso, será el que trabaje más, y el más patriota será aquel en donde haya mayores virtudes cívicas”


Lo que vale el país no depende de “qué tan buenos y sabios” se les diga a sus ciudadanos que son, sino de lo que cada persona valga de acuerdo a su productividad, contrario a la voracidad de cada uno de los parásitos actualmente en el poder. No somos ni más ricos ni más felices si esperamos vivir de lo que una persona decida darnos para que lo conservemos o mantengamos en el poder.

Para que todos los recursos naturales que tenemos tengan algún valor, hay que sumarles el elemento humano, que es lo que les da valor. El solo ver un vaso con agua no nos quita la sed. De nada sirven las tierras, por ejemplo, quitándoselas a unos que no las trabajan, para dárselas a otros que tampoco las trabajan. Se necesita el anhelo del trabajo y del progreso para que hagan trabajar a un pueblo.

El desear poseer más cosas no constituye una demanda de ellas, a menos que traiga el esfuerzo correspondiente para adquirirlas y que ese esfuerzo se vuelva productivo. Pronto López, nuestro “iluminado mesías y profeta”, tendrá que darse cuenta que las naciones, como los individuos, fracasan o alcanzan el éxito según se conducen.

El nacionalismo “republicano” no consiste en engañar con la idea de que somos sabios y buenos, más valientes y conocedores que todos los demás; que somos más ricos, más capaces, más cultos, más justos. Consiste en hacer que en nuestro país impere el trabajo, el orden y la justicia, ausentes en el presente, porque el gobierno así lo ha decidido por así convenirle más.

Ignorantes, perezosos y atenidos, porque así le conviene al gobierno, no es nada extraño y estemos empezando por donde no debemos empezar. No es raro que muchos busquen una curul, puestos u otras actividades políticas, en lugar de una ocupación industrial, científica o comercial. Hay mucha más dignidad, satisfacción y felicidad en un trabajo productivo que en formarse en la fila para cobrar por aquello que no hicimos. Existe un enorme campo para desarrollarnos. Cuando reconozcamos la fuerza que hay dentro de nosotros mismos, nuestras posibilidades serán ilimitadas.

Ninguna nación grande es un accidente ni producto de la casualidad, ni de dádivas, ni de becas ni de apoyos de quienes sí quieren, pueden y deben trabajar. Es el resultado del esfuerzo y de la eficiencia de sus hijos.