/ martes 15 de mayo de 2018

Después de las elecciones

Es increíble cómo el proceso de las elecciones que se llevarán a cabo dentro de un mes y medio logra, de alguna manera, desestabilizar varias de las variables económicas y sociales de nuestro país.

Sabemos que todo proceso electoral conlleva riesgos por el hecho de estar en un cierto camino a un tipo de democracia. En esta ocasión a los ciudadanos no queda claro cómo se va a gobernar. Los dimes y diretes de los candidatos, las encuestas, el ambiente internacional, principalmente con nuestro país vecino, hace que, en esta ocasión, las elecciones sean un punto de referencia en el futuro cercano.

La infinidad de promesas de campaña de los actuales contendientes, sabemos, será completamente diferente a cuando ya se está “sentado en la silla”.

Ejemplos tenemos innumerables, recordando uno solo de algún candidato reciente “no cobraremos cuota a la entrada de la universidad”, lleva ya meses, ya se analizó y, como sabíamos todos, no se cumplió. Pero esa promesa no es nada comparada con las decenas que se han externado durante esta contienda a la presidencia. Y así como el ejemplo, una vez ya ganado o perdido, pareciera que esas promesas puedan externarse y no cumplirse con una facilidad tremenda.

Lo más curioso es que la gran mayoría sabemos que muchas de las promesas no se van a cumplir, y sin embargo, seguimos apoyando el proceso basado en mentiras y promesas sin fundamento.

El valor de la democracia no sólo está en las elecciones, sino que también en la vigilancia que la sociedad debe hacer del ejercicio del poder. Como que se nos olvida que el poder de la ciudadanía, el voto de las elecciones no es sólo en ese momento, también se ejerce en la exigencia de rendición de cuentas y la transparencia. Imagínense un mecanismo, parecido a las elecciones, que pudieran acepar o rechazar, políticas públicas, o proyecto, o asignación de recursos de una región.

Después de las elecciones pudiera existir un “enloquecimiento” por el poder, ya sea por el ganador o por el o los perdedores. Lamentablemente a la ciudadanía sólo nos tienen estructurados para votar y recibir los resultados, pero no para procesos posteriores a las elecciones. Imagínese un aparato con una estructura parecida a las elecciones, pero donde los ciudadanos tengamos en poder de opinar y decidir sobre el actuar de los gobernantes.

El aparato político está siendo diseñado y rediseñado para que los partidos políticos sean juez y parte en este proceso hacia la democracia. Pero el papel del ciudadano “de a pie” no puede ser eliminado después de las elecciones.

Estamos en un momento crítico de nuestra historia, donde los ciudadanos, fuera de los partidos políticos, que se cuidan unos a otros para mantenerse en el presupuesto, no pueden ejercer una acción coordinada y estructurada contra las acciones del que llegue al poder. Los órganos gubernamentales que vigilan las elecciones son ya parte de la estructura de los partidos, los órganos de auditoría son ya parte de la estructura de los partidos, los órganos judiciales son ya parte de los partidos. Entonces, después de las elecciones, a los ciudadanos, no nos queda otro recurso más que “acatar” las decisiones, aunque sean contrarias a las promesas. Debería existir un mecanismo legal, donde cada promesa, cada planteamiento de los candidatos, se convirtiera en un elemento legar para exigir y demandar a los gobernantes. Claro, nos quedaríamos casi sin gobernantes.

Ahorita es el momento de iniciar una cruzada ciudadana, para no sólo vigilar los procesos, sino también estructurar un plan de exigir cuentas claras, transparencia y cumplimiento de palabra por parte de los hoy candidatos. Lamentablemente, después de las elecciones pareciera que nos olvida y las cosas siguen igual.

Email. antonio.rios@itesm.mx


Es increíble cómo el proceso de las elecciones que se llevarán a cabo dentro de un mes y medio logra, de alguna manera, desestabilizar varias de las variables económicas y sociales de nuestro país.

Sabemos que todo proceso electoral conlleva riesgos por el hecho de estar en un cierto camino a un tipo de democracia. En esta ocasión a los ciudadanos no queda claro cómo se va a gobernar. Los dimes y diretes de los candidatos, las encuestas, el ambiente internacional, principalmente con nuestro país vecino, hace que, en esta ocasión, las elecciones sean un punto de referencia en el futuro cercano.

La infinidad de promesas de campaña de los actuales contendientes, sabemos, será completamente diferente a cuando ya se está “sentado en la silla”.

Ejemplos tenemos innumerables, recordando uno solo de algún candidato reciente “no cobraremos cuota a la entrada de la universidad”, lleva ya meses, ya se analizó y, como sabíamos todos, no se cumplió. Pero esa promesa no es nada comparada con las decenas que se han externado durante esta contienda a la presidencia. Y así como el ejemplo, una vez ya ganado o perdido, pareciera que esas promesas puedan externarse y no cumplirse con una facilidad tremenda.

Lo más curioso es que la gran mayoría sabemos que muchas de las promesas no se van a cumplir, y sin embargo, seguimos apoyando el proceso basado en mentiras y promesas sin fundamento.

El valor de la democracia no sólo está en las elecciones, sino que también en la vigilancia que la sociedad debe hacer del ejercicio del poder. Como que se nos olvida que el poder de la ciudadanía, el voto de las elecciones no es sólo en ese momento, también se ejerce en la exigencia de rendición de cuentas y la transparencia. Imagínense un mecanismo, parecido a las elecciones, que pudieran acepar o rechazar, políticas públicas, o proyecto, o asignación de recursos de una región.

Después de las elecciones pudiera existir un “enloquecimiento” por el poder, ya sea por el ganador o por el o los perdedores. Lamentablemente a la ciudadanía sólo nos tienen estructurados para votar y recibir los resultados, pero no para procesos posteriores a las elecciones. Imagínese un aparato con una estructura parecida a las elecciones, pero donde los ciudadanos tengamos en poder de opinar y decidir sobre el actuar de los gobernantes.

El aparato político está siendo diseñado y rediseñado para que los partidos políticos sean juez y parte en este proceso hacia la democracia. Pero el papel del ciudadano “de a pie” no puede ser eliminado después de las elecciones.

Estamos en un momento crítico de nuestra historia, donde los ciudadanos, fuera de los partidos políticos, que se cuidan unos a otros para mantenerse en el presupuesto, no pueden ejercer una acción coordinada y estructurada contra las acciones del que llegue al poder. Los órganos gubernamentales que vigilan las elecciones son ya parte de la estructura de los partidos, los órganos de auditoría son ya parte de la estructura de los partidos, los órganos judiciales son ya parte de los partidos. Entonces, después de las elecciones, a los ciudadanos, no nos queda otro recurso más que “acatar” las decisiones, aunque sean contrarias a las promesas. Debería existir un mecanismo legal, donde cada promesa, cada planteamiento de los candidatos, se convirtiera en un elemento legar para exigir y demandar a los gobernantes. Claro, nos quedaríamos casi sin gobernantes.

Ahorita es el momento de iniciar una cruzada ciudadana, para no sólo vigilar los procesos, sino también estructurar un plan de exigir cuentas claras, transparencia y cumplimiento de palabra por parte de los hoy candidatos. Lamentablemente, después de las elecciones pareciera que nos olvida y las cosas siguen igual.

Email. antonio.rios@itesm.mx