/ miércoles 11 de enero de 2023

Don Luis Lara: el adiós a un auténtico transformador

Por: Guillermo Monroy


Dicen que cada tres generaciones surge un Pelé, Maradona o Messi y de ese tamaño fue la figura de don Luis Lara Armendáriz: un auténtico transformador del entorno empresarial chihuahuense impulsándolo a abrirse hacia nuevas industrias dándole mayor dinamismo a la ya importante vocación ganadera.

Gran conversador, don Luis -como buen chihuahuense- pensaba en grande y estaba convencido de que las oportunidades son transformadoras no sólo para una empresa, una familia o un sector: debían tener un impacto positivo en todo, incluyendo la sociedad donde operaba, de hecho, defendía que el mejor programa social que podía existir era el empleo bien remunerado.

Su primera gran disrupción fue en la década de los 70, cuando advirtió la gran oportunidad que ofrecía el sector industrial como detonador de inversión nacional y extranjera -gracias a la cercanía con Estados Unidos- cambiando el rostro empresarial de Chihuahua, que hasta ese momento había sido dominado por la ganadería.

La segunda gran acción transformadora fue en 2008, cuando el estado enfrentó una de sus peores crisis de inseguridad, afectando a todo el tejido social.

No se amilanó ante lo delicado de la situación. Decidió conocer experiencias de países que habían afrontado circunstancias similares, muy especialmente el caso de Colombia, para poder replicar las mejores prácticas.

Así fue como se conformó -y en su momento, lideró- al grupo de empresarios que fundaron el Fideicomiso de Competitividad y Seguridad Ciudadana (Ficosec), dejando en claro el compromiso y responsabilidad de todos cuando se trata de tener corresponsabilidad frente al delito y fomentar la competitividad.

Distinto a la imagen “clásica” de los empresarios, su visión de negocios estaba alejada de aprovechar situaciones fortuitas de poder o monopolio, más bien, le gustaba explorar las ideas, por descabelladas que parecieran, así como hacer todo lo posible por llegar al ansiado “cómo sí”.

No es de extrañar que considerara que el 80% del éxito de cualquier empresa estaba en la disciplina y tenacidad, mientras que el otro 20% restante era más bien “la suerte” y no la inteligencia. “Hay que talonearle”, resumía.

Fiel a sí mismo, su modelo empresarial se basaba en fijar objetivos muy ambiciosos, con enorme impacto financiero y social, que eran también retos para poner a prueba su pasión por la disrupción, la innovación, resolver desafíos, la cercanía emocional, la anticipación de los riesgos y la confianza en los demás.

Los verdaderos transformadores dejan huella aún cuando ya no están presentes y perviven en su familia así como en quienes los recordamos con cariño, convencidos de que esa fuerza de visión, corazón y generosidad constituye su legado que, estoy seguro, trascenderá por generaciones.

Descanse en paz, don Luis Lara.


Guillermo Monroy

Autor del libro “Cómo hacer que su herencia trascienda”

gmonroy@horizontemx.com


Por: Guillermo Monroy


Dicen que cada tres generaciones surge un Pelé, Maradona o Messi y de ese tamaño fue la figura de don Luis Lara Armendáriz: un auténtico transformador del entorno empresarial chihuahuense impulsándolo a abrirse hacia nuevas industrias dándole mayor dinamismo a la ya importante vocación ganadera.

Gran conversador, don Luis -como buen chihuahuense- pensaba en grande y estaba convencido de que las oportunidades son transformadoras no sólo para una empresa, una familia o un sector: debían tener un impacto positivo en todo, incluyendo la sociedad donde operaba, de hecho, defendía que el mejor programa social que podía existir era el empleo bien remunerado.

Su primera gran disrupción fue en la década de los 70, cuando advirtió la gran oportunidad que ofrecía el sector industrial como detonador de inversión nacional y extranjera -gracias a la cercanía con Estados Unidos- cambiando el rostro empresarial de Chihuahua, que hasta ese momento había sido dominado por la ganadería.

La segunda gran acción transformadora fue en 2008, cuando el estado enfrentó una de sus peores crisis de inseguridad, afectando a todo el tejido social.

No se amilanó ante lo delicado de la situación. Decidió conocer experiencias de países que habían afrontado circunstancias similares, muy especialmente el caso de Colombia, para poder replicar las mejores prácticas.

Así fue como se conformó -y en su momento, lideró- al grupo de empresarios que fundaron el Fideicomiso de Competitividad y Seguridad Ciudadana (Ficosec), dejando en claro el compromiso y responsabilidad de todos cuando se trata de tener corresponsabilidad frente al delito y fomentar la competitividad.

Distinto a la imagen “clásica” de los empresarios, su visión de negocios estaba alejada de aprovechar situaciones fortuitas de poder o monopolio, más bien, le gustaba explorar las ideas, por descabelladas que parecieran, así como hacer todo lo posible por llegar al ansiado “cómo sí”.

No es de extrañar que considerara que el 80% del éxito de cualquier empresa estaba en la disciplina y tenacidad, mientras que el otro 20% restante era más bien “la suerte” y no la inteligencia. “Hay que talonearle”, resumía.

Fiel a sí mismo, su modelo empresarial se basaba en fijar objetivos muy ambiciosos, con enorme impacto financiero y social, que eran también retos para poner a prueba su pasión por la disrupción, la innovación, resolver desafíos, la cercanía emocional, la anticipación de los riesgos y la confianza en los demás.

Los verdaderos transformadores dejan huella aún cuando ya no están presentes y perviven en su familia así como en quienes los recordamos con cariño, convencidos de que esa fuerza de visión, corazón y generosidad constituye su legado que, estoy seguro, trascenderá por generaciones.

Descanse en paz, don Luis Lara.


Guillermo Monroy

Autor del libro “Cómo hacer que su herencia trascienda”

gmonroy@horizontemx.com