/ viernes 31 de mayo de 2019

El “caldo odioso”

Es un caldo muy sabroso;

de origen que hacen incierto;

y yo mejor me deleito…

saboreando un “caldo de oso”.


Por allá en mis mocedades me preguntaba por qué en fondas y restaurantes denominaban al caldo de pescado -cierto tipo de caldo- “caldo de oso”. ¿Por qué de oso?, si el caldo es de pescado, o quizá supongan que a los osos, famosos comedores de pescado, les sería en sumo agradable; a grado de llamarle “caldo de oso”. Mi interrogante quedó por muchos años sin respuesta.

Hasta que… habiendo tomado “estado”, mi hija Ma. del Carmen –de profesión contadora- con el Ing. Juan Carlos Aguilar Fernández, en 1993, hace ya 26 años, tuve la oportunidad de conocer a mis consuegros, Sr. Ramón Aguilar Carrillo, originario de San Fco. de Conchos, y a su amable esposa, Socorro Fernández de la O, originaria del pueblo de Boquilla –por cierto, sobrina nieta del general villista Nicolás Fernández-, quienes tenían entonces un pequeño restaurante de pescado en la comunidad de El Tigre, junto a la presa La Boquilla o Lago Toronto, donde la especialidad era el “caldo de oso”. Ambos me refirieron entonces que sus padres y abuelos, los que habían laborado en la construcción de la presa que inició en 1900 y tardó en terminar hasta 1918, debido a los contratiempos que originó la Revolución, les comentaban que el caldo de pescado se convirtió en el platillo diario para los trabajadores de la presa, que eran cientos, debido a que la empresa compraba a diario la cosecha ribereña del Conchos para complementar la dieta alimenticia que les daban; sin embargo resultaba para muchos tan tedioso el caldo de pescado, que terminaron designándolo como “caldo odioso”. Se popularizó el nombre entre los pueblos y ciudades vecinas, que interpretaron el nombre como “caldo de oso”. Así los transportistas y visitantes difundieron el peculiar nombre por todo México. Esta curiosa anécdota la publiqué en alguno de mis artículos editoriales, hace algunos años. Pero fue una sorpresa para mí, cuando un amigo mío, el licenciado en Periodismo y escritor Carlos Gallegos Pérez, en una conferencia que dio, creo que en 2005, y en un video de su autoría, mencionó todo el asunto del “caldo odioso”, pero ahora atribuyéndolo al periodo de construcción de la presa Las Vírgenes, hoy Francisco I. Madero, que inició en 1949.

Al finalizar el acto le aclaré que el origen real de la anécdota era la presa La Boquilla; causándole un tremendo disgusto, pues de ser un individuo siempre afable, se transformó por un momento, en un individuo agresivo para conmigo. Ahí entendí el celo de los lugareños de Rosales, Meoqui y Delicias por la paternidad del asunto. El domingo pasado, en un suplemento de este rotativo, vi la declaración del Sr. Jesús López al respecto, repitiendo la postura de Gallegos.

Lapaternidadde dicho nombre ni demeritani amerita en mínimo grado la importancia de la presa Madero, sólo les pidoreflexionar; hacer un ejercicio de dialéctica; si los deBoquilla, San Francisco de Conchos y Camargoesgrimen una paternidad de concepto, casi cincuenta años antes de laconstrucción de la presa Las Vírgenes, algún fundamento tendrán; y sin duda elconcepto se siguió divulgando en los trabajos de construcción de Las Vírgenes,pero el origen real se lo dejaremos a la lógica y al sentido común de cada unode nuestros lectores; pues dicen “que nada hay nuevo bajo el sol”. Y además loatestiguan “los viejos”, de las comunidades aledañas al lago Toronto

Es un caldo muy sabroso;

de origen que hacen incierto;

y yo mejor me deleito…

saboreando un “caldo de oso”.


Por allá en mis mocedades me preguntaba por qué en fondas y restaurantes denominaban al caldo de pescado -cierto tipo de caldo- “caldo de oso”. ¿Por qué de oso?, si el caldo es de pescado, o quizá supongan que a los osos, famosos comedores de pescado, les sería en sumo agradable; a grado de llamarle “caldo de oso”. Mi interrogante quedó por muchos años sin respuesta.

Hasta que… habiendo tomado “estado”, mi hija Ma. del Carmen –de profesión contadora- con el Ing. Juan Carlos Aguilar Fernández, en 1993, hace ya 26 años, tuve la oportunidad de conocer a mis consuegros, Sr. Ramón Aguilar Carrillo, originario de San Fco. de Conchos, y a su amable esposa, Socorro Fernández de la O, originaria del pueblo de Boquilla –por cierto, sobrina nieta del general villista Nicolás Fernández-, quienes tenían entonces un pequeño restaurante de pescado en la comunidad de El Tigre, junto a la presa La Boquilla o Lago Toronto, donde la especialidad era el “caldo de oso”. Ambos me refirieron entonces que sus padres y abuelos, los que habían laborado en la construcción de la presa que inició en 1900 y tardó en terminar hasta 1918, debido a los contratiempos que originó la Revolución, les comentaban que el caldo de pescado se convirtió en el platillo diario para los trabajadores de la presa, que eran cientos, debido a que la empresa compraba a diario la cosecha ribereña del Conchos para complementar la dieta alimenticia que les daban; sin embargo resultaba para muchos tan tedioso el caldo de pescado, que terminaron designándolo como “caldo odioso”. Se popularizó el nombre entre los pueblos y ciudades vecinas, que interpretaron el nombre como “caldo de oso”. Así los transportistas y visitantes difundieron el peculiar nombre por todo México. Esta curiosa anécdota la publiqué en alguno de mis artículos editoriales, hace algunos años. Pero fue una sorpresa para mí, cuando un amigo mío, el licenciado en Periodismo y escritor Carlos Gallegos Pérez, en una conferencia que dio, creo que en 2005, y en un video de su autoría, mencionó todo el asunto del “caldo odioso”, pero ahora atribuyéndolo al periodo de construcción de la presa Las Vírgenes, hoy Francisco I. Madero, que inició en 1949.

Al finalizar el acto le aclaré que el origen real de la anécdota era la presa La Boquilla; causándole un tremendo disgusto, pues de ser un individuo siempre afable, se transformó por un momento, en un individuo agresivo para conmigo. Ahí entendí el celo de los lugareños de Rosales, Meoqui y Delicias por la paternidad del asunto. El domingo pasado, en un suplemento de este rotativo, vi la declaración del Sr. Jesús López al respecto, repitiendo la postura de Gallegos.

Lapaternidadde dicho nombre ni demeritani amerita en mínimo grado la importancia de la presa Madero, sólo les pidoreflexionar; hacer un ejercicio de dialéctica; si los deBoquilla, San Francisco de Conchos y Camargoesgrimen una paternidad de concepto, casi cincuenta años antes de laconstrucción de la presa Las Vírgenes, algún fundamento tendrán; y sin duda elconcepto se siguió divulgando en los trabajos de construcción de Las Vírgenes,pero el origen real se lo dejaremos a la lógica y al sentido común de cada unode nuestros lectores; pues dicen “que nada hay nuevo bajo el sol”. Y además loatestiguan “los viejos”, de las comunidades aledañas al lago Toronto