/ miércoles 22 de noviembre de 2017

El síndrome de Procusto

A lo largo de la historia han existido personas que sobresalen por su inteligencia y capacidad, de libre pensamiento, alta autoestima que saben reinventarse y de gran voluntad para lograr sus objetivos. Podría decirse que son personas que brillan. En contraposición, también existen personas de pensamiento e intereses estrechos, con una visión limitada, generalmente seguros de que su verdad es lo correcto.

Es un fenómeno que se repite a pesar del tiempo, en algunas épocas con más rigor que otras. En sociedades, generalmente conservadoras, a veces se desata una lucha feroz por prevalecer en lo conocido, y a aquellos que destacan se les desprecia e invierten esfuerzos por impedir que continúen sobresaliendo.

Hace algunos años leí un artículo donde se refería a esas personas o sociedades  con el “síndrome de Procusto”, que en síntesis significa la envidia, miedo a ser superado y incapacidad para reconocer como acertadas las ideas de otros. En la mitología griega, Procusto (el estirador) era hijo de Poseidón. También era llamado Damastes (avasallador, controlador) o Polopemón (muchos daños). Se dice que tenía su casa en una montaña donde ofrecía hospedaje a viajeros. Los invitaba a pasar la noche en su cálida morada y les daba un trato amable. Por la noche mientras dormían, los ataba a la cama y si el cuerpo de la víctima era más largo que la cama, mutilaba las partes que sobresalían; si eran más bajos, los estiraba para ajustarlos al tamaño de la misma. Ninguno lograba adaptarse a las medidas. Fue Teseo quien acabó con Procusto, retándolo a comprobar si su cuerpo se ajustaba a la cama y fue así que le aplicó su propio tratamiento.

En la psicología se dice que hay “Procustos inconscientes”, es decir, que están absolutamente convencidos de que tienen razón en todo lo que hacen y los demás no y por tanto ningunean a quien no piensa como ellos, y “Procustos conscientes”, que son los que cuando ven capacidades sobresalientes en otros, tratan de poner todo tipo de trabas para mantener su estatus y no ser superados por gente mejor que ellos”.

La historia se refiere a la intolerancia a la diferencia y querer que las personas se ajusten a ciertas creencias, a lo que unos dicen o piensan. Cuando algo así sucede, se dice que los acuestan en el “lecho de Procusto”.

Vivimos en una sociedad donde las diferencias son poco aceptadas, aquellas personas que sobresalen se les opaca por pensarlos como amenaza y socialmente, persiste la intolerancia hacia minorías como personas homosexuales, indígenas, entre muchas otras. Todos nacimos para destacar en algún aspecto y lo más valioso que poseemos es la libertad de hacer con nuestra vida aquello que mejor nos parezca. Es importante recordar que todas las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos sin distinción alguna, tal como lo menciona la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Para acercarnos a una mejor sociedad, comencemos por destruir la cama del gran controlador estirador, que de hacerlo, nos acercará a reconstruir nuestro tejido social, respetándonos los unos a los otros independientemente de nuestras diferencias.

 

Twitter: @Flor_YanezA                                                                                                            www.floryanez.com

A lo largo de la historia han existido personas que sobresalen por su inteligencia y capacidad, de libre pensamiento, alta autoestima que saben reinventarse y de gran voluntad para lograr sus objetivos. Podría decirse que son personas que brillan. En contraposición, también existen personas de pensamiento e intereses estrechos, con una visión limitada, generalmente seguros de que su verdad es lo correcto.

Es un fenómeno que se repite a pesar del tiempo, en algunas épocas con más rigor que otras. En sociedades, generalmente conservadoras, a veces se desata una lucha feroz por prevalecer en lo conocido, y a aquellos que destacan se les desprecia e invierten esfuerzos por impedir que continúen sobresaliendo.

Hace algunos años leí un artículo donde se refería a esas personas o sociedades  con el “síndrome de Procusto”, que en síntesis significa la envidia, miedo a ser superado y incapacidad para reconocer como acertadas las ideas de otros. En la mitología griega, Procusto (el estirador) era hijo de Poseidón. También era llamado Damastes (avasallador, controlador) o Polopemón (muchos daños). Se dice que tenía su casa en una montaña donde ofrecía hospedaje a viajeros. Los invitaba a pasar la noche en su cálida morada y les daba un trato amable. Por la noche mientras dormían, los ataba a la cama y si el cuerpo de la víctima era más largo que la cama, mutilaba las partes que sobresalían; si eran más bajos, los estiraba para ajustarlos al tamaño de la misma. Ninguno lograba adaptarse a las medidas. Fue Teseo quien acabó con Procusto, retándolo a comprobar si su cuerpo se ajustaba a la cama y fue así que le aplicó su propio tratamiento.

En la psicología se dice que hay “Procustos inconscientes”, es decir, que están absolutamente convencidos de que tienen razón en todo lo que hacen y los demás no y por tanto ningunean a quien no piensa como ellos, y “Procustos conscientes”, que son los que cuando ven capacidades sobresalientes en otros, tratan de poner todo tipo de trabas para mantener su estatus y no ser superados por gente mejor que ellos”.

La historia se refiere a la intolerancia a la diferencia y querer que las personas se ajusten a ciertas creencias, a lo que unos dicen o piensan. Cuando algo así sucede, se dice que los acuestan en el “lecho de Procusto”.

Vivimos en una sociedad donde las diferencias son poco aceptadas, aquellas personas que sobresalen se les opaca por pensarlos como amenaza y socialmente, persiste la intolerancia hacia minorías como personas homosexuales, indígenas, entre muchas otras. Todos nacimos para destacar en algún aspecto y lo más valioso que poseemos es la libertad de hacer con nuestra vida aquello que mejor nos parezca. Es importante recordar que todas las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos sin distinción alguna, tal como lo menciona la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Para acercarnos a una mejor sociedad, comencemos por destruir la cama del gran controlador estirador, que de hacerlo, nos acercará a reconstruir nuestro tejido social, respetándonos los unos a los otros independientemente de nuestras diferencias.

 

Twitter: @Flor_YanezA                                                                                                            www.floryanez.com