/ domingo 7 de abril de 2024

Eventos: sangriento ataque villista a la ciudad de Chihuahua en 1913 (Desolación y muerte)

Por: Óscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com


El reloj daba las 12 del mediodía del 7 de noviembre y casi sumaban 5 mil hombres de las fuerzas federales y locales que resguardaban Chihuahua, comandados por el general Salvador R. Mercado, jefe de Operaciones Militares y los segundos, por el valiente general Pascual Orozco, con quien militaban generales tan destacados como Marcelo Caraveo, José Inés Salazar, Blas Orpinel, Antonio Rojas y otros de reconocido valor. La feroz resistencia no pudo ser quebrantada, no obstante, los ímpetus de los violentos ataques siguieron sin tregua, allá por el rumbo del Cerro de la Cruz y la Zarco y unos conatos en la presa Chuvíscar y en los terrenos llamados “Boquilla de Villa, por donde hoy está la Facultad de Zootecnia y Ecología de la UACh y el hospital Neuropsiquiátrico.

Pasó el sangriento 7 de noviembre, dando paso al día 8, y a eso de las 11:00 am, fue “tronado” un cañón desde el cerro Santa Rosa y su bala mortífera, cayó certeramente a un grupo de villistas que estaban en la fundición de Ávalos, haciéndolos “añicos”. En el grupo, estaba el doctor Navarro que venía con Villa desde Torreón, quedando totalmente fulminado. Así mismo, el impacto explosivo casi terminaba también con el general Villa que, dicen algunos, estaba planeando nuevos ataques. Pero cosa curiosa que al momento de separase Villa de Navarro a unos cuantos metros, cayó el cohete y se salvó. En otro de los lados, el general Salazar al mando de una brigada móvil, acudió en auxilio de los lugares más comprometidos y lo mismo, una plataforma con un remolcador de los tranvías eléctricos en los que se había montado el famoso cañón llamado “El Niño”, al mando del capitán Fraire. El tronar de los cañones, de las ametralladoras y fusilería, eran constantes a cada minuto. La ciudad de Chihuahua aparecía llena de muertos y desolada, pues las balas de los cañones caían en las calles, por lo que, el tránsito de personas y carros se hacía muy peligroso.

Las defensas del ejército federal al mando del general Salvador R. Mercado, mostraron fuerte oposición al ataque de los villistas al querer tomar la ciudad de Chihuahua en noviembre de 1913. En la imagen, al fondo el cerro Coronel y los defensores donde hoy el barrio de San Rafael.

Solo las rondas aparecían de vez en cuando, aquellas integradas por elementos de las defensas sociales de Orozco que tenían su cuartel en la Casa de la Moneda (hoy Museo Chihuahua), en las calles Libertad y Tercera, frente al salón “Gambrinus”. A esto se sumaba el continuo acarreo de heridos a los distintos puestos de socorro y en cuanto a los muertos, se calculaba que eran alrededor de 400 por parte de la guarnición, no sabiéndose las bajas de enemigo, por lo que éste levantó sus muertos y heridos al retirarse. Algunos informes villistas, decían que los muertos sumaban más de 600, muy por arriba de las fuerzas defensoras de Chihuahua. “Muertos más, muertos menos”. El día 9, los batallones Primero y Tercero, fueron reconcentrados en las márgenes de la presa Chuvíscar, habiendo aprendido en su trayectoria cerca de la colonia Dale a un “carbonero” que dijo que iba a un rancho a traer huevo. Como pareció sospechoso, al Teniente coronel Montero Villar, este ordenó su traslado al cuartel general del Pascual Orozco, habiéndose aclarado que se trataba de un espía villista. El prisionero fue reclamado más tarde por el general Mercado para fusilarlo, a lo que el general Orozco, siempre “dispuesto” a la misericordia, se negó rotundamente, siendo posteriormente puesto en libertad.

Muchos prisioneros villistas fueron masacrados, fusilados o colgados en los árboles como una muestra de venganza ante los desmanes y muestras de rebeldía por parte de este grupo guerrillero que quiso a toda costa, sin éxito, querer tomar la ciudad de Chihuahua. Los intensos combates que se libraron en las inmediaciones de la ciudad, ya habían causado un verdadero caos; de ambos lados, se tenía ya un saldo importante de muertos, aunque algunos mencionaban que el número de bajas villistas, superaban a las tropas federales y grupos de orozquistas que defendían la plaza. La cosa estaba muy complicada para los atacantes, pues las posiciones estratégicas de los defensores de Chihuahua estaban muy bien atrincheradas, sobre todo, el apoyo de los cuatro cañones que los habían colocado en la cima del cerro Santa Rosa que continuamente lazaban sus feroces descargas sobre la caballería del Centauro.

En el día 9 de noviembre de 1913, los batallones Primero y Tercero fueron reconcentrados en las márgenes de la presa Chuvíscar, pues en varias ocasiones, los villistas habían querido tomar esa estratégica posición sin poder llegar hacerlo. Muchos de los atacantes quedaron en el camino y aquellos villistas que eran capturados, recibían distinto tratamiento; algunos eran fusilados, otros colgados en árboles de la ciudad como muestra para que todos aquellos que quisieran pasarse de “machitos”, recibieran el castigo que se merecían. En otros casos, como sucedió cuando un pelotón de federales que caminaban por los llanos muy cercanos a la colonia Dale, detectó a un individuo que al parecer, caminaba sin rumbo, por lo cual, le marcaron el alto: “¿Hey tú, ¿A dónde vas? –le preguntó el Teniente coronel Montero Villar- ¿A qué te dedicas y que andas haciendo por aquí?”, el hombre le contestó: “Mire jeñor, voy camino a mi casa y me dedico a vender carbón” –el teniente respondió- “Sí, como no, tú has de ser de esos revoltosos que vinieron a querer tomar Chihuahua, se me hace que te dejaron abandonado en el camino”-respondió el hombre: “No señor, de ninguna manera, mire, yo no me meto en política ni tampoco en líos, por lo que yo, no conozco a esos revoltosos y lo único que ando haciendo es llevar algunos huevitos para el desayuno”.

Todos los atacantes villistas que eran prisioneros, encontrarían la muerte, fusilados o colgados de algún árbol. Según algunas crónicas, muchos de ellos, fueron ahorcados en los álamos de lo que ahora es la avenida Cristóbal Colón.

Sin embargo, la corta explicación que había dado el “presunto”, no convenció a nadie, por lo que Montero Villar de inmediato ordenó: ¡Pelotón, tomen prisionero a este hijo de la chi… ha de ser de esos matones de Villa” ¡De inmediato, la tropa lo tomó como prisionero, trasladándolo al cuartel general del Pascual Orozco, habiéndose aclarado después de una “calentadita” que, se trataba de un espía villista! El prisionero fue reclamado más tarde por el general Mercado para fusilarlo, a lo que, el general Orozco siempre dispuesto a la misericordia, se negó rotundamente, siendo posteriormente puesto en libertad. En este intento por apoderarse de la ciudad, el general Francisco Villa de la ciudad de Chihuahua, la mayoría opinaba que tal vez sería imposible que llegara a cumplir su cometido, porque estaba empecinado que, así como había tomado la ciudad de Torreón, así lo haría con Chihuahua, pero el asunto no fue como lo imaginaba, porque aún y cuando todavía estaba en la mente de Villa hacerlo, ya algunos de sus allegados habían insistido –claro con mucho respeto- para que no lo hiciera. Sin embargo: “Donde manda capitán no ordena marinero” y el ataque cedió.


Con una serie de enfrentamientos frontales que para algunos de los generales villistas eran insuficientes para llegar a quebrar las defensas del general Mercado, las que consideraban bastante fortificadas y que el tal general tenía más “hue…” que el tal Murguía que había defendido la plaza de Torreón. Lo importante en la defensa de la plaza de Chihuahua, es que una gran parte de la gente de Orozco, eran veteranos de muchas batallas y procedentes de los lugares más agrestes de las montañas y sierras chihuahuenses, condiciones que hacían a cualquier individuo ser de una casta de valientes y de muchos pantalones para los eventos de la guerra. Muchos federales que estaban peleando en Chihuahua, eran de la región, igual de agresivos en el combate. Estas características y otras propias del extremo clima chihuahuense, hacían que los guerreros fueran de “concreto”, a diferencia de las fuerzas que habían defendido Torreón en contra de las fuerzas villistas que eran un puñado de reclutas sureños, los cuales, habían sido alistados a las fuerzas de Murguía, unos a la fuerza, y otras voluntariamente, es por eso que Villa aún y cuando la batalla fue sangrienta, la resistencia no fue igual a la de Chihuahua.


“Eventos: sangriento ataque villista a la ciudad de Chihuahua en 1913”, forma parte de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si desea la colección de libros “Los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua”, tomos del I al XIII, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111). Si usted está interesado en los libros, mande un Whatsapp al 614 148 85 03 y con gusto le brindamos información.


Fuentes

Periódico El Correo de Chihuahua de Silvestre Terrazas (1913).

El Heraldo de Chihuahua (1944).

Francisco Villa, Entre el Ángel y el Fierro. Enrique Krauze (1987).

Memorias de Pancho Villa. Martín Luis Guzmán (2000).

Pancho Villa. Frederich Katz Vol. I (1998).


Por: Óscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com


El reloj daba las 12 del mediodía del 7 de noviembre y casi sumaban 5 mil hombres de las fuerzas federales y locales que resguardaban Chihuahua, comandados por el general Salvador R. Mercado, jefe de Operaciones Militares y los segundos, por el valiente general Pascual Orozco, con quien militaban generales tan destacados como Marcelo Caraveo, José Inés Salazar, Blas Orpinel, Antonio Rojas y otros de reconocido valor. La feroz resistencia no pudo ser quebrantada, no obstante, los ímpetus de los violentos ataques siguieron sin tregua, allá por el rumbo del Cerro de la Cruz y la Zarco y unos conatos en la presa Chuvíscar y en los terrenos llamados “Boquilla de Villa, por donde hoy está la Facultad de Zootecnia y Ecología de la UACh y el hospital Neuropsiquiátrico.

Pasó el sangriento 7 de noviembre, dando paso al día 8, y a eso de las 11:00 am, fue “tronado” un cañón desde el cerro Santa Rosa y su bala mortífera, cayó certeramente a un grupo de villistas que estaban en la fundición de Ávalos, haciéndolos “añicos”. En el grupo, estaba el doctor Navarro que venía con Villa desde Torreón, quedando totalmente fulminado. Así mismo, el impacto explosivo casi terminaba también con el general Villa que, dicen algunos, estaba planeando nuevos ataques. Pero cosa curiosa que al momento de separase Villa de Navarro a unos cuantos metros, cayó el cohete y se salvó. En otro de los lados, el general Salazar al mando de una brigada móvil, acudió en auxilio de los lugares más comprometidos y lo mismo, una plataforma con un remolcador de los tranvías eléctricos en los que se había montado el famoso cañón llamado “El Niño”, al mando del capitán Fraire. El tronar de los cañones, de las ametralladoras y fusilería, eran constantes a cada minuto. La ciudad de Chihuahua aparecía llena de muertos y desolada, pues las balas de los cañones caían en las calles, por lo que, el tránsito de personas y carros se hacía muy peligroso.

Las defensas del ejército federal al mando del general Salvador R. Mercado, mostraron fuerte oposición al ataque de los villistas al querer tomar la ciudad de Chihuahua en noviembre de 1913. En la imagen, al fondo el cerro Coronel y los defensores donde hoy el barrio de San Rafael.

Solo las rondas aparecían de vez en cuando, aquellas integradas por elementos de las defensas sociales de Orozco que tenían su cuartel en la Casa de la Moneda (hoy Museo Chihuahua), en las calles Libertad y Tercera, frente al salón “Gambrinus”. A esto se sumaba el continuo acarreo de heridos a los distintos puestos de socorro y en cuanto a los muertos, se calculaba que eran alrededor de 400 por parte de la guarnición, no sabiéndose las bajas de enemigo, por lo que éste levantó sus muertos y heridos al retirarse. Algunos informes villistas, decían que los muertos sumaban más de 600, muy por arriba de las fuerzas defensoras de Chihuahua. “Muertos más, muertos menos”. El día 9, los batallones Primero y Tercero, fueron reconcentrados en las márgenes de la presa Chuvíscar, habiendo aprendido en su trayectoria cerca de la colonia Dale a un “carbonero” que dijo que iba a un rancho a traer huevo. Como pareció sospechoso, al Teniente coronel Montero Villar, este ordenó su traslado al cuartel general del Pascual Orozco, habiéndose aclarado que se trataba de un espía villista. El prisionero fue reclamado más tarde por el general Mercado para fusilarlo, a lo que el general Orozco, siempre “dispuesto” a la misericordia, se negó rotundamente, siendo posteriormente puesto en libertad.

Muchos prisioneros villistas fueron masacrados, fusilados o colgados en los árboles como una muestra de venganza ante los desmanes y muestras de rebeldía por parte de este grupo guerrillero que quiso a toda costa, sin éxito, querer tomar la ciudad de Chihuahua. Los intensos combates que se libraron en las inmediaciones de la ciudad, ya habían causado un verdadero caos; de ambos lados, se tenía ya un saldo importante de muertos, aunque algunos mencionaban que el número de bajas villistas, superaban a las tropas federales y grupos de orozquistas que defendían la plaza. La cosa estaba muy complicada para los atacantes, pues las posiciones estratégicas de los defensores de Chihuahua estaban muy bien atrincheradas, sobre todo, el apoyo de los cuatro cañones que los habían colocado en la cima del cerro Santa Rosa que continuamente lazaban sus feroces descargas sobre la caballería del Centauro.

En el día 9 de noviembre de 1913, los batallones Primero y Tercero fueron reconcentrados en las márgenes de la presa Chuvíscar, pues en varias ocasiones, los villistas habían querido tomar esa estratégica posición sin poder llegar hacerlo. Muchos de los atacantes quedaron en el camino y aquellos villistas que eran capturados, recibían distinto tratamiento; algunos eran fusilados, otros colgados en árboles de la ciudad como muestra para que todos aquellos que quisieran pasarse de “machitos”, recibieran el castigo que se merecían. En otros casos, como sucedió cuando un pelotón de federales que caminaban por los llanos muy cercanos a la colonia Dale, detectó a un individuo que al parecer, caminaba sin rumbo, por lo cual, le marcaron el alto: “¿Hey tú, ¿A dónde vas? –le preguntó el Teniente coronel Montero Villar- ¿A qué te dedicas y que andas haciendo por aquí?”, el hombre le contestó: “Mire jeñor, voy camino a mi casa y me dedico a vender carbón” –el teniente respondió- “Sí, como no, tú has de ser de esos revoltosos que vinieron a querer tomar Chihuahua, se me hace que te dejaron abandonado en el camino”-respondió el hombre: “No señor, de ninguna manera, mire, yo no me meto en política ni tampoco en líos, por lo que yo, no conozco a esos revoltosos y lo único que ando haciendo es llevar algunos huevitos para el desayuno”.

Todos los atacantes villistas que eran prisioneros, encontrarían la muerte, fusilados o colgados de algún árbol. Según algunas crónicas, muchos de ellos, fueron ahorcados en los álamos de lo que ahora es la avenida Cristóbal Colón.

Sin embargo, la corta explicación que había dado el “presunto”, no convenció a nadie, por lo que Montero Villar de inmediato ordenó: ¡Pelotón, tomen prisionero a este hijo de la chi… ha de ser de esos matones de Villa” ¡De inmediato, la tropa lo tomó como prisionero, trasladándolo al cuartel general del Pascual Orozco, habiéndose aclarado después de una “calentadita” que, se trataba de un espía villista! El prisionero fue reclamado más tarde por el general Mercado para fusilarlo, a lo que, el general Orozco siempre dispuesto a la misericordia, se negó rotundamente, siendo posteriormente puesto en libertad. En este intento por apoderarse de la ciudad, el general Francisco Villa de la ciudad de Chihuahua, la mayoría opinaba que tal vez sería imposible que llegara a cumplir su cometido, porque estaba empecinado que, así como había tomado la ciudad de Torreón, así lo haría con Chihuahua, pero el asunto no fue como lo imaginaba, porque aún y cuando todavía estaba en la mente de Villa hacerlo, ya algunos de sus allegados habían insistido –claro con mucho respeto- para que no lo hiciera. Sin embargo: “Donde manda capitán no ordena marinero” y el ataque cedió.


Con una serie de enfrentamientos frontales que para algunos de los generales villistas eran insuficientes para llegar a quebrar las defensas del general Mercado, las que consideraban bastante fortificadas y que el tal general tenía más “hue…” que el tal Murguía que había defendido la plaza de Torreón. Lo importante en la defensa de la plaza de Chihuahua, es que una gran parte de la gente de Orozco, eran veteranos de muchas batallas y procedentes de los lugares más agrestes de las montañas y sierras chihuahuenses, condiciones que hacían a cualquier individuo ser de una casta de valientes y de muchos pantalones para los eventos de la guerra. Muchos federales que estaban peleando en Chihuahua, eran de la región, igual de agresivos en el combate. Estas características y otras propias del extremo clima chihuahuense, hacían que los guerreros fueran de “concreto”, a diferencia de las fuerzas que habían defendido Torreón en contra de las fuerzas villistas que eran un puñado de reclutas sureños, los cuales, habían sido alistados a las fuerzas de Murguía, unos a la fuerza, y otras voluntariamente, es por eso que Villa aún y cuando la batalla fue sangrienta, la resistencia no fue igual a la de Chihuahua.


“Eventos: sangriento ataque villista a la ciudad de Chihuahua en 1913”, forma parte de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si desea la colección de libros “Los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua”, tomos del I al XIII, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111). Si usted está interesado en los libros, mande un Whatsapp al 614 148 85 03 y con gusto le brindamos información.


Fuentes

Periódico El Correo de Chihuahua de Silvestre Terrazas (1913).

El Heraldo de Chihuahua (1944).

Francisco Villa, Entre el Ángel y el Fierro. Enrique Krauze (1987).

Memorias de Pancho Villa. Martín Luis Guzmán (2000).

Pancho Villa. Frederich Katz Vol. I (1998).


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