/ sábado 27 de abril de 2024

Personajes: el misterioso pasaje del “Niño Fidencio” en Chihuahua (El inicio)

Personaje tradicional y trascendental dentro de la cultura popular religiosa, rodeado de un profundo misterio y misticismo, es sin duda el llamado “Niño Fidencio”, hacedor de supuestos milagros -algunos dicen- que, aunque surgió en otro lugar distinto a nuestro estado de Chihuahua, también tuvo su repercusión a finales de los años veinte. El “Niñito” Fidencio, como muchos le dicen, nacería el 13 de noviembre de 1898 en el “Valle de las Cuevas”, Guanajuato, y cuyo nombre verdadero, fue Fidencio Constantino Síntora, aunque posteriormente, él mismo cambiaría de posición con el apellido materno, colocándolo en el lugar del paterno, tal vez debido al gran apego que tuvo con su señora madre.

El niño que aparece a la izquierda con Fidencio Socorro Constantino “Niño Fidencio”, es seguramente el hijo de su mejor amigo Enrique López de la Fuente (Foto INAH)

Los padres de Fidencio Socorro Constantino y María del Tránsito Síntora, procrearían cinco hijos: Buenaventura, Socorro, Joaquín, Fulgencia y por supuesto Fidencio; este último, realizaría desde muy temprana edad amistad con Enrique López de la Fuente, quien después sería el protector de Fidencio; ambos, eran muy católicos ortodoxos, pues ayudaban en las labores de la iglesia de Irámuco, Guanajuato; con el tiempo, le serviría para introducirse cada vez más en los asuntos religiosos. Fue así que para 1904 y estar muy apegado a la Iglesia, le permitiría salir de la extrema pobreza en que vivía, pues nunca le faltó un plato de comida, instrucción y educación al lado del sacerdote de la citada iglesia. Por este motivo, Fidencio fue afortunado que, a pesar de su miseria, pudo asistir a la escuela primaria hasta tercer año. Sus compañeros constantemente lo rodeaban para pedirle que les adivinara la suerte o les hiciera predicciones; como las respuestas no siempre eran gratas para los gandules, a Fidencio, le llovían golpes a menudo, y quien acudía en su ayuda era Enrique, quien por sus intervenciones también compartía las golpizas que Fidencio recibía de la tropa de chiquillos que les echaba montón allá por 1912.

Pasaron los años, y su mejor amigo Enrique se enroló en las filas de la Revolución Mexicana, mientras que Fidencio se mantuvo metido en otras actividades dentro del aspecto religioso. Al terminar el conflicto, el buen Enrique encaminó sus “baterías” a buscar un hogar, por lo que, al lograrlo, buscó a su amigo de siempre, Fidencio, para darle trabajo en su casa en la hacienda de “Espinazo”, lugar donde se desempeñaba como administrador en 1921. Fidencio Constantino asumió las labores de la cocina de la casa de Enrique, además, cuidaba con esmero al pequeño Ulises (hijo de Enrique), con el que aparece a menudo en diversas fotografías que le fueron tomadas. Es este tiempo, en el que Fidencio empezaba a llamar “padre” a su patrón Enrique, también, asume entre sus labores normales, curar a jornaleros lastimados o enfermos, así como auxiliar a las mujeres en sus partos. La gente de la región, empezaba a apreciar sus servicios y acudían de todas las rancherías a solicitar sus servicios. Por su bondad y sus manifestaciones de afecto para los demás, empezaba a tener fama, y poco a poco, se le iban presentando casos de curaciones complejas, obteniendo éxito.

Pronto, los métodos de Fidencio se volvieron noticia, gracias a Teodoro Von Wernich, dueño de la hacienda donde era administrador su padre adoptivo. El hacendado había puesto un anuncio en un periódico regiomontano, donde hablaba de las curaciones milagrosas que había recibido de Fidencio. Lo que pasó después de esto, fue historia (Foto INAH),

Llegó a convertirse en el gran “médico de médicos” para miles de hombres, mujeres y niños que, cada día imploraban su benevolencia y la bendición de sus “poderes divinos”. Pero el asunto empezó a subir de tono, con la fama que se comenzó a esparcir por toda la región, tal es así que, llegaron “los prodigios” que el “médico” como muchos le había bautizado a oídos del presidente de la república en aquel tiempo, el general Plutarco Elías Calles, quienes todos lo identificaban como el arquitecto de la terrible Guerra Cristera que ocurrió de 1926 a 1929, y que durante su gobierno, se tomaron medidas muy drásticas contra el arzobispo de México, expulsando a más de 200 clérigos y ordenando también el cierre de todos los conventos, colegios y asilos, generando así, una guerra larga y sangrienta, en donde su único objetivo era, según él, hacer respetar las Leyes de Reforma. Aún y con toda esta controversia, el 8 de febrero de 1928, el presidente Calles de creencia “espiritista”, visitaría la comunidad del Espinazo, Nuevo León, acompañado de una comitiva; esto era paradójico, porque este personaje siempre fue identificado como un enemigo de la Iglesia Católica. Sin embargo, ante esa necesidad de que alguien lo curara de todos sus males, fue que tuvo la oportunidad de visitar al “Niño” para tratarle su padecimiento, el cual, nunca fue revelado; el tratamiento que recibió el jefe máximo fue a base de miel con otras recetas del propio Fidencio sobre su cuerpo desnudo, y solamente cubierto con una cobija. El “santo” trató al presidente con las mismas atenciones que daba a los demás enfermos, por ello, Calles permanecería en un cuarto alrededor de seis horas solo, y preocupado Enrique de que ya había pasado mucho tiempo, decidió ir en busca de Fidencio.

Finalmente lo encontró haciendo otras curaciones y le preguntó, a qué hora iba a ir a atender al señor presidente, y con tranquilidad le respondió: "Ah! se me olvidó¨. En eso salió de la tienda donde estaba y regresando donde estaba el jefe del Ejecutivo, terminó la curación. En respuesta a las atenciones que le prodigó Fidencio, el general Plutarco Elías Calles, le envió por ferrocarril alimentos y medicamentos para cubrir en parte las necesidades de la población. Ya no era tan sólo la región de Espinazo, Nuevo León, la fama de este muchacho que había sido bautizado definitivamente como: “El Niño Fidencio”, llegaría a todos los rincones de México, no siendo la excepción el estado de Chihuahua y no se diga su capital. Era tal el “bum” del asunto, que muchas personas que se dedicaban a hacer “limpias” y a la “adivinanza de la mano” y esas cosas del esoterismo, empezaron a perder clientela, pues la gente comenzaba a ir por todos los medios en burro, caballo, carreta, tren y para los más riquillos, llegaban en automóvil. Era todo un acontecimiento sin precedente en México.

La noticia caía como de rayo entre los curanderos de Chihuahua, de esos que más que aplicar la ciencia, se dedicaban haciéndolo por sugestión o dando a beber brebajes que, ellos mismos preparaban o de aquellos que a base de amuletos, engañaban o hacían curar a las personas que estaban enfermas de algo. La noticia de Fidencio empezó a quitar clientes y la molestia se extendió por todos lados. Así mismo en la ciudad de Chihuahua, existían mujeres que se dedicaba a decir “la buena ventura” a todas las damitas inexpertas que creían a “pie juntillas” sobre la veracidad de sus pronósticos, y que no es más que un pretexto para quitarles los ahorros a las pobres ingenuas; que una “pócima” a base de toloache, para “amarrar” al muchacho y casarlo a la fuerza. Entre esas adivinadoras, existían algunas que hacían creer a las jovencitas, que poseían la bola de cristal, donde se observaba el pasado y el futuro; otras decían, que poseían el talismán de la India para hacer felices a los matrimonios, y otras que, utilizaban plumas de canarios envueltas en trapos sucios, las que los vendían como un talismán magnífico e infalible. Sin duda, todo un mercado de charlatanismo en la ciudad de Chihuahua.

Era el frío mes de febrero de 1928, cuando esto ya se había convertido en toda una verbena nacional, pues con las curaciones de Fidencio Constantino, todo tipo de enfermos llegaba. Paralíticos que sumaban más de dos mil, esperanzados que el Niño “prodigio”, los sacara de esa penumbra en que se encontraban sentados en una silla de ruedas, o bien, postrados en una cama de por vida. Tenía a lo largo de la semana, la distribución de cómo debía de curar, siendo los martes dedicados a los paralíticos, pero aún con esa regla, no dejaba de atender a otros individuos. En otro día, se anunciaba que el “Niño Fidencio” curaría a las personas enfermas de la vista. Y según se comentaba entre algunos enfermos, se mencionaba cierta mejoría para algunos ciegos y paralíticos, los que, no dejaba a la deriva, buscando darles seguimiento. El plazo que daba Fidencio de que estuvieran curados los enfermos tratados, era para el primero de marzo de 1928. Esto estaba causando el asombro de todo el mundo, al saber que miles de enfermos seguían a Fidencio, anunciando a todos, el alivio a que fueron objeto; de los males que a la gente le aquejaba.

Personajes: el misterioso pasaje del “Niño Fidencio” en Chihuahua”, forman parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si desea la colección de libros “Los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua”, tomos del I al XIII, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111) y si está interesado en los libros, mande un WhatsApp al 614 148 85 03 y con gusto le brindamos información.

Fuentes

  1. Fotos INAH.

  2. Libro Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua, Tomo 1.

Personaje tradicional y trascendental dentro de la cultura popular religiosa, rodeado de un profundo misterio y misticismo, es sin duda el llamado “Niño Fidencio”, hacedor de supuestos milagros -algunos dicen- que, aunque surgió en otro lugar distinto a nuestro estado de Chihuahua, también tuvo su repercusión a finales de los años veinte. El “Niñito” Fidencio, como muchos le dicen, nacería el 13 de noviembre de 1898 en el “Valle de las Cuevas”, Guanajuato, y cuyo nombre verdadero, fue Fidencio Constantino Síntora, aunque posteriormente, él mismo cambiaría de posición con el apellido materno, colocándolo en el lugar del paterno, tal vez debido al gran apego que tuvo con su señora madre.

El niño que aparece a la izquierda con Fidencio Socorro Constantino “Niño Fidencio”, es seguramente el hijo de su mejor amigo Enrique López de la Fuente (Foto INAH)

Los padres de Fidencio Socorro Constantino y María del Tránsito Síntora, procrearían cinco hijos: Buenaventura, Socorro, Joaquín, Fulgencia y por supuesto Fidencio; este último, realizaría desde muy temprana edad amistad con Enrique López de la Fuente, quien después sería el protector de Fidencio; ambos, eran muy católicos ortodoxos, pues ayudaban en las labores de la iglesia de Irámuco, Guanajuato; con el tiempo, le serviría para introducirse cada vez más en los asuntos religiosos. Fue así que para 1904 y estar muy apegado a la Iglesia, le permitiría salir de la extrema pobreza en que vivía, pues nunca le faltó un plato de comida, instrucción y educación al lado del sacerdote de la citada iglesia. Por este motivo, Fidencio fue afortunado que, a pesar de su miseria, pudo asistir a la escuela primaria hasta tercer año. Sus compañeros constantemente lo rodeaban para pedirle que les adivinara la suerte o les hiciera predicciones; como las respuestas no siempre eran gratas para los gandules, a Fidencio, le llovían golpes a menudo, y quien acudía en su ayuda era Enrique, quien por sus intervenciones también compartía las golpizas que Fidencio recibía de la tropa de chiquillos que les echaba montón allá por 1912.

Pasaron los años, y su mejor amigo Enrique se enroló en las filas de la Revolución Mexicana, mientras que Fidencio se mantuvo metido en otras actividades dentro del aspecto religioso. Al terminar el conflicto, el buen Enrique encaminó sus “baterías” a buscar un hogar, por lo que, al lograrlo, buscó a su amigo de siempre, Fidencio, para darle trabajo en su casa en la hacienda de “Espinazo”, lugar donde se desempeñaba como administrador en 1921. Fidencio Constantino asumió las labores de la cocina de la casa de Enrique, además, cuidaba con esmero al pequeño Ulises (hijo de Enrique), con el que aparece a menudo en diversas fotografías que le fueron tomadas. Es este tiempo, en el que Fidencio empezaba a llamar “padre” a su patrón Enrique, también, asume entre sus labores normales, curar a jornaleros lastimados o enfermos, así como auxiliar a las mujeres en sus partos. La gente de la región, empezaba a apreciar sus servicios y acudían de todas las rancherías a solicitar sus servicios. Por su bondad y sus manifestaciones de afecto para los demás, empezaba a tener fama, y poco a poco, se le iban presentando casos de curaciones complejas, obteniendo éxito.

Pronto, los métodos de Fidencio se volvieron noticia, gracias a Teodoro Von Wernich, dueño de la hacienda donde era administrador su padre adoptivo. El hacendado había puesto un anuncio en un periódico regiomontano, donde hablaba de las curaciones milagrosas que había recibido de Fidencio. Lo que pasó después de esto, fue historia (Foto INAH),

Llegó a convertirse en el gran “médico de médicos” para miles de hombres, mujeres y niños que, cada día imploraban su benevolencia y la bendición de sus “poderes divinos”. Pero el asunto empezó a subir de tono, con la fama que se comenzó a esparcir por toda la región, tal es así que, llegaron “los prodigios” que el “médico” como muchos le había bautizado a oídos del presidente de la república en aquel tiempo, el general Plutarco Elías Calles, quienes todos lo identificaban como el arquitecto de la terrible Guerra Cristera que ocurrió de 1926 a 1929, y que durante su gobierno, se tomaron medidas muy drásticas contra el arzobispo de México, expulsando a más de 200 clérigos y ordenando también el cierre de todos los conventos, colegios y asilos, generando así, una guerra larga y sangrienta, en donde su único objetivo era, según él, hacer respetar las Leyes de Reforma. Aún y con toda esta controversia, el 8 de febrero de 1928, el presidente Calles de creencia “espiritista”, visitaría la comunidad del Espinazo, Nuevo León, acompañado de una comitiva; esto era paradójico, porque este personaje siempre fue identificado como un enemigo de la Iglesia Católica. Sin embargo, ante esa necesidad de que alguien lo curara de todos sus males, fue que tuvo la oportunidad de visitar al “Niño” para tratarle su padecimiento, el cual, nunca fue revelado; el tratamiento que recibió el jefe máximo fue a base de miel con otras recetas del propio Fidencio sobre su cuerpo desnudo, y solamente cubierto con una cobija. El “santo” trató al presidente con las mismas atenciones que daba a los demás enfermos, por ello, Calles permanecería en un cuarto alrededor de seis horas solo, y preocupado Enrique de que ya había pasado mucho tiempo, decidió ir en busca de Fidencio.

Finalmente lo encontró haciendo otras curaciones y le preguntó, a qué hora iba a ir a atender al señor presidente, y con tranquilidad le respondió: "Ah! se me olvidó¨. En eso salió de la tienda donde estaba y regresando donde estaba el jefe del Ejecutivo, terminó la curación. En respuesta a las atenciones que le prodigó Fidencio, el general Plutarco Elías Calles, le envió por ferrocarril alimentos y medicamentos para cubrir en parte las necesidades de la población. Ya no era tan sólo la región de Espinazo, Nuevo León, la fama de este muchacho que había sido bautizado definitivamente como: “El Niño Fidencio”, llegaría a todos los rincones de México, no siendo la excepción el estado de Chihuahua y no se diga su capital. Era tal el “bum” del asunto, que muchas personas que se dedicaban a hacer “limpias” y a la “adivinanza de la mano” y esas cosas del esoterismo, empezaron a perder clientela, pues la gente comenzaba a ir por todos los medios en burro, caballo, carreta, tren y para los más riquillos, llegaban en automóvil. Era todo un acontecimiento sin precedente en México.

La noticia caía como de rayo entre los curanderos de Chihuahua, de esos que más que aplicar la ciencia, se dedicaban haciéndolo por sugestión o dando a beber brebajes que, ellos mismos preparaban o de aquellos que a base de amuletos, engañaban o hacían curar a las personas que estaban enfermas de algo. La noticia de Fidencio empezó a quitar clientes y la molestia se extendió por todos lados. Así mismo en la ciudad de Chihuahua, existían mujeres que se dedicaba a decir “la buena ventura” a todas las damitas inexpertas que creían a “pie juntillas” sobre la veracidad de sus pronósticos, y que no es más que un pretexto para quitarles los ahorros a las pobres ingenuas; que una “pócima” a base de toloache, para “amarrar” al muchacho y casarlo a la fuerza. Entre esas adivinadoras, existían algunas que hacían creer a las jovencitas, que poseían la bola de cristal, donde se observaba el pasado y el futuro; otras decían, que poseían el talismán de la India para hacer felices a los matrimonios, y otras que, utilizaban plumas de canarios envueltas en trapos sucios, las que los vendían como un talismán magnífico e infalible. Sin duda, todo un mercado de charlatanismo en la ciudad de Chihuahua.

Era el frío mes de febrero de 1928, cuando esto ya se había convertido en toda una verbena nacional, pues con las curaciones de Fidencio Constantino, todo tipo de enfermos llegaba. Paralíticos que sumaban más de dos mil, esperanzados que el Niño “prodigio”, los sacara de esa penumbra en que se encontraban sentados en una silla de ruedas, o bien, postrados en una cama de por vida. Tenía a lo largo de la semana, la distribución de cómo debía de curar, siendo los martes dedicados a los paralíticos, pero aún con esa regla, no dejaba de atender a otros individuos. En otro día, se anunciaba que el “Niño Fidencio” curaría a las personas enfermas de la vista. Y según se comentaba entre algunos enfermos, se mencionaba cierta mejoría para algunos ciegos y paralíticos, los que, no dejaba a la deriva, buscando darles seguimiento. El plazo que daba Fidencio de que estuvieran curados los enfermos tratados, era para el primero de marzo de 1928. Esto estaba causando el asombro de todo el mundo, al saber que miles de enfermos seguían a Fidencio, anunciando a todos, el alivio a que fueron objeto; de los males que a la gente le aquejaba.

Personajes: el misterioso pasaje del “Niño Fidencio” en Chihuahua”, forman parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si desea la colección de libros “Los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua”, tomos del I al XIII, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111) y si está interesado en los libros, mande un WhatsApp al 614 148 85 03 y con gusto le brindamos información.

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  1. Fotos INAH.

  2. Libro Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua, Tomo 1.

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