/ domingo 5 de mayo de 2024

Personajes: el misterioso pasaje del “Niño Fidencio” en Chihuahua (Milagros al por mayor)

Por: Óscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com


Personaje tradicional y trascendental dentro de la cultura popular religiosa, rodeado de un profundo misterio y misticismo, es el llamado “Niño Fidencio”, hacedor de supuestos milagros -algunos dicen- que, aunque surgió en otro lugar distinto a nuestro estado de Chihuahua, también tuvo su repercusión a finales de los años veinte. Fidencio antes de irse a descansar, se dirigía a visitar un “pirul”, árbol que con el tiempo fue considerado como sagrado, pues el Niño se dirigía a orar, y además era seguido por la multitud que esperaba recibir de las manos de éste consideración para la curación a sus males. Los trenes de pasajeros empezaban a llegar a la región, llenos de enfermos buscando una oportunidad de ser curados, los que aumentaban cada día más y el campamento, a pesar de que los curados que abandonaban Espinazo eran numerosos, no por eso, el campamento se veía despoblado.

Nuestro protagonista que había llamado poderosamente la atención, y de los cuales, se le cuentan muchos milagros, había sido visitado por un joven de la ciudad de Saltillo, llamado Adolfo Guzmán, sordo mudo a consecuencia de un susto, contando con 22 años de edad. Los padres del muchacho, al saber de la existencia de Fidencio, enviaron a su hijo a que se curara con el Niño. Cuando Adolfo llegó al círculo de enfermos en espera de recibir la “mano divina”, estaba muy asustado y más aún, cuando se le acercó el Niño Fidencio, el cual, tomándole la cara entre sus manos, quiso echar a correr, pero éste lo detuvo, logrando calmarlo e invitándolo a que se sentara y se tranquilizara. Ya reposado, el “tamaturgo” se desató su pañuelo que llevaba en el cuello, y después de haberle dado dos o tres palmadas por toda la cara, y frotando los oídos, labios y garganta, le dio una cachetada, haciendo que el mudo exhalara una queja; después lo cogió y subió al columpio medicinal, donde se estuvo meciendo un rato y cuando más descuidado estaba, lo dejó caer al suelo.

Fidencio fue considerado por los que fueron “Sanados” como una “deidad”

Todos creían que se la había soltado a Fidencio que, seguía en la cuerda, reía a más no poder mientras que Adolfo, lleno de pavor, trataba de salir del círculo de curación llamado a gritos a su mamá… Ya por la tarde, cuando el sordomudo estaba calmado fuera del círculo, pero ahora estaba no en calidad de enfermo, sino de espectador. El muchacho había quedado sanado, y ya podía articular palabras y además, escuchaba las palabras que la gente le dirigía, y en eso, lo abordó un reportero que había sido enviado por el Heraldo de Chihuahua a la región, el cual, le preguntó: “¿Cuéntame de tu experiencia?” y Adolfo le contestó: “Perdí la voz y el oído cuando me caí de una roca muy alta, cinco años atrás… Cuando Fidencio me pasó el pañuelo por el cuello, creí que me iba a ahorcar, y por eso, quería escapar y cuando me dio la cachetada, casi me dio coraje, pero cuando llegué al columpio, me dejó caer, sentí una terrible impresión como si fuera precipitarme de una inmensa altura; sentí, un vació en el estómago y al caer, grité en medio de la desesperación a mi mamá…” de esta manera concluía su dialogo con el reportero.

Entre la bola de gente que se acercaba para que el Niño Fidencio la curara, había llegado en ferrocarril una señorita procedente de la ciudad de Chihuahua que, desde hacía tiempo atrás, tenía algunos problemas con una muela que no la dejaba dormir, era un asunto de “vida o muerte”, según manifestaba la chamaca al llegar entre la multitud que estaba con el niño milagroso. La chihuahuense de nombre Chabelita, tuvo que esperarse hasta la madrugada del siguiente día, pues era el momento en que serían atendidas una cantidad importante de personas con algún problema con la dentadura, ya cuando el calendario marcaba el martes 24 de marzo de 1928. Uno de los testigos que había estado entre la gente que necesitaba una consulta odontológica comentaba: “Puede observar cómo Fidencio sacaba las muelas a los enfermos, cosa que yo ponía en tela de juicio y en eso, le tocó el turno a la niña Chabelita, que venía de Chihuahua, la cual, expresaba tener fuertes punzadas en las muelas, por lo que el “santo” la atendió de inmediato y cantando su melodía favorita, solicitó que le trajeran unas pinzas mecánicas a una de sus colaboradoras; ésta era la hija de un carcelero de Espinazo, Nuevo León, la cual corrió a buscarlas… Después de un rato, la niña entregó a Fidencio la herramienta solicitada, fue que, con la mayor facilidad, Fidencio le sacó dos muelas que la señorita denunciara sentir dolencia alguna; después de esto, le dio de beber “medicinas”; se lavó la boca y la operación quedó terminada; la señorita, le pagó y además le obsequió un par de palomas que llevaba en una canasta. Fidencio las sacó luego y las mandó a volar a la azotea de la casa, donde se encontraban otras, diciéndoles: “Váyanse con sus hermanitas” …La niña de Chihuahua, contenta, se devolvió a su tierra hablando maravillas del santo del Espinazo.

Todos los de Espinazo, se acomedían a llevar las preparaciones para la medicina, esta era a base de Guamis o gobernadora, naranjas, frutas de toda clase, y cuanta hierba se encontraban en el campo, todo echaban a ese gran tanque que continuamente estaba en ebullición; cuando ya se tenían todas las hierbas y frutas, le avisaban a Fidencio, y este, a pesar de que el agua estaba hirviendo, metía el brazo y removía el contenido sin quemarse, probando el líquido, y cuando estaba listo, lo pasaban a otros tanques para su filtración y de allí, se repartía entre todos los vecinos del lugar, que la emplean como agua de uso ordinario y hasta para lavarse la cara. El sabor de esa agua era de naranja o manzana, y otras veces de la planta Guamis o gobernadora. Una cosa curiosa era, lo que acontecía con la medicina, pues llenado los tres recipientes del mismo tanque, de la misma agua, el sabor en las tres vasijas era diferente, y su color variaba un poco entre los tres.

“La pomada” fabricada con jabón, huevo, tomates y “medicina” de esa que elabora Fidencio en los tanques, se mezclaba bien hasta quedar batida. Esa pomada, servía para las quemaduras, raspaduras, dolores en general, curación de paralíticos, leprosos, restañar heridas, cura catarros, en fin, era una pomada universal, la cual, era repartida en pequeños frascos. A esas fechas, la adquisición de la pomada era cosa más que difícil, porque su demanda era verdaderamente excesiva. Otro misterio era, las medicinas que Fidencio utilizaba para las curaciones. Uno de esos secretos estaba en la casa de este en un gran tanque, donde estaba continuamente cayendo de un tubo de pulgada de diámetro, un chorro de agua que nunca paraba, y en ese tanque, se hacía el cocimiento de hierbas para surtir de medicina a toda la población.

Campamento del “Niño Fidencio”, donde cientos de personas esperaban una oportunidad de ser “sanados”

Diariamente, los enfermos que iban al espinazo procedentes de la ciudad de Chihuahua y otras localidades para ser curados por el Niño Fidencio hacían fila para ser atendidos. Fidencio diariamente no salía al patio donde estaban los pacientes, sino que permanecía en su consultorio recetando a los que ya habían recibido su primera curación, y que sólo habían regresado a que se les surtieran medicinas que tenían que emplear para su atención. En esta operación, se perdían bastantes horas del día y de la noche, pero cuando salía a atender a los enfermos que estaban en el círculo de inmediato, se ponía a curar a todos sin excepción, es decir, a los paralíticos, leprosos, enfermos de muelas, del estómago, de parásitos y paseándose entre ellos en el orden en que se encontraban sentados. De esta manera, eran atendidos y curados, sin fijarse en la clase de enfermedad que padecían o de la categoría social a la que pertenecían, pues para él todos eran iguales…Esta Crónica continuará.


Personajes: el misterioso pasaje del “Niño Fidencio” en Chihuahua”, forman parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si desea la colección de libros “Los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua”, tomos del I al XIII, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111) y si está interesado en los libros, mande un WhatsApp al 614 148 85 03 y con gusto le brindamos información.


Fuentes

  1. Fotos INAH.

  2. Libro Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua, Tomo 1.

Por: Óscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com


Personaje tradicional y trascendental dentro de la cultura popular religiosa, rodeado de un profundo misterio y misticismo, es el llamado “Niño Fidencio”, hacedor de supuestos milagros -algunos dicen- que, aunque surgió en otro lugar distinto a nuestro estado de Chihuahua, también tuvo su repercusión a finales de los años veinte. Fidencio antes de irse a descansar, se dirigía a visitar un “pirul”, árbol que con el tiempo fue considerado como sagrado, pues el Niño se dirigía a orar, y además era seguido por la multitud que esperaba recibir de las manos de éste consideración para la curación a sus males. Los trenes de pasajeros empezaban a llegar a la región, llenos de enfermos buscando una oportunidad de ser curados, los que aumentaban cada día más y el campamento, a pesar de que los curados que abandonaban Espinazo eran numerosos, no por eso, el campamento se veía despoblado.

Nuestro protagonista que había llamado poderosamente la atención, y de los cuales, se le cuentan muchos milagros, había sido visitado por un joven de la ciudad de Saltillo, llamado Adolfo Guzmán, sordo mudo a consecuencia de un susto, contando con 22 años de edad. Los padres del muchacho, al saber de la existencia de Fidencio, enviaron a su hijo a que se curara con el Niño. Cuando Adolfo llegó al círculo de enfermos en espera de recibir la “mano divina”, estaba muy asustado y más aún, cuando se le acercó el Niño Fidencio, el cual, tomándole la cara entre sus manos, quiso echar a correr, pero éste lo detuvo, logrando calmarlo e invitándolo a que se sentara y se tranquilizara. Ya reposado, el “tamaturgo” se desató su pañuelo que llevaba en el cuello, y después de haberle dado dos o tres palmadas por toda la cara, y frotando los oídos, labios y garganta, le dio una cachetada, haciendo que el mudo exhalara una queja; después lo cogió y subió al columpio medicinal, donde se estuvo meciendo un rato y cuando más descuidado estaba, lo dejó caer al suelo.

Fidencio fue considerado por los que fueron “Sanados” como una “deidad”

Todos creían que se la había soltado a Fidencio que, seguía en la cuerda, reía a más no poder mientras que Adolfo, lleno de pavor, trataba de salir del círculo de curación llamado a gritos a su mamá… Ya por la tarde, cuando el sordomudo estaba calmado fuera del círculo, pero ahora estaba no en calidad de enfermo, sino de espectador. El muchacho había quedado sanado, y ya podía articular palabras y además, escuchaba las palabras que la gente le dirigía, y en eso, lo abordó un reportero que había sido enviado por el Heraldo de Chihuahua a la región, el cual, le preguntó: “¿Cuéntame de tu experiencia?” y Adolfo le contestó: “Perdí la voz y el oído cuando me caí de una roca muy alta, cinco años atrás… Cuando Fidencio me pasó el pañuelo por el cuello, creí que me iba a ahorcar, y por eso, quería escapar y cuando me dio la cachetada, casi me dio coraje, pero cuando llegué al columpio, me dejó caer, sentí una terrible impresión como si fuera precipitarme de una inmensa altura; sentí, un vació en el estómago y al caer, grité en medio de la desesperación a mi mamá…” de esta manera concluía su dialogo con el reportero.

Entre la bola de gente que se acercaba para que el Niño Fidencio la curara, había llegado en ferrocarril una señorita procedente de la ciudad de Chihuahua que, desde hacía tiempo atrás, tenía algunos problemas con una muela que no la dejaba dormir, era un asunto de “vida o muerte”, según manifestaba la chamaca al llegar entre la multitud que estaba con el niño milagroso. La chihuahuense de nombre Chabelita, tuvo que esperarse hasta la madrugada del siguiente día, pues era el momento en que serían atendidas una cantidad importante de personas con algún problema con la dentadura, ya cuando el calendario marcaba el martes 24 de marzo de 1928. Uno de los testigos que había estado entre la gente que necesitaba una consulta odontológica comentaba: “Puede observar cómo Fidencio sacaba las muelas a los enfermos, cosa que yo ponía en tela de juicio y en eso, le tocó el turno a la niña Chabelita, que venía de Chihuahua, la cual, expresaba tener fuertes punzadas en las muelas, por lo que el “santo” la atendió de inmediato y cantando su melodía favorita, solicitó que le trajeran unas pinzas mecánicas a una de sus colaboradoras; ésta era la hija de un carcelero de Espinazo, Nuevo León, la cual corrió a buscarlas… Después de un rato, la niña entregó a Fidencio la herramienta solicitada, fue que, con la mayor facilidad, Fidencio le sacó dos muelas que la señorita denunciara sentir dolencia alguna; después de esto, le dio de beber “medicinas”; se lavó la boca y la operación quedó terminada; la señorita, le pagó y además le obsequió un par de palomas que llevaba en una canasta. Fidencio las sacó luego y las mandó a volar a la azotea de la casa, donde se encontraban otras, diciéndoles: “Váyanse con sus hermanitas” …La niña de Chihuahua, contenta, se devolvió a su tierra hablando maravillas del santo del Espinazo.

Todos los de Espinazo, se acomedían a llevar las preparaciones para la medicina, esta era a base de Guamis o gobernadora, naranjas, frutas de toda clase, y cuanta hierba se encontraban en el campo, todo echaban a ese gran tanque que continuamente estaba en ebullición; cuando ya se tenían todas las hierbas y frutas, le avisaban a Fidencio, y este, a pesar de que el agua estaba hirviendo, metía el brazo y removía el contenido sin quemarse, probando el líquido, y cuando estaba listo, lo pasaban a otros tanques para su filtración y de allí, se repartía entre todos los vecinos del lugar, que la emplean como agua de uso ordinario y hasta para lavarse la cara. El sabor de esa agua era de naranja o manzana, y otras veces de la planta Guamis o gobernadora. Una cosa curiosa era, lo que acontecía con la medicina, pues llenado los tres recipientes del mismo tanque, de la misma agua, el sabor en las tres vasijas era diferente, y su color variaba un poco entre los tres.

“La pomada” fabricada con jabón, huevo, tomates y “medicina” de esa que elabora Fidencio en los tanques, se mezclaba bien hasta quedar batida. Esa pomada, servía para las quemaduras, raspaduras, dolores en general, curación de paralíticos, leprosos, restañar heridas, cura catarros, en fin, era una pomada universal, la cual, era repartida en pequeños frascos. A esas fechas, la adquisición de la pomada era cosa más que difícil, porque su demanda era verdaderamente excesiva. Otro misterio era, las medicinas que Fidencio utilizaba para las curaciones. Uno de esos secretos estaba en la casa de este en un gran tanque, donde estaba continuamente cayendo de un tubo de pulgada de diámetro, un chorro de agua que nunca paraba, y en ese tanque, se hacía el cocimiento de hierbas para surtir de medicina a toda la población.

Campamento del “Niño Fidencio”, donde cientos de personas esperaban una oportunidad de ser “sanados”

Diariamente, los enfermos que iban al espinazo procedentes de la ciudad de Chihuahua y otras localidades para ser curados por el Niño Fidencio hacían fila para ser atendidos. Fidencio diariamente no salía al patio donde estaban los pacientes, sino que permanecía en su consultorio recetando a los que ya habían recibido su primera curación, y que sólo habían regresado a que se les surtieran medicinas que tenían que emplear para su atención. En esta operación, se perdían bastantes horas del día y de la noche, pero cuando salía a atender a los enfermos que estaban en el círculo de inmediato, se ponía a curar a todos sin excepción, es decir, a los paralíticos, leprosos, enfermos de muelas, del estómago, de parásitos y paseándose entre ellos en el orden en que se encontraban sentados. De esta manera, eran atendidos y curados, sin fijarse en la clase de enfermedad que padecían o de la categoría social a la que pertenecían, pues para él todos eran iguales…Esta Crónica continuará.


Personajes: el misterioso pasaje del “Niño Fidencio” en Chihuahua”, forman parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si desea la colección de libros “Los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua”, tomos del I al XIII, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111) y si está interesado en los libros, mande un WhatsApp al 614 148 85 03 y con gusto le brindamos información.


Fuentes

  1. Fotos INAH.

  2. Libro Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua, Tomo 1.

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