/ martes 28 de septiembre de 2021

Hacia una cultura de paz | Agarremos al “toro por los cuernos”

El conflicto es una condición permanente e inevitable de la vida humana. Es dinámico e impredeciblemente, evoluciona a gran velocidad, pudiendo escalar en violencia. Llega inadvertido formando una turbulencia oscura que nubla nuestro juicio y que afecta nuestra vida. No nace de la noche a la mañana, requiere tiempo para gestarse (habitualmente en silencio), hasta que se torna incontenible y explota. Es hasta que eso ocurre que implementamos procesos y técnicas para contenerlo, disminuirlo y quizá resolverlo, cuando se debió pensar desde el inicio en herramientas de prevención para intervenirlo en una etapa temprana. Últimamente con los acontecimientos de este pasado y presente año, las controversias han estado al alza; parecieran “miles por minuto”, desde conflictos intrapersonales, interpersonales, intergrupales, internacionales y súmele los que se le ocurran.

Por lo general son las disonancias en creencias, percepciones, valores, intereses y suposiciones, generados por el mismo cambio social y por la unicidad de cada persona, lo que los ocasiona. En cuanto a las suposiciones, en vez de hablar de la situación dificultosa, callamos evadiéndola y suponemos en lugar de preguntar asertivamente qué sucede, permitiendo una escalada en el conflicto debido al “yo creí”, “yo pensé”, “yo supuse”, y el resultado será negativo.

Tendemos a evitarlos, suprimirlos o a atacarlos con violencia, pues ¿Quién en su sano juicio querría conflictos? Mejor le corremos. El aspecto negativo es la manera en que lo resolvemos, que depende en gran medida de nuestras elecciones y hábitos adquiridos para enfrentarlo. Nuestra voluntad va dirigida a defender nuestros intereses, queriendo anular o dañar el de los demás; de ahí la cultura de ganar-perder en la que hemos crecido, que ocasiona que las relaciones terminen quebrantadas. ¿Cuántas relaciones hemos dañado por nuestra incapacidad de solucionar el conflicto? De abordarlos correctamente, podría representar una oportunidad de crecimiento, cambio y transformación hacia algo positivo; de ahí cambiar el paradigma de que terminará dañándonos. Da miedo, pero “tomarlo por los cuernos” correctamente nos conducirá a un resultado de ganar-ganar que quizá reconstruya puentes con los demás.

Recordemos que en un conflicto entre dos personas existen dos versiones distintas, ambas correctas y válidas; el reto es encontrar el punto objetivo de la discusión y proponer soluciones. Busquemos alternativas pacíficas a través del diálogo. Nadie es adivino para comprender lo que el otro piensa. Un libro muy sencillo no académico que recomiendo para conocer estrategias para solucionarlo es “Los cuatro acuerdos” de Miguel Ruiz: Sé impecable con tus palabras, no tomes nada personal y, sobre todo, no haga suposiciones. Este año ha sido el del “continuum” de conflictos que pareciera no podemos resolver, y si son parte inevitable de nuestra vida, entonces abordémoslos correctamente. Hoy es nuestra oportunidad.

Yanez_flor@hotmail.com

El conflicto es una condición permanente e inevitable de la vida humana. Es dinámico e impredeciblemente, evoluciona a gran velocidad, pudiendo escalar en violencia. Llega inadvertido formando una turbulencia oscura que nubla nuestro juicio y que afecta nuestra vida. No nace de la noche a la mañana, requiere tiempo para gestarse (habitualmente en silencio), hasta que se torna incontenible y explota. Es hasta que eso ocurre que implementamos procesos y técnicas para contenerlo, disminuirlo y quizá resolverlo, cuando se debió pensar desde el inicio en herramientas de prevención para intervenirlo en una etapa temprana. Últimamente con los acontecimientos de este pasado y presente año, las controversias han estado al alza; parecieran “miles por minuto”, desde conflictos intrapersonales, interpersonales, intergrupales, internacionales y súmele los que se le ocurran.

Por lo general son las disonancias en creencias, percepciones, valores, intereses y suposiciones, generados por el mismo cambio social y por la unicidad de cada persona, lo que los ocasiona. En cuanto a las suposiciones, en vez de hablar de la situación dificultosa, callamos evadiéndola y suponemos en lugar de preguntar asertivamente qué sucede, permitiendo una escalada en el conflicto debido al “yo creí”, “yo pensé”, “yo supuse”, y el resultado será negativo.

Tendemos a evitarlos, suprimirlos o a atacarlos con violencia, pues ¿Quién en su sano juicio querría conflictos? Mejor le corremos. El aspecto negativo es la manera en que lo resolvemos, que depende en gran medida de nuestras elecciones y hábitos adquiridos para enfrentarlo. Nuestra voluntad va dirigida a defender nuestros intereses, queriendo anular o dañar el de los demás; de ahí la cultura de ganar-perder en la que hemos crecido, que ocasiona que las relaciones terminen quebrantadas. ¿Cuántas relaciones hemos dañado por nuestra incapacidad de solucionar el conflicto? De abordarlos correctamente, podría representar una oportunidad de crecimiento, cambio y transformación hacia algo positivo; de ahí cambiar el paradigma de que terminará dañándonos. Da miedo, pero “tomarlo por los cuernos” correctamente nos conducirá a un resultado de ganar-ganar que quizá reconstruya puentes con los demás.

Recordemos que en un conflicto entre dos personas existen dos versiones distintas, ambas correctas y válidas; el reto es encontrar el punto objetivo de la discusión y proponer soluciones. Busquemos alternativas pacíficas a través del diálogo. Nadie es adivino para comprender lo que el otro piensa. Un libro muy sencillo no académico que recomiendo para conocer estrategias para solucionarlo es “Los cuatro acuerdos” de Miguel Ruiz: Sé impecable con tus palabras, no tomes nada personal y, sobre todo, no haga suposiciones. Este año ha sido el del “continuum” de conflictos que pareciera no podemos resolver, y si son parte inevitable de nuestra vida, entonces abordémoslos correctamente. Hoy es nuestra oportunidad.

Yanez_flor@hotmail.com