/ martes 22 de junio de 2021

Hacia una cultura de paz | Albañilas rompiendo estereotipos

Desde antes del nacimiento de una persona, nuestra sociedad imprime su destino de acuerdo con su género masculino o femenino, cada uno revisto de características contrastantes entre sí, y con tareas bien delimitadas y excluyentes. La mujer sigue estando destinada (mucho menos que generaciones anteriores) al ámbito doméstico y el hombre, al público, de poder, independencia y prestigio. Con los años hemos avanzado en la lucha para lograr una equidad entre ambos, observando el incremento de la colocación de la mujer en ámbitos originalmente reservados para el varón. Aún así, persisten obstáculos para la plena inserción y permanencia en condiciones de igualdad respecto a ellos.

Cada vez es más común observar a mujeres elegir profesiones consideradas “poco afín” a su estereotipo de género, como la construcción. Es complicado romper los estigmas que impiden la plena realización del trabajo femenino, impensable entonces que sean albañilas y hagan mezcla, levanten blocks, escaven o edifiquen algo por ellas mismas. ¿Cuándo hemos visto a una plantilla sólo de mujeres construyendo una casa?, o ¿qué tan frecuente hemos llamado al plomero y descubrir a una mujer en la puerta? Ciertos oficios siguen siendo destinados para la “fuerza y saber” masculinos, aunque esto está cambiando.

Ello me hizo recordar a un chico transexual que, cuando era mujer, se le fue negado un empleo porque implicaba esfuerzo físico. Al terminar su transición a hombre, solicitó el mismo empleo y se le fue dado sin cuestionar, aún cuando era mismo cuerpo. Hace unos días leí un artículo que mencionaba que tener una maestría o doctorado no aseguraba un incremento en el sueldo, y realizar un oficio era muy bien pagado.

Un carpintero puede ganar de $1,000 a $3,000 pesos diarios, un buen albañil cobra una fortuna por cada block que pone y un fontanero, arregla en cinco minutos una fuga de agua, cobrando como si fuera fuga de oro. Hace semanas al externar la idea de querer levantar la barda de mi patio, una amiga me ofreció su ayuda.

Lo que sería subir la altura de la barda 20 cm y la instalación de una lámpara, se convirtió en un trabajo conjunto de albañilería que implicó la edificación de más de 300 blocks sobre andamios, ranuración de paredes para la instalación eléctrica, trabajo de fontanería y thermofusión, soldadura y jardinería. Recientemente se publicó el documental “Albañilas, mujeres que construyen sin patrón”. Cuenta la historia de féminas que se autogestionan y reivindican para trabajar en la albañilería.

Han atravesado una serie de obstáculos desde el acceso a materiales y la cultura machista con la cuál son miradas. La eduidad de género va más allá de si es hombre o mujer, implica conocer el oficio, saber las técnicas y conocimiento espefífico, que eso lo complicado, no tanto el género de quién lo hace. Por cierto, me duelen los brazos de levantar blocks, si conocen a un (sobador, a) me lo mandan.

Desde antes del nacimiento de una persona, nuestra sociedad imprime su destino de acuerdo con su género masculino o femenino, cada uno revisto de características contrastantes entre sí, y con tareas bien delimitadas y excluyentes. La mujer sigue estando destinada (mucho menos que generaciones anteriores) al ámbito doméstico y el hombre, al público, de poder, independencia y prestigio. Con los años hemos avanzado en la lucha para lograr una equidad entre ambos, observando el incremento de la colocación de la mujer en ámbitos originalmente reservados para el varón. Aún así, persisten obstáculos para la plena inserción y permanencia en condiciones de igualdad respecto a ellos.

Cada vez es más común observar a mujeres elegir profesiones consideradas “poco afín” a su estereotipo de género, como la construcción. Es complicado romper los estigmas que impiden la plena realización del trabajo femenino, impensable entonces que sean albañilas y hagan mezcla, levanten blocks, escaven o edifiquen algo por ellas mismas. ¿Cuándo hemos visto a una plantilla sólo de mujeres construyendo una casa?, o ¿qué tan frecuente hemos llamado al plomero y descubrir a una mujer en la puerta? Ciertos oficios siguen siendo destinados para la “fuerza y saber” masculinos, aunque esto está cambiando.

Ello me hizo recordar a un chico transexual que, cuando era mujer, se le fue negado un empleo porque implicaba esfuerzo físico. Al terminar su transición a hombre, solicitó el mismo empleo y se le fue dado sin cuestionar, aún cuando era mismo cuerpo. Hace unos días leí un artículo que mencionaba que tener una maestría o doctorado no aseguraba un incremento en el sueldo, y realizar un oficio era muy bien pagado.

Un carpintero puede ganar de $1,000 a $3,000 pesos diarios, un buen albañil cobra una fortuna por cada block que pone y un fontanero, arregla en cinco minutos una fuga de agua, cobrando como si fuera fuga de oro. Hace semanas al externar la idea de querer levantar la barda de mi patio, una amiga me ofreció su ayuda.

Lo que sería subir la altura de la barda 20 cm y la instalación de una lámpara, se convirtió en un trabajo conjunto de albañilería que implicó la edificación de más de 300 blocks sobre andamios, ranuración de paredes para la instalación eléctrica, trabajo de fontanería y thermofusión, soldadura y jardinería. Recientemente se publicó el documental “Albañilas, mujeres que construyen sin patrón”. Cuenta la historia de féminas que se autogestionan y reivindican para trabajar en la albañilería.

Han atravesado una serie de obstáculos desde el acceso a materiales y la cultura machista con la cuál son miradas. La eduidad de género va más allá de si es hombre o mujer, implica conocer el oficio, saber las técnicas y conocimiento espefífico, que eso lo complicado, no tanto el género de quién lo hace. Por cierto, me duelen los brazos de levantar blocks, si conocen a un (sobador, a) me lo mandan.