/ sábado 21 de agosto de 2021

Innominado 

Por: María de los Ángeles Ruiz

Durante la pandemia conocí a A, una niña a quien nunca he visto personalmente pero que a través de sus trabajos y las narraciones que me hace su maestra de preescolar, quien la ha estado atendiendo en forma virtual, aprendí a estimar. A es la mejor alumna de ese grupo de ese plantel de educación preescolar en Ciudad Juárez Chihuahua, un jardín de niños modesto pero que ha seguido funcionando con toda la voluntad de los maestros para que los infantes logren sus objetivos de aprendizaje.

Con emoción su educadora me platicaba cómo la mamá de A le enviaba las evidencias de su aprendizaje mediante fotografías, donde la infante de segundo grado ya escribía grafías y pronto podrá leer.

Las clases se llevaban a cabo por Google Meet, la plataforma que implementó el gobierno para poder generar reuniones virtuales, en no pocas ocasiones la maestra fue testigo del arribo del padre de familia a la casa después de regresar del trabajo, ya que A se encontraba en clase, y muchas veces fue interrumpida por su padre para abrazarla y decirle que la amaba.

Su mamá siempre cumplió con la disciplina de enviar las evidencias, y de ayudar a su hija para que realizara las actividades que se les encargaran, y en resultado pues la niña había logrado ya casi leer.

Acabó el ciclo pasado y A fue la alumna más destacada de su grupo, la educadora me comentó lo orgullosa que estaba de su alumna y que esperaba que A siguiera triunfando con ese ímpetu que la ha caracterizado y con el apoyo que tenía de su familia.

En días pasados platiqué con la educadora, y la encontré llorando, pregunté qué había sucedido…

El domingo dos sujetos armados ingresaron al domicilio de A, y masacraron al papá de la pequeña y a su abuelo; la mamá de A tomó a la pequeña y logró esconderse en una recámara, pero los “jóvenes” salieron del domicilio gritando que volverían “a acabar con todos”.

No quise ser imprudente, pero sí deje sentir la inquietud de si alguien sabía por qué había sucedido lo que había sucedido; me comentó que una sobrina del papá de A había sido violada por unos sujetos y que la familia había presentado una denuncia, habían aprehendido a los responsables, pero que lograron salir en libertad y habían prometido vengar y acabar a todos los miembros de esa familia.

El domingo empezaron.

¿Cómo puede ser que esto suceda? Sé cómo, pero de verdad que a mí todavía me sigue molestando y sorprendiendo, rompiendo el corazón e incomodando, provocando tristeza y desánimo saber que los “jóvenes” de mi estado, de mi país, se dediquen a hacer lo que estos innominados hicieron.

¿Qué más le puedo decir?

Gracias por leerme. María de los Ángeles Ruiz Almeyda, miembro de AECH, saludos.

Por: María de los Ángeles Ruiz

Durante la pandemia conocí a A, una niña a quien nunca he visto personalmente pero que a través de sus trabajos y las narraciones que me hace su maestra de preescolar, quien la ha estado atendiendo en forma virtual, aprendí a estimar. A es la mejor alumna de ese grupo de ese plantel de educación preescolar en Ciudad Juárez Chihuahua, un jardín de niños modesto pero que ha seguido funcionando con toda la voluntad de los maestros para que los infantes logren sus objetivos de aprendizaje.

Con emoción su educadora me platicaba cómo la mamá de A le enviaba las evidencias de su aprendizaje mediante fotografías, donde la infante de segundo grado ya escribía grafías y pronto podrá leer.

Las clases se llevaban a cabo por Google Meet, la plataforma que implementó el gobierno para poder generar reuniones virtuales, en no pocas ocasiones la maestra fue testigo del arribo del padre de familia a la casa después de regresar del trabajo, ya que A se encontraba en clase, y muchas veces fue interrumpida por su padre para abrazarla y decirle que la amaba.

Su mamá siempre cumplió con la disciplina de enviar las evidencias, y de ayudar a su hija para que realizara las actividades que se les encargaran, y en resultado pues la niña había logrado ya casi leer.

Acabó el ciclo pasado y A fue la alumna más destacada de su grupo, la educadora me comentó lo orgullosa que estaba de su alumna y que esperaba que A siguiera triunfando con ese ímpetu que la ha caracterizado y con el apoyo que tenía de su familia.

En días pasados platiqué con la educadora, y la encontré llorando, pregunté qué había sucedido…

El domingo dos sujetos armados ingresaron al domicilio de A, y masacraron al papá de la pequeña y a su abuelo; la mamá de A tomó a la pequeña y logró esconderse en una recámara, pero los “jóvenes” salieron del domicilio gritando que volverían “a acabar con todos”.

No quise ser imprudente, pero sí deje sentir la inquietud de si alguien sabía por qué había sucedido lo que había sucedido; me comentó que una sobrina del papá de A había sido violada por unos sujetos y que la familia había presentado una denuncia, habían aprehendido a los responsables, pero que lograron salir en libertad y habían prometido vengar y acabar a todos los miembros de esa familia.

El domingo empezaron.

¿Cómo puede ser que esto suceda? Sé cómo, pero de verdad que a mí todavía me sigue molestando y sorprendiendo, rompiendo el corazón e incomodando, provocando tristeza y desánimo saber que los “jóvenes” de mi estado, de mi país, se dediquen a hacer lo que estos innominados hicieron.

¿Qué más le puedo decir?

Gracias por leerme. María de los Ángeles Ruiz Almeyda, miembro de AECH, saludos.