/ viernes 9 de febrero de 2024

La esperanza

Nuestro narco presidente nos prometió que él y su partido eran la esperanza del país luego de presumir que había fundado el “humanismo mexicano”. Tan humanista ha sido dicho sujeto que dejó morir a casi ochocientos mil mexicanos con el Covid-19, más de cuatro mil niños con cáncer denunciándolos que querían darle un golpe de Estado, que eran golpistas; y orgullosamente presumir el número de asesinatos en el país.


Siguiendo a Santo Tomás de Aquino, la esperanza ha sido definida como la "virtud infusa que capacita al hombre para tener confianza y plena certeza de conseguir la vida eterna y los medios, tanto sobrenaturales como naturales, necesarios para alcanzarla, apoyado en el auxilio omnipotente de Dios...” “A la esperanza se oponen, por defecto, la desesperación y, por exceso, la presunción”.


En términos más mundanos, la esperanza es la “confianza en que ocurra algo, o en lograr algo que se desea”.


Por lo anterior, podemos afirmar que ninguna luz, ni ninguna estrella que hayamos visto brillar en el día más claro o la noche más oscura, se perderá nunca. Si dejamos de verla, será porque alguna nube la oculta temporalmente.


En realidad, muy internamente todos sabemos que la esperanza nunca muere, a pesar de que se encuentre sepultada por el miedo o por la duda. Y muchos son los que tenemos que ver con respeto y admiración, que son aquellos que han luchado y vencido; los que han tenido que hacerle frente a todo tipo de crisis o a graves enfermedades en su vida. Todos aquellos que ya han sido verdaderamente puestos a prueba.


Aquellos que no han abandonado la esperanza, nos han demostrado que el que más ha sufrido, ha aprendido las remunerativas lecciones de la paciencia, la caridad, el amor, el valor y sobre todo de la fe, su gran compañera.


Si nos enfrentamos a gente poderosa, debemos saber que, si estamos en lo justo, una derrota, o los obstáculos que nos pongan en el camino, no son realmente de importancia, porque al final de cuentas, la persona con la razón triunfará.


Por muy mal que nos haya ido en la vida, todos tenemos momentos de alegría y felicidad por cada lágrima derramada.


En realidad a todos los seres humanos nos es difícil prescindir de triunfos o errores. Todos tenemos que alcanzar unos e incurrir en los otros, pues todos sabemos que el éxito no depende de poseer un criterio o una opinión infalibles, sino del valor y la fuerza para probar cosas nuevas y la habilidad para aprender de los errores que cometemos.


En el momento que dejamos de probar o experimentar cosas nuevas, proyectos y planes, empezamos a deteriorarnos.


La gran ventaja de ver, sentir y actuar con esperanza es que nos permite dejar de quejarnos de nuestra suerte y nos deja poner en práctica nuestras resoluciones. Nos permite entender que nuestros pensamientos son solo sueños mientras no probemos ponerlos en práctica.


Todos tenemos un sitio en este mundo, y podemos tomar una decisión de cómo reaccionar ante los acontecimientos que nos rodean.


Tenemos que estar conscientes que los zurdos nunca serán la esperanza de nadie. Ni lo han sido ni lo serán.


Nuestro narco presidente nos prometió que él y su partido eran la esperanza del país luego de presumir que había fundado el “humanismo mexicano”. Tan humanista ha sido dicho sujeto que dejó morir a casi ochocientos mil mexicanos con el Covid-19, más de cuatro mil niños con cáncer denunciándolos que querían darle un golpe de Estado, que eran golpistas; y orgullosamente presumir el número de asesinatos en el país.


Siguiendo a Santo Tomás de Aquino, la esperanza ha sido definida como la "virtud infusa que capacita al hombre para tener confianza y plena certeza de conseguir la vida eterna y los medios, tanto sobrenaturales como naturales, necesarios para alcanzarla, apoyado en el auxilio omnipotente de Dios...” “A la esperanza se oponen, por defecto, la desesperación y, por exceso, la presunción”.


En términos más mundanos, la esperanza es la “confianza en que ocurra algo, o en lograr algo que se desea”.


Por lo anterior, podemos afirmar que ninguna luz, ni ninguna estrella que hayamos visto brillar en el día más claro o la noche más oscura, se perderá nunca. Si dejamos de verla, será porque alguna nube la oculta temporalmente.


En realidad, muy internamente todos sabemos que la esperanza nunca muere, a pesar de que se encuentre sepultada por el miedo o por la duda. Y muchos son los que tenemos que ver con respeto y admiración, que son aquellos que han luchado y vencido; los que han tenido que hacerle frente a todo tipo de crisis o a graves enfermedades en su vida. Todos aquellos que ya han sido verdaderamente puestos a prueba.


Aquellos que no han abandonado la esperanza, nos han demostrado que el que más ha sufrido, ha aprendido las remunerativas lecciones de la paciencia, la caridad, el amor, el valor y sobre todo de la fe, su gran compañera.


Si nos enfrentamos a gente poderosa, debemos saber que, si estamos en lo justo, una derrota, o los obstáculos que nos pongan en el camino, no son realmente de importancia, porque al final de cuentas, la persona con la razón triunfará.


Por muy mal que nos haya ido en la vida, todos tenemos momentos de alegría y felicidad por cada lágrima derramada.


En realidad a todos los seres humanos nos es difícil prescindir de triunfos o errores. Todos tenemos que alcanzar unos e incurrir en los otros, pues todos sabemos que el éxito no depende de poseer un criterio o una opinión infalibles, sino del valor y la fuerza para probar cosas nuevas y la habilidad para aprender de los errores que cometemos.


En el momento que dejamos de probar o experimentar cosas nuevas, proyectos y planes, empezamos a deteriorarnos.


La gran ventaja de ver, sentir y actuar con esperanza es que nos permite dejar de quejarnos de nuestra suerte y nos deja poner en práctica nuestras resoluciones. Nos permite entender que nuestros pensamientos son solo sueños mientras no probemos ponerlos en práctica.


Todos tenemos un sitio en este mundo, y podemos tomar una decisión de cómo reaccionar ante los acontecimientos que nos rodean.


Tenemos que estar conscientes que los zurdos nunca serán la esperanza de nadie. Ni lo han sido ni lo serán.