/ viernes 28 de agosto de 2020

La lectura

Recientemente la Asociación de Editorialistas de Chihuahua presentó el libro “Expresión Editorial siglo XXI” que contiene editoriales de 25 de sus miembros y cuyo contenido nos lleva a conocer el pensamiento de tales escritores. Podríamos decir que aunque no se tocaron los acontecimientos más recientes referente a la pandemia, al mal gobierno o la crisis económica, nos inician en la apertura de nuestra mente para diferentes temas, imprescindible para no creer todo lo que leemos, todo lo que nos prometen o todo lo que escuchamos o nos cuentan.

Una vez que nos iniciamos en la lectura ésta se convierte en un gran placer.

Los buenos libros normalmente viven más por lo que contienen que por la forma en que están escritos o presentados. No sólo es el estilo lo que cuenta. Muchos escritores que cuidan sobremanera el estilo rara vez son recordados más allá de su propia vida. Los que han enfatizado más en la materia del contenido sobreviven por más tiempo.

El escritor inspirado escribe ciertamente con gran rapidez. Las obras de los grandes rara vez son escritas lentamente. Cuando el escritor se detiene para corregir, pulir y sobrecargar su idea con adornos innecesarios del lenguaje, la brillantez de su obra se opaca, su inspiración se evapora y las ideas se pierden. Sin embargo, la preparación, y el estudio sí requieren de tiempo. Una vez decidido el tema y sintiendo la inspiración, no se requiere mucho tiempo para terminar un escrito o hasta una novela, dada la intensa energía y la personalidad del escritor.

La fuerza de la inteligencia depende enteramente de la habilidad de concentrarse en algo, y la concentración necesita de un estado semi alterado de conciencia, de inspiración y de cierta euforia. La atención concentrada da más intensidad y poder al espíritu, como una lupa que concentra los rayos del sol.

Se ha dicho que la gran diferencia entre los hombres está más que en sus cualidades originales, en su capacidad de trabajo continuo y perseverante, sin embargo, para que alguien escriba un buen libro, se hace necesario el ingrediente de la creatividad. El trabajo sin un objetivo o meta produce poco. Otra necesidad es el entusiasmo. Nada que valga la pena en la vida se ha dado sin el entusiasmo de alguien.

Todo aquel que pretenda lograr cosas importantes debe estar preparado para soportar y aguantar las burlas, el desconocimiento y la hostilidad de sus contemporáneos. Kepler afirmaba “...Poco importa lo que sea leído por la posteridad, o por mis contemporáneos; bien puede esperar lectores durante un siglo, cuando Dios mismo durante seis mil años no ha enviado al mundo un observador como yo”.

Los escritores normalmente son producto de su época. Son influidos, y moldeados por los tiempos en que viven y sus obras son un reflejo de esto. Y al mismo tiempo, ellos influyen sobre sus lectores.

En los buenos libros se refleja la influencia no únicamente de los contemporáneos del escritor, sino de su familia, de su educación, de la religión que profesa, de la sociedad y hasta de sus creencias políticas… o de sus intereses económicos sin importar sus principios. Sin embargo, un buen libro refleja el carácter del escritor, y esto le da enorme valor a su obra.

Recientemente la Asociación de Editorialistas de Chihuahua presentó el libro “Expresión Editorial siglo XXI” que contiene editoriales de 25 de sus miembros y cuyo contenido nos lleva a conocer el pensamiento de tales escritores. Podríamos decir que aunque no se tocaron los acontecimientos más recientes referente a la pandemia, al mal gobierno o la crisis económica, nos inician en la apertura de nuestra mente para diferentes temas, imprescindible para no creer todo lo que leemos, todo lo que nos prometen o todo lo que escuchamos o nos cuentan.

Una vez que nos iniciamos en la lectura ésta se convierte en un gran placer.

Los buenos libros normalmente viven más por lo que contienen que por la forma en que están escritos o presentados. No sólo es el estilo lo que cuenta. Muchos escritores que cuidan sobremanera el estilo rara vez son recordados más allá de su propia vida. Los que han enfatizado más en la materia del contenido sobreviven por más tiempo.

El escritor inspirado escribe ciertamente con gran rapidez. Las obras de los grandes rara vez son escritas lentamente. Cuando el escritor se detiene para corregir, pulir y sobrecargar su idea con adornos innecesarios del lenguaje, la brillantez de su obra se opaca, su inspiración se evapora y las ideas se pierden. Sin embargo, la preparación, y el estudio sí requieren de tiempo. Una vez decidido el tema y sintiendo la inspiración, no se requiere mucho tiempo para terminar un escrito o hasta una novela, dada la intensa energía y la personalidad del escritor.

La fuerza de la inteligencia depende enteramente de la habilidad de concentrarse en algo, y la concentración necesita de un estado semi alterado de conciencia, de inspiración y de cierta euforia. La atención concentrada da más intensidad y poder al espíritu, como una lupa que concentra los rayos del sol.

Se ha dicho que la gran diferencia entre los hombres está más que en sus cualidades originales, en su capacidad de trabajo continuo y perseverante, sin embargo, para que alguien escriba un buen libro, se hace necesario el ingrediente de la creatividad. El trabajo sin un objetivo o meta produce poco. Otra necesidad es el entusiasmo. Nada que valga la pena en la vida se ha dado sin el entusiasmo de alguien.

Todo aquel que pretenda lograr cosas importantes debe estar preparado para soportar y aguantar las burlas, el desconocimiento y la hostilidad de sus contemporáneos. Kepler afirmaba “...Poco importa lo que sea leído por la posteridad, o por mis contemporáneos; bien puede esperar lectores durante un siglo, cuando Dios mismo durante seis mil años no ha enviado al mundo un observador como yo”.

Los escritores normalmente son producto de su época. Son influidos, y moldeados por los tiempos en que viven y sus obras son un reflejo de esto. Y al mismo tiempo, ellos influyen sobre sus lectores.

En los buenos libros se refleja la influencia no únicamente de los contemporáneos del escritor, sino de su familia, de su educación, de la religión que profesa, de la sociedad y hasta de sus creencias políticas… o de sus intereses económicos sin importar sus principios. Sin embargo, un buen libro refleja el carácter del escritor, y esto le da enorme valor a su obra.