/ sábado 14 de septiembre de 2019

La mejor virtud


“El que se propone vencer o morir, por lo común, vive y vence”


La realidad es que todos fracasamos más de una vez. La vida de eso se compone, pero el mérito está en saber aprovechar, saber sacar partido de cada tropiezo, en encaminar nuestros fracasos hacia donde nos proponemos llegar.


El fracasar y no desanimarse es la mejor prueba de carácter. Si se pierde todo, que no se pierda la fe. Toda batalla que pensamos no poder ganar se convierte en una batalla perdida.

Cuando no exista más alternativa que vencer o morir, decidámonos mejor por la victoria. Quejarse y huir de la lucha es muy fácil, pero también una desgracia. Luchar aunque haya muy poca esperanza es tener valor. Morir en el intento es cosa fácil; es vivir, lo que cuesta trabajo. El hombre es inmortal hasta que no ha cumplido su misión en la tierra.

El valor es la mejor virtud. Es la virtud que floreció antes que ninguna otra en la raza humana cuyos rastros se pueden detectar hasta en el Australopithecus Anamensis. Hay tribus “salvajes” que no conocen algunas excelencias morales de nuestra civilización, pero ninguna ha habido que no reverencie el valor.

Nos desanimamos porque no tenemos “suerte”; porque no somos ricos; porque nos falta capacidad; porque no tenemos salud y por muchísimas otras razones que no lo son. Todas esas circunstancias son llamadas al valor y no son motivo de apocamiento ni de llanto.

La adversidad no es el peor mal que nos puede ocurrir. Nunca ha habido una noche sin día, y la hora más obscura es normalmente la que precede al amanecer.

La pobreza y las dificultades han elevado a muchos que de otra forma hubieran permanecido ignorados toda la vida.

Por lo común, lo que nos impide avanzar es sólo el conjunto de nuestros temores y de nuestras dudas, de nuestra falta de confianza en nosotros mismos.

Por lo general, por cada circunstancia desgraciada, habrá noventa y nueve benéficas en nuestra vida, siempre que tengamos integridad, sentido común, energía y claridad de principios y de valores.

Nunca nos contemos entre los derrotados. Ante cada nuevo fracaso, hagamos un nuevo intento. Sólo necesitamos tener valor y arrojo.


“El que se propone vencer o morir, por lo común, vive y vence”


La realidad es que todos fracasamos más de una vez. La vida de eso se compone, pero el mérito está en saber aprovechar, saber sacar partido de cada tropiezo, en encaminar nuestros fracasos hacia donde nos proponemos llegar.


El fracasar y no desanimarse es la mejor prueba de carácter. Si se pierde todo, que no se pierda la fe. Toda batalla que pensamos no poder ganar se convierte en una batalla perdida.

Cuando no exista más alternativa que vencer o morir, decidámonos mejor por la victoria. Quejarse y huir de la lucha es muy fácil, pero también una desgracia. Luchar aunque haya muy poca esperanza es tener valor. Morir en el intento es cosa fácil; es vivir, lo que cuesta trabajo. El hombre es inmortal hasta que no ha cumplido su misión en la tierra.

El valor es la mejor virtud. Es la virtud que floreció antes que ninguna otra en la raza humana cuyos rastros se pueden detectar hasta en el Australopithecus Anamensis. Hay tribus “salvajes” que no conocen algunas excelencias morales de nuestra civilización, pero ninguna ha habido que no reverencie el valor.

Nos desanimamos porque no tenemos “suerte”; porque no somos ricos; porque nos falta capacidad; porque no tenemos salud y por muchísimas otras razones que no lo son. Todas esas circunstancias son llamadas al valor y no son motivo de apocamiento ni de llanto.

La adversidad no es el peor mal que nos puede ocurrir. Nunca ha habido una noche sin día, y la hora más obscura es normalmente la que precede al amanecer.

La pobreza y las dificultades han elevado a muchos que de otra forma hubieran permanecido ignorados toda la vida.

Por lo común, lo que nos impide avanzar es sólo el conjunto de nuestros temores y de nuestras dudas, de nuestra falta de confianza en nosotros mismos.

Por lo general, por cada circunstancia desgraciada, habrá noventa y nueve benéficas en nuestra vida, siempre que tengamos integridad, sentido común, energía y claridad de principios y de valores.

Nunca nos contemos entre los derrotados. Ante cada nuevo fracaso, hagamos un nuevo intento. Sólo necesitamos tener valor y arrojo.