/ sábado 11 de agosto de 2018

LAS DIFERENCIAS

“Nunca es más fuerte el alma que cuando está sola, y sólo los cobardes forman rebaño”


El secreto es sencillo. A diferencia del socialismo cubano, nicaragüense, bolivariano, y próximamente mexicano, es que allá en Europa no tienen promesas de vivir gratis, sino que trabajan duro, no tienen semanas de pocas horas ni fiestas cada tercer día y no piden lo que no ganan. En Suiza, por ejemplo, hay un solo día de fiesta nacional y ese día lo trabajan. La fiesta es por la noche. No andan culpando al “imperio” ni a los “ricos” de su condición si esta es mala.


El engrandecimiento nacional sólo es posible cuando los hombres libres unen voluntariamente sus esfuerzos y su entusiasmo para hacer de las industrias, empresas prósperas. En Suiza, el gobierno apoya la industria, pero no la invade ni las expropia como ha sugerido hacer en nuestro país un nefasto seudohistoriador asesor del que se piensa redentor. El próximo gobierno no ha entendido que la salvación del país no está en perdonar a los delincuentes ni en dar albergue a malandros de otros partidos que se refugiaron con la promesa de ser exonerados. Esta salvación se encuentra en el esfuerzo individual bien dirigido.


La realidad es que lo que está a prueba no es uno u otro sistema económico, sino el carácter de la gente. Recordemos que nuestras acciones forman nuestros hábitos, los que a su vez forjan nuestro destino. Somos ricos o pobres según lo que somos y hacemos, no según lo que nos prometen, o tenemos o nos “reparten”.


En el estilo de socialismo latinoamericano la pobreza siempre es culpa de alguien más, nunca de uno, pero para esto está el gobierno, para salvarnos y repartir lo que haya. Se es pobre cuando preferimos descansar a trabajar; si somos opacados, envidiosos, débiles y desesperanzados.


El carácter del hombre libre significa la naturaleza de nuestros motivos, la calidad de nuestros propósitos.


Los hombres libres, cuando corrompidos con discursos y una retórica populista (promesas incumplibles y antagonismo ahora llamada polarización entre grupos de la misma sociedad) se convierten en los peores esclavos, dispuestos a aprobar y apoyar todo lo que su “líder” les presente, haga o diga.


Con los ciudadanos nunca hay que usar paternalismos que lo debiliten, porque el verdadero ciudadano, para serlo, debe tener lo que desee por su propio esfuerzo, moverse con su propia energía y voluntad, no la de otros.


En el socialismo latinoamericano, la prédica de igualdad económica ha sido el programa de los incompetentes. En el europeo, el industrioso y trabajador sigue teniendo su riqueza y el flojo o perezoso, su queja.


“Nunca es más fuerte el alma que cuando está sola, y sólo los cobardes forman rebaño”


El secreto es sencillo. A diferencia del socialismo cubano, nicaragüense, bolivariano, y próximamente mexicano, es que allá en Europa no tienen promesas de vivir gratis, sino que trabajan duro, no tienen semanas de pocas horas ni fiestas cada tercer día y no piden lo que no ganan. En Suiza, por ejemplo, hay un solo día de fiesta nacional y ese día lo trabajan. La fiesta es por la noche. No andan culpando al “imperio” ni a los “ricos” de su condición si esta es mala.


El engrandecimiento nacional sólo es posible cuando los hombres libres unen voluntariamente sus esfuerzos y su entusiasmo para hacer de las industrias, empresas prósperas. En Suiza, el gobierno apoya la industria, pero no la invade ni las expropia como ha sugerido hacer en nuestro país un nefasto seudohistoriador asesor del que se piensa redentor. El próximo gobierno no ha entendido que la salvación del país no está en perdonar a los delincuentes ni en dar albergue a malandros de otros partidos que se refugiaron con la promesa de ser exonerados. Esta salvación se encuentra en el esfuerzo individual bien dirigido.


La realidad es que lo que está a prueba no es uno u otro sistema económico, sino el carácter de la gente. Recordemos que nuestras acciones forman nuestros hábitos, los que a su vez forjan nuestro destino. Somos ricos o pobres según lo que somos y hacemos, no según lo que nos prometen, o tenemos o nos “reparten”.


En el estilo de socialismo latinoamericano la pobreza siempre es culpa de alguien más, nunca de uno, pero para esto está el gobierno, para salvarnos y repartir lo que haya. Se es pobre cuando preferimos descansar a trabajar; si somos opacados, envidiosos, débiles y desesperanzados.


El carácter del hombre libre significa la naturaleza de nuestros motivos, la calidad de nuestros propósitos.


Los hombres libres, cuando corrompidos con discursos y una retórica populista (promesas incumplibles y antagonismo ahora llamada polarización entre grupos de la misma sociedad) se convierten en los peores esclavos, dispuestos a aprobar y apoyar todo lo que su “líder” les presente, haga o diga.


Con los ciudadanos nunca hay que usar paternalismos que lo debiliten, porque el verdadero ciudadano, para serlo, debe tener lo que desee por su propio esfuerzo, moverse con su propia energía y voluntad, no la de otros.


En el socialismo latinoamericano, la prédica de igualdad económica ha sido el programa de los incompetentes. En el europeo, el industrioso y trabajador sigue teniendo su riqueza y el flojo o perezoso, su queja.