/ sábado 29 de junio de 2019

Los neoliberales de López


“Un hombre es rico o pobre, según la clase de hombre que es, no según lo que tiene”


Un hombre sin nada sino dinero, es un pordiosero en la balanza de la civilización. En realidad, el hombre más rico no es el que tiene más dinero o más poder, sino el que posee más conocimientos útiles y los sabe aplicar En el actual gobierno y sus simpatizantes, no encontramos alguien así. Los políticos de la 4ª, que pretenden calmar sus apetitos por la posesión, pareciera como si trataran de apagar un incendio echándole gasolina.

Pero cuando a una persona catalogada como enemigo acérrimo del presidente, o sea un “neoliberal” (el que sí trabaja) tiene utilidades en su negocio, ¿le deberá ser confiscada dicha utilidad? Algo deben ganar quienes corren el riesgo de invertir en sus empresas, pero en realidad, las verdaderas utilidades las recibe el pueblo “sabio y bueno” y son mil veces mayores que las del “aborrecible empresario”. Estas utilidades son las que edifican la civilización, las que abren el camino del progreso para la raza humana.

Sí, la riqueza de algunas personas parece grande porque la vemos concentrada en sus manos, mientras que los miles de millones de utilidades reales son distribuidos entre millones de gentes. De modo que la riqueza del sistema “neoliberal” es una riqueza socializada ya, y es una parte muy pequeña de ella la que permanece en manos del empresario. Por ejemplo, los teatros, el cine y otros centros de diversión cuestan millones a los empresarios, y nosotros sólo pagamos unos pesos. ¿Cuánto les cuesta a las aerolíneas comprar mantener y volar aviones a todo el mundo, mientras nosotros pagamos cantidades proporcionalmente mínimas?

Para saber si somos ricos “fifís”, como les dice el presidente a los que trabajan, o “sabios y buenos”, aquellos que siempre están atenidos a lo que el gobierno decida darles, en lugar de fijarnos en nuestros estados de cuenta en el banco debemos asomarnos más bien a nuestro corazón.

El arte de ser neoliberal consiste en contemplar la realidad de que el trabajo no es una maldición, sino un privilegio y una bendición. Una persona sin ocupación es más digna de lástima que una sin patria.




“Un hombre es rico o pobre, según la clase de hombre que es, no según lo que tiene”


Un hombre sin nada sino dinero, es un pordiosero en la balanza de la civilización. En realidad, el hombre más rico no es el que tiene más dinero o más poder, sino el que posee más conocimientos útiles y los sabe aplicar En el actual gobierno y sus simpatizantes, no encontramos alguien así. Los políticos de la 4ª, que pretenden calmar sus apetitos por la posesión, pareciera como si trataran de apagar un incendio echándole gasolina.

Pero cuando a una persona catalogada como enemigo acérrimo del presidente, o sea un “neoliberal” (el que sí trabaja) tiene utilidades en su negocio, ¿le deberá ser confiscada dicha utilidad? Algo deben ganar quienes corren el riesgo de invertir en sus empresas, pero en realidad, las verdaderas utilidades las recibe el pueblo “sabio y bueno” y son mil veces mayores que las del “aborrecible empresario”. Estas utilidades son las que edifican la civilización, las que abren el camino del progreso para la raza humana.

Sí, la riqueza de algunas personas parece grande porque la vemos concentrada en sus manos, mientras que los miles de millones de utilidades reales son distribuidos entre millones de gentes. De modo que la riqueza del sistema “neoliberal” es una riqueza socializada ya, y es una parte muy pequeña de ella la que permanece en manos del empresario. Por ejemplo, los teatros, el cine y otros centros de diversión cuestan millones a los empresarios, y nosotros sólo pagamos unos pesos. ¿Cuánto les cuesta a las aerolíneas comprar mantener y volar aviones a todo el mundo, mientras nosotros pagamos cantidades proporcionalmente mínimas?

Para saber si somos ricos “fifís”, como les dice el presidente a los que trabajan, o “sabios y buenos”, aquellos que siempre están atenidos a lo que el gobierno decida darles, en lugar de fijarnos en nuestros estados de cuenta en el banco debemos asomarnos más bien a nuestro corazón.

El arte de ser neoliberal consiste en contemplar la realidad de que el trabajo no es una maldición, sino un privilegio y una bendición. Una persona sin ocupación es más digna de lástima que una sin patria.