/ lunes 30 de agosto de 2021

Mujer: La libertad como sinónimo de préstamo

Por Lizbeth Chavira Ortiz

No hace mucho tiempo me cuestioné: ¿Soy realmente libre? ¿Gozo de ese derecho?

Sí, lo soy. Porque puedo salir con mi madre al supermercado, comer con mis amigas en el centro de la ciudad o pasear a mi mascota bajo los tibios rayos del sol.

“Me creo libre, pero no lo soy”, concluí al ras de unos minutos.

“Pero si dices que puedes hacer un sinfín de cosas, ¿por qué te crees privada de disfrutar la libertad con la que naciste?”, la respuesta es sencilla: Porque si alguien no goza de la misma libertad que tengo yo, entonces ninguna es realmente libre.

¿Por qué no, si es un derecho inherente?

En la década de 1920, la Sociedad de Médicos de Egipto enfrenta a la tan mencionada y explícita mutilación genital femenina, tradición que, según la UNICEF, se ha elevado de dos a tres millones de niñas y mujeres cada año en la actualidad. Las Naciones Unidas, los movimientos populares de mujeres, la sociedad civil y otros adversos, colaboran para ponerle fin a esta práctica que viola los derechos humanos de las niñas y mujeres de Somalia, Guinea, Egipto, Djbouti, Kenia, Malí, Gambia, entre otros.

En 2006, en Uttar Pradesh, India, un movimiento en contra del maltrato doméstico se agilizó, hasta tal grado de establecerse estatalmente.

Lo que comenzó con un grupo de mujeres portando troncos de bambú para defender a su vecina del maltrato de su pareja—a quien obligaron a reconocer el maltrato y darlo por finalizado—, aún captura las calles de Pradesh en voces valientes e hiyabs de color rosa exigiendo atención a la injusticia social.

Años más tarde, en México las mujeres decidirían detener al país por un día.

Un día sin mujeres: Paro Nacional en México, 2020. A raíz de los feminicidios (495 en el primer semestre del año 2021, SESNSP), el abuso a mujeres y niñas, desapariciones y desigualdad, conllevaron al Paro Nacional de Mujeres, cuya finalidad es no realizar ninguna clase de labor doméstica, escolar, laboral o de compras, para así impactar social y económicamente; y aunque se creía que no generaría ninguna controversia económica, el paro tuvo una pérdida de alrededor de 30 millones de pesos (Concanaco).

¿Las mujeres estamos presentes? Sí, lo estamos.

“La educación y la participación es el derecho de toda mujer afgana”.

Exclamó un grupo de mujeres afganas protagonizando la primera protesta feminista en Kabul, Afganistán, exigiendo el respeto a sus derechos; y si bien Zabiihullah Mujahid—portador de los talibanes—indicó que las mujeres afganas podrán trabajar y estudiar bajo los límites de la ley islámica, las mujeres aún corren peligro por desempeñarse profesionalmente.

Desde romper tu título profesional, abandonar el pupitre, esconder tu bata de médico, quemar certificados, guardar tus libros en el fondo de tu armario. ¿Es la clase de libertad que deberíamos presumir?

No, las mujeres afganas no son libres, no caminan bajo los tibios rayos del sol como yo.

Y si una mujer no es libre, entonces yo tampoco lo soy.


Por Lizbeth Chavira Ortiz

No hace mucho tiempo me cuestioné: ¿Soy realmente libre? ¿Gozo de ese derecho?

Sí, lo soy. Porque puedo salir con mi madre al supermercado, comer con mis amigas en el centro de la ciudad o pasear a mi mascota bajo los tibios rayos del sol.

“Me creo libre, pero no lo soy”, concluí al ras de unos minutos.

“Pero si dices que puedes hacer un sinfín de cosas, ¿por qué te crees privada de disfrutar la libertad con la que naciste?”, la respuesta es sencilla: Porque si alguien no goza de la misma libertad que tengo yo, entonces ninguna es realmente libre.

¿Por qué no, si es un derecho inherente?

En la década de 1920, la Sociedad de Médicos de Egipto enfrenta a la tan mencionada y explícita mutilación genital femenina, tradición que, según la UNICEF, se ha elevado de dos a tres millones de niñas y mujeres cada año en la actualidad. Las Naciones Unidas, los movimientos populares de mujeres, la sociedad civil y otros adversos, colaboran para ponerle fin a esta práctica que viola los derechos humanos de las niñas y mujeres de Somalia, Guinea, Egipto, Djbouti, Kenia, Malí, Gambia, entre otros.

En 2006, en Uttar Pradesh, India, un movimiento en contra del maltrato doméstico se agilizó, hasta tal grado de establecerse estatalmente.

Lo que comenzó con un grupo de mujeres portando troncos de bambú para defender a su vecina del maltrato de su pareja—a quien obligaron a reconocer el maltrato y darlo por finalizado—, aún captura las calles de Pradesh en voces valientes e hiyabs de color rosa exigiendo atención a la injusticia social.

Años más tarde, en México las mujeres decidirían detener al país por un día.

Un día sin mujeres: Paro Nacional en México, 2020. A raíz de los feminicidios (495 en el primer semestre del año 2021, SESNSP), el abuso a mujeres y niñas, desapariciones y desigualdad, conllevaron al Paro Nacional de Mujeres, cuya finalidad es no realizar ninguna clase de labor doméstica, escolar, laboral o de compras, para así impactar social y económicamente; y aunque se creía que no generaría ninguna controversia económica, el paro tuvo una pérdida de alrededor de 30 millones de pesos (Concanaco).

¿Las mujeres estamos presentes? Sí, lo estamos.

“La educación y la participación es el derecho de toda mujer afgana”.

Exclamó un grupo de mujeres afganas protagonizando la primera protesta feminista en Kabul, Afganistán, exigiendo el respeto a sus derechos; y si bien Zabiihullah Mujahid—portador de los talibanes—indicó que las mujeres afganas podrán trabajar y estudiar bajo los límites de la ley islámica, las mujeres aún corren peligro por desempeñarse profesionalmente.

Desde romper tu título profesional, abandonar el pupitre, esconder tu bata de médico, quemar certificados, guardar tus libros en el fondo de tu armario. ¿Es la clase de libertad que deberíamos presumir?

No, las mujeres afganas no son libres, no caminan bajo los tibios rayos del sol como yo.

Y si una mujer no es libre, entonces yo tampoco lo soy.