/ viernes 20 de mayo de 2022

Patriotas

Por: Mario Góngora H.

Pasan los festejos patrióticos de Independencia, sólo que el que “nos dio patria” se pronunciaba por Fernando VII de España y por la religión; pero tampoco debemos entender mal el patriotismo. Este tiene un fin, el cual es unir a los ciudadanos y darles una común responsabilidad, esto es, no volverlos pretenciosos.

Algunas personas se sienten superiores sólo por ser de otro país o de la clase gobernante como los de Morena, aun siendo flojos, pillos, viciosos, degenerados o políticos. Por nuestro lado, no creamos ser mejores, ni ser más valientes, ni más sabios, ni valer más por sólo ser mexicanos. Eso es ser arrogantes.

Lo que sí tenemos, es porvenir, pues no hemos siquiera empezado a crecer gracias, eso sí, al descomunal atraco que sufre la nación por AMLO y sus pillos. Pero sí tendremos un gran porvenir si seguimos un plan que nos otorgue una prosperidad estable y que al mismo tiempo alcance todas las capas sociales. El paternalismo tiene un doble costo: el del dinero gastado y el de la limitación del esfuerzo individual. Para crear aspiraciones genuinas en los individuos se necesita infundir el amor por lo difícil no por la fácil. Las grandes cosas y los grandes resultados nunca se han debido a los pequeños esfuerzos. Tarde o temprano tendremos que aprender a ser disciplinados, y mientras más nos tardemos, más duro será.

La patria que deseamos es una bien intencionada, donde se discipline el interés privado sin que acabe con el espíritu emprendedor, donde se considere tan honorable dar trabajo, así como conseguirlo, donde los sistemas educativos en lugar de ser un capricho de un gobernante desquiciado o una tendencia partidista en turno, sean una cosa racional, práctica y efectiva.

Uno de los problemas del país es el poder encontrar en cada uno de sus hijos, el amor por el trabajo, por el hogar, por el arte, por la libertad, por la salud, por la limpieza y por la transparencia en todo lo que hacemos. Si logramos tener esto, seremos un país próspero y respetado.

Las mejores victorias están por ganarse y los logros más admirables están por obtenerse aún, pero para lograrlo, tenemos que desterrar por siempre a los que dicen que fueron elegidos democráticamente, pero que en la calle, en los restaurantes, y en los actos cívicos son rechazados y abucheados constantemente; los que realmente son repudiados.

Pobres los pueblos que su única esperanza está en obtener una palabra, una mirada, una torta o un trabajo por parte de la dictadura dominante.

¿Nos decimos patriotas?, entonces debemos asegurarnos que la historia escriba de nosotros con honor; que dentro de algunos años puedan decir los historiadores lo que dicen de la época de oro de los griegos, de los romanos, de los etruscos y de los egipcios. Sería una vergüenza fracasar en un país de tan grandes oportunidades permitiendo que una minoría de ególatras, pretensiosos, traidores a la patria y arrogantes en el poder nos destruyan.


Por: Mario Góngora H.

Pasan los festejos patrióticos de Independencia, sólo que el que “nos dio patria” se pronunciaba por Fernando VII de España y por la religión; pero tampoco debemos entender mal el patriotismo. Este tiene un fin, el cual es unir a los ciudadanos y darles una común responsabilidad, esto es, no volverlos pretenciosos.

Algunas personas se sienten superiores sólo por ser de otro país o de la clase gobernante como los de Morena, aun siendo flojos, pillos, viciosos, degenerados o políticos. Por nuestro lado, no creamos ser mejores, ni ser más valientes, ni más sabios, ni valer más por sólo ser mexicanos. Eso es ser arrogantes.

Lo que sí tenemos, es porvenir, pues no hemos siquiera empezado a crecer gracias, eso sí, al descomunal atraco que sufre la nación por AMLO y sus pillos. Pero sí tendremos un gran porvenir si seguimos un plan que nos otorgue una prosperidad estable y que al mismo tiempo alcance todas las capas sociales. El paternalismo tiene un doble costo: el del dinero gastado y el de la limitación del esfuerzo individual. Para crear aspiraciones genuinas en los individuos se necesita infundir el amor por lo difícil no por la fácil. Las grandes cosas y los grandes resultados nunca se han debido a los pequeños esfuerzos. Tarde o temprano tendremos que aprender a ser disciplinados, y mientras más nos tardemos, más duro será.

La patria que deseamos es una bien intencionada, donde se discipline el interés privado sin que acabe con el espíritu emprendedor, donde se considere tan honorable dar trabajo, así como conseguirlo, donde los sistemas educativos en lugar de ser un capricho de un gobernante desquiciado o una tendencia partidista en turno, sean una cosa racional, práctica y efectiva.

Uno de los problemas del país es el poder encontrar en cada uno de sus hijos, el amor por el trabajo, por el hogar, por el arte, por la libertad, por la salud, por la limpieza y por la transparencia en todo lo que hacemos. Si logramos tener esto, seremos un país próspero y respetado.

Las mejores victorias están por ganarse y los logros más admirables están por obtenerse aún, pero para lograrlo, tenemos que desterrar por siempre a los que dicen que fueron elegidos democráticamente, pero que en la calle, en los restaurantes, y en los actos cívicos son rechazados y abucheados constantemente; los que realmente son repudiados.

Pobres los pueblos que su única esperanza está en obtener una palabra, una mirada, una torta o un trabajo por parte de la dictadura dominante.

¿Nos decimos patriotas?, entonces debemos asegurarnos que la historia escriba de nosotros con honor; que dentro de algunos años puedan decir los historiadores lo que dicen de la época de oro de los griegos, de los romanos, de los etruscos y de los egipcios. Sería una vergüenza fracasar en un país de tan grandes oportunidades permitiendo que una minoría de ególatras, pretensiosos, traidores a la patria y arrogantes en el poder nos destruyan.