/ jueves 14 de mayo de 2020

Adiós Pablo

“La calidad del viaje se mide por la cantidad de recuerdos que en él acumules”: B. Taibo


Todos en este prestado mundo tenemos el gran reto de encargarnos de nuestra vida sin desperdiciar ni un solo segundo de tiempo, la muerte representa aquella amistad sombría que siempre va de nuestro lado y que un día, de buenas a primeras, decide darte ese frío abrazo mientras te guía a sus confines. Así es esto, ni modo que no. La partida física de los seres queridos se convierte simultáneamente en su nueva vida porque el recuerdo de su paso por este mundo quedará más latente que nunca; al adelantarse en este camino terrenal dejan involuntariamente un compromiso importante que hace (tiene que hacer) más responsables a los que nos quedamos. Porque sólo mueren los olvidados.


El teólogo y humanista inglés Tomás Moro sostenía que nunca deberíamos de mirar a la muerte como una cosa lejana si consideramos que, aunque ella no se da prisa por alcanzarnos, nunca cesamos nosotros de darnos prisa yendo hacia ella. Pues eso.


Quien muere no necesariamente está validando que vivió. La vida carece de sentido si no se lleva con probidad; la vida se verá envuelta de todos los colores, hermosa y plena cuando lleva consigo el amor por los demás, es entonces cuando se puede ratificar que la vida de tal persona valió la pena, aunque el tiempo que haya estado entre nosotros pensemos que no fue el suficiente. En este mundo, nada es suficiente, nunca.


El pasado sábado 2 de mayo en la sesión virtual que tuvimos los integrantes de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua nuestro compañero Pablo Bernach participó, como siempre lo hacía, con inteligentes y precisos argumentos sobre lo que acontecía en el mundo, la crisis financiera que se avecinaba y con recomendaciones para mejorar la labor del comunicador. Era polémico, crítico y muy, muy capaz.


Una semana después, dentro de sus ocurrencias, Pablo decidió aceptar la invitación de la huesuda para que la acompañe, seguramente se lo llevó para que la capacite en algún tema que desconoce, ya que mi amigo, que circulaba en este rotativo todos los sábados, conocía de todo y de un poco más. Te adelantaste en el camino Pablo y así como nunca despreciaste una buena charla, no encontraste un buen motivo para despreciar la muerte. No sé cuál fue la causa (ni me importa) el caso es que no te volveremos a ver físicamente, pero tu recuerdo aquí estará siempre, corrigiendo, opinando y apoyando a quien lo requiera. Descansa en paz, si te dan chanza. Adiós Pablo.

“La calidad del viaje se mide por la cantidad de recuerdos que en él acumules”: B. Taibo


Todos en este prestado mundo tenemos el gran reto de encargarnos de nuestra vida sin desperdiciar ni un solo segundo de tiempo, la muerte representa aquella amistad sombría que siempre va de nuestro lado y que un día, de buenas a primeras, decide darte ese frío abrazo mientras te guía a sus confines. Así es esto, ni modo que no. La partida física de los seres queridos se convierte simultáneamente en su nueva vida porque el recuerdo de su paso por este mundo quedará más latente que nunca; al adelantarse en este camino terrenal dejan involuntariamente un compromiso importante que hace (tiene que hacer) más responsables a los que nos quedamos. Porque sólo mueren los olvidados.


El teólogo y humanista inglés Tomás Moro sostenía que nunca deberíamos de mirar a la muerte como una cosa lejana si consideramos que, aunque ella no se da prisa por alcanzarnos, nunca cesamos nosotros de darnos prisa yendo hacia ella. Pues eso.


Quien muere no necesariamente está validando que vivió. La vida carece de sentido si no se lleva con probidad; la vida se verá envuelta de todos los colores, hermosa y plena cuando lleva consigo el amor por los demás, es entonces cuando se puede ratificar que la vida de tal persona valió la pena, aunque el tiempo que haya estado entre nosotros pensemos que no fue el suficiente. En este mundo, nada es suficiente, nunca.


El pasado sábado 2 de mayo en la sesión virtual que tuvimos los integrantes de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua nuestro compañero Pablo Bernach participó, como siempre lo hacía, con inteligentes y precisos argumentos sobre lo que acontecía en el mundo, la crisis financiera que se avecinaba y con recomendaciones para mejorar la labor del comunicador. Era polémico, crítico y muy, muy capaz.


Una semana después, dentro de sus ocurrencias, Pablo decidió aceptar la invitación de la huesuda para que la acompañe, seguramente se lo llevó para que la capacite en algún tema que desconoce, ya que mi amigo, que circulaba en este rotativo todos los sábados, conocía de todo y de un poco más. Te adelantaste en el camino Pablo y así como nunca despreciaste una buena charla, no encontraste un buen motivo para despreciar la muerte. No sé cuál fue la causa (ni me importa) el caso es que no te volveremos a ver físicamente, pero tu recuerdo aquí estará siempre, corrigiendo, opinando y apoyando a quien lo requiera. Descansa en paz, si te dan chanza. Adiós Pablo.