/ martes 1 de mayo de 2018

Amas de casa

En colaboraciones pasadas escribí que el trabajo doméstico es de los más marginados y desprotegidos que existen. Es poco reconocido, mal pagado, subestimado y devaluado socialmente. Según cifras del Inegi, el 95% de las personas que se dedican a ello son mujeres. Generalmente se emplean sin contrato que les garantice sus prestaciones básicas como prima vacacional, aguinaldo y liquidación. No tienen seguridad social: servicio de salud, pensión y riesgos profesionales; tienen bajos ingresos y son sujetas a constantes humillaciones, malos tratos, explotación y discriminación. “La hacen” de choferes, jardineras y cocineras también.

En la columna quedó pendiente hablar sobre los derechos de aquellas mujeres que realizan ese trabajo de manera gratuita impuestas al rol social de “amas de casa”, frecuentemente invisibilizadas, pues no se ha reconocido su trabajo por considerarlo “natural”, así como “natural” es también que los hombres sean los que salgan a trabajar todo el día y que por tanto, no puedan contribuir con la labor doméstica.

Silvia Feredici refuta la teoría de la acumulación primitiva de Karl Marx, argumentando que una característica fundamental del capitalismo es el trabajo reproductivo y no remunerado de las mujeres. Así, se dice que por cada peso que gana un hombre, hay una mujer detrás generando las condiciones para que eso suceda, lo que beneficia a la sociedad, al Estado y al PBI.

A las mujeres generalmente les tocan varias cargas a la hora de tener hijos: las tareas domésticas, cuidado y crianza de los hijos, anudado a su trabajo profesional. Su trabajo en el hogar no tiene reconocimiento, agradecimiento ni remuneración, y se invierten muchas horas diarias sin descanso para ello. Un estudio de la Universidad de Massachusetts considera que si a las madres les pagasen por su tiempo como psicólogas, cocineras, niñeras, entre otras labores, ganarían cerca de 134,000 dólares al año.

La equidad de género comienza desde la casa, lo ideal sería realizar estas tareas porque nos gusta y no porque es un rol impuesto por la sociedad. Para alcanzar la tan anhelada igualdad de derechos, comencemos distribuyendo las tareas equitativamente compartiendo las responsabilidades entre hombres o mujeres, o en su caso, remunerarlas económicamente.

yanez_flor@hotmail.com
www.floryanez.com



En colaboraciones pasadas escribí que el trabajo doméstico es de los más marginados y desprotegidos que existen. Es poco reconocido, mal pagado, subestimado y devaluado socialmente. Según cifras del Inegi, el 95% de las personas que se dedican a ello son mujeres. Generalmente se emplean sin contrato que les garantice sus prestaciones básicas como prima vacacional, aguinaldo y liquidación. No tienen seguridad social: servicio de salud, pensión y riesgos profesionales; tienen bajos ingresos y son sujetas a constantes humillaciones, malos tratos, explotación y discriminación. “La hacen” de choferes, jardineras y cocineras también.

En la columna quedó pendiente hablar sobre los derechos de aquellas mujeres que realizan ese trabajo de manera gratuita impuestas al rol social de “amas de casa”, frecuentemente invisibilizadas, pues no se ha reconocido su trabajo por considerarlo “natural”, así como “natural” es también que los hombres sean los que salgan a trabajar todo el día y que por tanto, no puedan contribuir con la labor doméstica.

Silvia Feredici refuta la teoría de la acumulación primitiva de Karl Marx, argumentando que una característica fundamental del capitalismo es el trabajo reproductivo y no remunerado de las mujeres. Así, se dice que por cada peso que gana un hombre, hay una mujer detrás generando las condiciones para que eso suceda, lo que beneficia a la sociedad, al Estado y al PBI.

A las mujeres generalmente les tocan varias cargas a la hora de tener hijos: las tareas domésticas, cuidado y crianza de los hijos, anudado a su trabajo profesional. Su trabajo en el hogar no tiene reconocimiento, agradecimiento ni remuneración, y se invierten muchas horas diarias sin descanso para ello. Un estudio de la Universidad de Massachusetts considera que si a las madres les pagasen por su tiempo como psicólogas, cocineras, niñeras, entre otras labores, ganarían cerca de 134,000 dólares al año.

La equidad de género comienza desde la casa, lo ideal sería realizar estas tareas porque nos gusta y no porque es un rol impuesto por la sociedad. Para alcanzar la tan anhelada igualdad de derechos, comencemos distribuyendo las tareas equitativamente compartiendo las responsabilidades entre hombres o mujeres, o en su caso, remunerarlas económicamente.

yanez_flor@hotmail.com
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