/ sábado 13 de abril de 2024

Avisora un nuevo potencial de desarrollo

Si revisamos el origen de lo que ahora llamamos industria manufacturera y maquiladora de exportación (IMMEX) encontraremos que gracias a las gestiones, trámites, inversiones y presiones sociales realizadas por las y los miembros de la Cámara Nacional de la Industria y la Transformación (Canacintra) de los años cincuenta, el Gobierno Federal finalmente diseñó y aprobó el establecimiento de la Industria Maquiladora.

Fueron muchos los líderes empresariales a quienes debemos gran parte del desarrollo material que ha vivido nuestro estado y en especial nuestra querida frontera, pero la gestiones más constantes y organizadas, sin duda, se debieron a la Canacintra.

Hoy estamos ante otro momento crucial de nuestra historia; mucho ha llovido desde el siglo pasado a la fecha; las condiciones son otras y las oportunidades para desatar una nueva etapa de desarrollo, ciertamente distinta a la anterior, las tenemos a la vista.

Sin duda debemos aprovechar el actual potencial de desarrollo, que en esta etapa no sólo contiene energía para crecer en el aspecto económico, sino además para hacerlo en el aspecto social, posibilitando mayores niveles de bienestar para todos los segmentos de nuestra querida frontera.

Hablo de un nuevo potencial, porque desde diciembre de 2018 una nueva política de bienestar ha estado promoviendo transformaciones a lo largo y ancho del estado que hay permitido mejorar la vida material del país, sus regiones y comunidades. Se trata de una propuesta de transformación que propicia un desarrollo más equilibrado, justo e igualitario, de las ciudades, empresas, familias e individuos.

Este modelo ya cumplió un lustro de haberse establecido a lo largo de la Frontera Norte y en particular aquí en Ciudad Juárez; gracias a ello hoy tenemos elementos para hacer un primer balance de algunos de sus primeros resultados favorables, pero también de aquellos que representan riesgos para nuestro crecimiento y desarrollo futuro.

Hablando de los resultados creo que el impacto más amplio y profundo lo tenemos en la política salarial que en cinco años cuadruplicó el salario mínimo, elevándolo de 88.4 pesos a 374.9.

No debemos olvidar que en los sexenios de Fox, Calderón y Peña Nieto el salario quedó prácticamente congelado.

Lo importante de este aumento es que, contra lo esperado, no lo anuló la inflación, tampoco la devaluación del peso, ni un mayor nivel de desempleo: ocurrió exactamente lo contrario: el salario real se triplicó, la tasa de crecimiento del empleo promedio 3 por ciento y su valor nominal en dólares pasó de 4.74 dólares a 21.94.

No hay duda que por primera vez en nuestra historia esta política económica llevó mayores recursos al presupuesto de la mayor parte de las familias juarenses con bajos ingresos; pero también tuvo un efecto macroeconómico muy positivo; como por ejemplo en Ciudad Juárez, en la masa salarial que aportan las IMMEX con el pago realizado a sus 316 mil trabajadores, que representan más del 60 por ciento de los trabajadores formales que laboran en Juárez.

Al respecto, los reportes del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi) nos indican que las remuneraciones totales que la IMMEX paga a sus trabajadores, de 2018 a 2023, pasaron de 44 mil millones a 89 mil millones de pesos, lo que significó una duplicación de la masa de los salarios y prestaciones pagadas a los trabajadores.

No hay duda que esta derrama ha tenido efectos expansivos para todos los sectores de la ciudad y, seguramente, estos han sido mayores si tenemos en cuenta que a ese crecimiento de los pagos realizados por la industria se sumarán, en este año, los 5 mil 246 millones que el Gobierno de la Federación entregará a las familias juarenses a través de sus programas sociales.

Hay otros elementos que podemos presumir, pero el elevado impacto de esta política salarial, en la comunidad del país que cuenta con la mayor proporción de trabajadores formales asalariados de nuestro México, basta para reconocer que estamos ante una oportunidad de oro para imaginar los nuevos cauces que nuestro desarrollo futuro habrá de seguir.

Pero antes, querido lector, permítanme hacer un breve comentario sobre los riesgos que, yendo por esta senda, ya estamos enfrentando y que podrían no sólo entorpecer nuestra buena marcha, sino además frenarla, de no hacer lo suficiente para atenuarlos.

Me refiero a que los cambios en el tipo de cambio peso/dólar entrañan un riesgo que primero debe ser estudiado con sumo cuidado, para luego ser atendido con extrema prudencia.

A propósito, hablando de los niveles de competitividad de las mercancías y servicios que el comercio y la pequeña y mediana industria juarense ofrecen a la población juarense o vecinas del otro lado de la frontera, que “ganan en dólares”, tenemos que la rápida valorización del peso que ha llevado el dólar a su cotización actual por debajo de 17 pesos, combinada con el aumento de precios que han sufrido las mercancías desde 2018, ha determinado que en este momento el poder adquisitivo de un dólar en el mercado de Juárez esté un 32 por ciento por debajo del nivel alcanzado en 2018.

Recíprocamente, esta misma devaluación del dólar representa el aumento de poder adquisitivo equivalente, de los pesos mexicanos, en manos del consumidor juarense, frente a las mercancías ofertadas en los mercados del otro lado de la frontera.

En suma, si bien es cierto que la capacidad de compra de la ciudad se ha elevado considerablemente con el aumento de los salarios, las inversiones sociales y una expansión general de la economía en la mayor parte de sus actividades relevantes; también lo es que se han encarecido las mercancías y servicios, ofrecidas en los mercados de Juárez, para el consumidor paseño; y junto con ello se han abaratado las mercancías que los comerciantes vecinos ofrecen al consumidor juarenses y eso representa un riesgo que en lo inmediato debe ser atendido.

Hay más riesgos que también tienen que ver con la política salarial que, al garantizar aumentos elevados a los asalariados que ganaban el mínimo, y no establecer criterios para la modificación de salarios superiores, está provocando una nueva estructuración de la jerarquía salarial, en la que cada día es más difícil asociar los niveles salariales a la productividad de los trabajadores con mayores ingresos.

En un caso que conozco, los trabajadores que en diciembre de 2018 ganaban 6.7 salarios mínimos, me indican que actualmente ganan dos salarios mínimos y están temerosos de que muy pronto su salario terminó siendo equivalente a sólo un salario mínimo.

Como ven, mucha tela que recortar; como aspirante a la senaduría estoy muy interesado en impulsar un mejor camino que nos lleve a mayores niveles de prosperidad y bienestar.

Reconozco que, gracias a su generosidad, las políticas que ha impulsado nuestro presidente han tenido éxito.

Hoy en Chihuahua, y en particular Juárez, tenemos mejores ingresos, mayores niveles de empleo, un peso fuerte y una inflación moderada a punto de contenerse; pero todo eso ha sido posible gracias a su solidaridad de los empresarios con sus trabajadores.

Si revisamos el origen de lo que ahora llamamos industria manufacturera y maquiladora de exportación (IMMEX) encontraremos que gracias a las gestiones, trámites, inversiones y presiones sociales realizadas por las y los miembros de la Cámara Nacional de la Industria y la Transformación (Canacintra) de los años cincuenta, el Gobierno Federal finalmente diseñó y aprobó el establecimiento de la Industria Maquiladora.

Fueron muchos los líderes empresariales a quienes debemos gran parte del desarrollo material que ha vivido nuestro estado y en especial nuestra querida frontera, pero la gestiones más constantes y organizadas, sin duda, se debieron a la Canacintra.

Hoy estamos ante otro momento crucial de nuestra historia; mucho ha llovido desde el siglo pasado a la fecha; las condiciones son otras y las oportunidades para desatar una nueva etapa de desarrollo, ciertamente distinta a la anterior, las tenemos a la vista.

Sin duda debemos aprovechar el actual potencial de desarrollo, que en esta etapa no sólo contiene energía para crecer en el aspecto económico, sino además para hacerlo en el aspecto social, posibilitando mayores niveles de bienestar para todos los segmentos de nuestra querida frontera.

Hablo de un nuevo potencial, porque desde diciembre de 2018 una nueva política de bienestar ha estado promoviendo transformaciones a lo largo y ancho del estado que hay permitido mejorar la vida material del país, sus regiones y comunidades. Se trata de una propuesta de transformación que propicia un desarrollo más equilibrado, justo e igualitario, de las ciudades, empresas, familias e individuos.

Este modelo ya cumplió un lustro de haberse establecido a lo largo de la Frontera Norte y en particular aquí en Ciudad Juárez; gracias a ello hoy tenemos elementos para hacer un primer balance de algunos de sus primeros resultados favorables, pero también de aquellos que representan riesgos para nuestro crecimiento y desarrollo futuro.

Hablando de los resultados creo que el impacto más amplio y profundo lo tenemos en la política salarial que en cinco años cuadruplicó el salario mínimo, elevándolo de 88.4 pesos a 374.9.

No debemos olvidar que en los sexenios de Fox, Calderón y Peña Nieto el salario quedó prácticamente congelado.

Lo importante de este aumento es que, contra lo esperado, no lo anuló la inflación, tampoco la devaluación del peso, ni un mayor nivel de desempleo: ocurrió exactamente lo contrario: el salario real se triplicó, la tasa de crecimiento del empleo promedio 3 por ciento y su valor nominal en dólares pasó de 4.74 dólares a 21.94.

No hay duda que por primera vez en nuestra historia esta política económica llevó mayores recursos al presupuesto de la mayor parte de las familias juarenses con bajos ingresos; pero también tuvo un efecto macroeconómico muy positivo; como por ejemplo en Ciudad Juárez, en la masa salarial que aportan las IMMEX con el pago realizado a sus 316 mil trabajadores, que representan más del 60 por ciento de los trabajadores formales que laboran en Juárez.

Al respecto, los reportes del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi) nos indican que las remuneraciones totales que la IMMEX paga a sus trabajadores, de 2018 a 2023, pasaron de 44 mil millones a 89 mil millones de pesos, lo que significó una duplicación de la masa de los salarios y prestaciones pagadas a los trabajadores.

No hay duda que esta derrama ha tenido efectos expansivos para todos los sectores de la ciudad y, seguramente, estos han sido mayores si tenemos en cuenta que a ese crecimiento de los pagos realizados por la industria se sumarán, en este año, los 5 mil 246 millones que el Gobierno de la Federación entregará a las familias juarenses a través de sus programas sociales.

Hay otros elementos que podemos presumir, pero el elevado impacto de esta política salarial, en la comunidad del país que cuenta con la mayor proporción de trabajadores formales asalariados de nuestro México, basta para reconocer que estamos ante una oportunidad de oro para imaginar los nuevos cauces que nuestro desarrollo futuro habrá de seguir.

Pero antes, querido lector, permítanme hacer un breve comentario sobre los riesgos que, yendo por esta senda, ya estamos enfrentando y que podrían no sólo entorpecer nuestra buena marcha, sino además frenarla, de no hacer lo suficiente para atenuarlos.

Me refiero a que los cambios en el tipo de cambio peso/dólar entrañan un riesgo que primero debe ser estudiado con sumo cuidado, para luego ser atendido con extrema prudencia.

A propósito, hablando de los niveles de competitividad de las mercancías y servicios que el comercio y la pequeña y mediana industria juarense ofrecen a la población juarense o vecinas del otro lado de la frontera, que “ganan en dólares”, tenemos que la rápida valorización del peso que ha llevado el dólar a su cotización actual por debajo de 17 pesos, combinada con el aumento de precios que han sufrido las mercancías desde 2018, ha determinado que en este momento el poder adquisitivo de un dólar en el mercado de Juárez esté un 32 por ciento por debajo del nivel alcanzado en 2018.

Recíprocamente, esta misma devaluación del dólar representa el aumento de poder adquisitivo equivalente, de los pesos mexicanos, en manos del consumidor juarense, frente a las mercancías ofertadas en los mercados del otro lado de la frontera.

En suma, si bien es cierto que la capacidad de compra de la ciudad se ha elevado considerablemente con el aumento de los salarios, las inversiones sociales y una expansión general de la economía en la mayor parte de sus actividades relevantes; también lo es que se han encarecido las mercancías y servicios, ofrecidas en los mercados de Juárez, para el consumidor paseño; y junto con ello se han abaratado las mercancías que los comerciantes vecinos ofrecen al consumidor juarenses y eso representa un riesgo que en lo inmediato debe ser atendido.

Hay más riesgos que también tienen que ver con la política salarial que, al garantizar aumentos elevados a los asalariados que ganaban el mínimo, y no establecer criterios para la modificación de salarios superiores, está provocando una nueva estructuración de la jerarquía salarial, en la que cada día es más difícil asociar los niveles salariales a la productividad de los trabajadores con mayores ingresos.

En un caso que conozco, los trabajadores que en diciembre de 2018 ganaban 6.7 salarios mínimos, me indican que actualmente ganan dos salarios mínimos y están temerosos de que muy pronto su salario terminó siendo equivalente a sólo un salario mínimo.

Como ven, mucha tela que recortar; como aspirante a la senaduría estoy muy interesado en impulsar un mejor camino que nos lleve a mayores niveles de prosperidad y bienestar.

Reconozco que, gracias a su generosidad, las políticas que ha impulsado nuestro presidente han tenido éxito.

Hoy en Chihuahua, y en particular Juárez, tenemos mejores ingresos, mayores niveles de empleo, un peso fuerte y una inflación moderada a punto de contenerse; pero todo eso ha sido posible gracias a su solidaridad de los empresarios con sus trabajadores.