/ viernes 22 de junio de 2018

Cambio o retroceso


A pocos días de que concluyan las campañas y se lleven a cabo las elecciones en el país, millones de ciudadanos estamos esperanzados en que se realizarán en medio del orden, la paz y el respeto, como es digno y deseable en un país democrático. Han sido muchas las llamadas y mensajes de políticos, líderes sociales, intelectuales, empresarios, artistas y ciudadanos, para que las autoridades garanticen un clima favorable y podamos votar en libertad y con respeto. Miles de voces claman también para que las y los mexicanos acudamos a las urnas a emitir nuestro voto, y cumplamos con la obligación y a la vez derecho constitucional que tanto costó conseguir, para que votemos en conciencia y razonablemente.

No obstante el clima de orden y de paz también depende de la ciudadanía y del comportamiento que finalmente mostremos al emitir el sufragio y posteriormente a ello. Existen dos posibilidades que serán la consecuencia del proceso electoral, el escenario a la regresión con las políticas populistas que se aplicaron en el país en el sexenio de Luis Echeverría con resultados desastrosos para la economía y la democracia, y hoy son propuestas de López Obrador, a quien se le ve cansado, envejecido y según dicen, hasta enfermo; además él mismo promete acabar con la corrupción pero no dice cómo y a su vez pregona amnistía para los corruptos; ofrece becar a ninis por cantidades millonarias sin revelar de dónde provendrán los dineros.

El otro escenario, finca los cimientos para el desarrollo, propone calidad educativa, coadyuvar con la aplicación de justicia para los infractores de la ley, trátese de quien se trate; acabar con la impunidad para erradicar la corrupción; impulsar la innovación, la tecnología y la ciencia; generar condiciones de seguridad para la inversión privada y extranjera y se fomente la creación de fuentes de empleo, que abatan las cifras tan grandes de desempleo en el país, entre otras muchas propuestas buenas, medibles y alcanzables que expone Ricardo Anaya, un joven estudioso, muy dedicado, preparado con doctorado, políglota, sencillo y con experiencia en el servicio público.

Yo me inclino por el cambio, por Anaya naturalmente. Y usted, lector, ¿a cuál le va?





A pocos días de que concluyan las campañas y se lleven a cabo las elecciones en el país, millones de ciudadanos estamos esperanzados en que se realizarán en medio del orden, la paz y el respeto, como es digno y deseable en un país democrático. Han sido muchas las llamadas y mensajes de políticos, líderes sociales, intelectuales, empresarios, artistas y ciudadanos, para que las autoridades garanticen un clima favorable y podamos votar en libertad y con respeto. Miles de voces claman también para que las y los mexicanos acudamos a las urnas a emitir nuestro voto, y cumplamos con la obligación y a la vez derecho constitucional que tanto costó conseguir, para que votemos en conciencia y razonablemente.

No obstante el clima de orden y de paz también depende de la ciudadanía y del comportamiento que finalmente mostremos al emitir el sufragio y posteriormente a ello. Existen dos posibilidades que serán la consecuencia del proceso electoral, el escenario a la regresión con las políticas populistas que se aplicaron en el país en el sexenio de Luis Echeverría con resultados desastrosos para la economía y la democracia, y hoy son propuestas de López Obrador, a quien se le ve cansado, envejecido y según dicen, hasta enfermo; además él mismo promete acabar con la corrupción pero no dice cómo y a su vez pregona amnistía para los corruptos; ofrece becar a ninis por cantidades millonarias sin revelar de dónde provendrán los dineros.

El otro escenario, finca los cimientos para el desarrollo, propone calidad educativa, coadyuvar con la aplicación de justicia para los infractores de la ley, trátese de quien se trate; acabar con la impunidad para erradicar la corrupción; impulsar la innovación, la tecnología y la ciencia; generar condiciones de seguridad para la inversión privada y extranjera y se fomente la creación de fuentes de empleo, que abatan las cifras tan grandes de desempleo en el país, entre otras muchas propuestas buenas, medibles y alcanzables que expone Ricardo Anaya, un joven estudioso, muy dedicado, preparado con doctorado, políglota, sencillo y con experiencia en el servicio público.

Yo me inclino por el cambio, por Anaya naturalmente. Y usted, lector, ¿a cuál le va?