/ martes 20 de octubre de 2020

Caminar en tiempos de Covid-19

Las restricciones causadas por la pandemia con el cierre de actividades recreacionales han provocado un cambio radical en nuestras vidas. Si antes teníamos la libertad de trasladarnos a cualquier lugar y disfrutar del entorno y de la gente, ahora lo recomendable es permanecer en casa para evitar contagios de Covid-19.

Lamentablemente estos días, pareciera que se nos olvidó que había una emergencia sanitaria y quisimos retomar nuestras actividades como en años anteriores, ocasionando un incremento en los contagios y muertes.

El sentido común (el menos común para muchos) es evitar conglomeraciones para no enfermarse, pues de hacerlo, con los hospitales colapsados de contagiados como están, se podría morir en la entrada de uno esperando ser atendido.

Lo recomendable es continuar aislados y ello, nos está llevando a un gran cambio cultural en nuestra forma de vivir. El zoom, las videollamadas, los correos electrónicos y la televisión nos anclan a una silla para trabajar, educarnos o incluso tener reuniones sociales. Pareciera que el Covid-19 ha eliminado nuestras diversiones; sin embargo, hay actividades que podemos realizar de manera segura con poco riesgo, para ejercitarnos y alejarnos de los desafíos que enfrentamos diariamente.

Una de esas actividades es caminar al aire libre y hacer senderismo, con sana distancia. Si es sobre salud, caminar se ha vuelto una actividad popular, mucho de ello relacionado con los beneficios que tiene en el cuerpo. No sólo contribuye a la salud física; también a la mental y espiritual. Henry David Thoreau escribió en su ensayo “Walking”: “He conocido tan sólo una o dos personas en el transcurso de mi vida, que entendieron el arte de caminar… Por cada caminata, existe una cruzada, dentro del ermitaño que habita dentro de nosotros”. Caminar es una búsqueda continua de lo incierto e incomprensible; una huida de lo definido.

Es el ritmo de la paciencia y del silencio interior. También es una añoranza que implica adentrarse en la melancolía de recordar los primeros pasos genuinos de nuestra existencia. Una tarde desempolvé el Diccionario de los Símbolos de Jean Chevalier y Alain Gheerbrant. Lo abrí justamente en la palabra pie, símbolo de la fuerza del alma; soporta la postura erguida del hombre.

El talón quizá es igual de importante; es la base del ser humano. Una persona alcanzada en el talón cae; fue como Aquiles pudo ser vencido. Recordé al gigante Anteo, hijo de Poseidón y de Gea (la Tierra). Éste encontraba su fuerza del contacto con la Tierra para vencer a sus enemigos; tocarla renovaba su poder.

En una lucha contra Hércules, se le ocurrió alzarlo para impedirle que tocara la tierra con sus pies y así, lo venció. El pie del hombre deja huella por donde pasa. No es lo mismo el caminar de Aristóteles, Platón, Sócrates, Jesús, o de los rarámuris. Es una experiencia única subjetiva, propia de la persona que da los pasos. No habrá dos caminares ni dos destinos iguales, aunque se vaya por el mismo camino. “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar, son tus huellas el camino y nada más”, cantaba Juan Manuel Serrat.

Para eso, hay que saber caminar, como el arte que es. Hay pasos que dejan huella y que trascienden en la historia, como Neil Amstrong cuando pisó la luna: “Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”. En este 2020, estamos dando muchos primeros pasos hacia caminos desconocidos e inciertos para adaptarnos a una nueva realidad.

Dar el primer paso en la vida quizá no fue el momento más desafiante desde nuestro nacimiento, sino activar la voluntad para darlo y es lo que le da sentido a caminar. El desafío para el futuro es activar nuestra voluntad para reinventarnos en un nuevo camino sin precedente y como Anteo, encontrar la fuerza en la Tierra para vencer las adversidades. ¡Salgamos a caminar!




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Las restricciones causadas por la pandemia con el cierre de actividades recreacionales han provocado un cambio radical en nuestras vidas. Si antes teníamos la libertad de trasladarnos a cualquier lugar y disfrutar del entorno y de la gente, ahora lo recomendable es permanecer en casa para evitar contagios de Covid-19.

Lamentablemente estos días, pareciera que se nos olvidó que había una emergencia sanitaria y quisimos retomar nuestras actividades como en años anteriores, ocasionando un incremento en los contagios y muertes.

El sentido común (el menos común para muchos) es evitar conglomeraciones para no enfermarse, pues de hacerlo, con los hospitales colapsados de contagiados como están, se podría morir en la entrada de uno esperando ser atendido.

Lo recomendable es continuar aislados y ello, nos está llevando a un gran cambio cultural en nuestra forma de vivir. El zoom, las videollamadas, los correos electrónicos y la televisión nos anclan a una silla para trabajar, educarnos o incluso tener reuniones sociales. Pareciera que el Covid-19 ha eliminado nuestras diversiones; sin embargo, hay actividades que podemos realizar de manera segura con poco riesgo, para ejercitarnos y alejarnos de los desafíos que enfrentamos diariamente.

Una de esas actividades es caminar al aire libre y hacer senderismo, con sana distancia. Si es sobre salud, caminar se ha vuelto una actividad popular, mucho de ello relacionado con los beneficios que tiene en el cuerpo. No sólo contribuye a la salud física; también a la mental y espiritual. Henry David Thoreau escribió en su ensayo “Walking”: “He conocido tan sólo una o dos personas en el transcurso de mi vida, que entendieron el arte de caminar… Por cada caminata, existe una cruzada, dentro del ermitaño que habita dentro de nosotros”. Caminar es una búsqueda continua de lo incierto e incomprensible; una huida de lo definido.

Es el ritmo de la paciencia y del silencio interior. También es una añoranza que implica adentrarse en la melancolía de recordar los primeros pasos genuinos de nuestra existencia. Una tarde desempolvé el Diccionario de los Símbolos de Jean Chevalier y Alain Gheerbrant. Lo abrí justamente en la palabra pie, símbolo de la fuerza del alma; soporta la postura erguida del hombre.

El talón quizá es igual de importante; es la base del ser humano. Una persona alcanzada en el talón cae; fue como Aquiles pudo ser vencido. Recordé al gigante Anteo, hijo de Poseidón y de Gea (la Tierra). Éste encontraba su fuerza del contacto con la Tierra para vencer a sus enemigos; tocarla renovaba su poder.

En una lucha contra Hércules, se le ocurrió alzarlo para impedirle que tocara la tierra con sus pies y así, lo venció. El pie del hombre deja huella por donde pasa. No es lo mismo el caminar de Aristóteles, Platón, Sócrates, Jesús, o de los rarámuris. Es una experiencia única subjetiva, propia de la persona que da los pasos. No habrá dos caminares ni dos destinos iguales, aunque se vaya por el mismo camino. “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar, son tus huellas el camino y nada más”, cantaba Juan Manuel Serrat.

Para eso, hay que saber caminar, como el arte que es. Hay pasos que dejan huella y que trascienden en la historia, como Neil Amstrong cuando pisó la luna: “Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”. En este 2020, estamos dando muchos primeros pasos hacia caminos desconocidos e inciertos para adaptarnos a una nueva realidad.

Dar el primer paso en la vida quizá no fue el momento más desafiante desde nuestro nacimiento, sino activar la voluntad para darlo y es lo que le da sentido a caminar. El desafío para el futuro es activar nuestra voluntad para reinventarnos en un nuevo camino sin precedente y como Anteo, encontrar la fuerza en la Tierra para vencer las adversidades. ¡Salgamos a caminar!




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