/ jueves 26 de octubre de 2017

Cataluña o el choque de los nacionalismos

La crisis de gobernabilidad en Cataluña llegó a un punto crítico al proponer el presidente del gobierno español al Senado el cesar al actual gobierno catalán, colocar bajo tutela al parlamento local y convocar a elecciones anticipadas en la región en menos de seis meses.

Rajoy aplica así el artículo 155 de la constitución española que establece estas medidas en caso de que alguna comunidad autónoma no cumpla con las leyes. El presidente de la Generalitat Carles Puigdemont  no definió si declaró o no la independencia, tarea que ahora le deja al parlamento catalán.

El enfrentamiento entre el gobierno español y el catalán se debe al referendo al que convocó Puigdemont para decidir si se separaban o no de España para constituir una nación independiente.

Los resultados de esta votación no son reconocidos por Rajoy debido a que se realizó en forma ilegal, por lo que intervino la Guardia Civil para intentar evitar las elecciones. La represión policiaca fue censurada mundialmente debido al exceso de fuerza y violencia que causó más de 800 heridos.

De acuerdo a Puigdemont votaron el 43 por ciento de los ciudadanos catalanes, el 90 por ciento de ellos a favor de la independencia lo que sumaría unos dos millones. El que sea sólo el 38 por ciento de los electores catalanes muestra un porcentaje débil para una decisión de esta magnitud.

España se enfrenta de esta forma a la peor crisis política desde que inició su etapa democrática con la constitución de 1978. Son 17 comunidades autónomas las que integran la república, las que a su vez agrupan a varias provincias.

El fondo del intento de secesión del presidente catalán es poder ser una nación independiente para integrarse a la Unión Europea y dejar de subsidiar al resto de las provincias españolas. Cataluña es la cuarta comunidad con mayor ingreso per cápita del país y su capital Barcelona es una metrópolis con bonanza económica además de su atractivo turístico.

La incertidumbre creada por el gobierno catalán ha ocasionado la emigración de las sedes de cientos de grandes empresas hacia otras regiones españolas. La situación se agravaría si el parlamento declara la independencia pues Cataluña quedaría aislada de buena parte del resto del mundo.

La Unión Europea no reconocería a la nueva nación catalana como lo han expresado los dirigentes de los diversos organismos de esta organización. Otros países, entre ellos México, han expresado su apoyo al gobierno español, por lo que la Cataluña independiente no contaría con el apoyo internacional mayoritario requerido para ser reconocida como nación.

Rajoy tiene el apoyo del PSOE y el partido Ciudadanos, además del partido Popular, por lo que cuenta con la mayoría parlamentaria con 254 de los 350 diputados y la mayoría absoluta en el Senado de su propio partido.

Esta lucha entre David y Goliat tal vez no tenga un final bíblico, pero sí refleja la crisis política que están causando los nacionalismos al colisionar entre sí. La Unión Europea nació para unir a los países del continente y evitar otros conflictos bélicos provocados por los nacionalismos, como la Segunda Guerra Mundial.

El conservador nacionalismo español, herencia vigente del franquismo, ha vuelto a campear en la misma Cataluña dividendo aún más a esta comunidad autónoma.

El choque entre el nacionalismo catalán y el español podría llevar a una seria crisis política no sólo del actual gobierno español sino de toda la nación española. Repercutiría desde luego en la debilitada Unión Europea con el Brexit y avivaría las demandas regionales en diversas naciones  europeas.

Un analista criticaba la postura catalana señalando que en Europa existen 200 lenguas, por lo que sería absurdo crear otro tanto de naciones en el Viejo Continente.

La salida menos costosa sería una negociación política entre los dos gobiernos parlamentarios para evitar una polarización ideológica promovida por el resurgimiento de los nacionalismos radicales con sus negativas cargas raciales y xenófobas.

El acuerdo que lograran las partes en conflicto no sería el ideal para ninguna de ellas pero sería una mejor solución que el del todo o nada. La democracia española tendrá que superar esta difícil prueba de fuego a la que ahora la someten los reclamos catalanes y lograr un nuevo convenio político que evite otros intentos de secesión por parte de algunas de las comunidades autónomas.