/ jueves 10 de diciembre de 2020

Dos años



Muchas son las razones por las cuales Andrés Manuel ganó en su tercer intento de ser presidente de México en 2018; su triunfo frente a José Antonio Meade del PRI y Ricardo Anaya del PAN fue de mayor dimensión a lo que se esperaba, la política azteca empezaba a tener otro sentido, o al menos eso creíamos. Sin lugar a dudas, el principal motivo de que las urnas favorecieran al señor de las mañaneras fue el voto del hartazgo de una sociedad disgustada por tanta inseguridad y su discurso contra la corrupción le arrojó los beneficios que esperaba sumando para su causa el pleito que los dos principales partidos políticos opositores sostenían entre ellos; todo esto lo capitalizó el abanderado de Morena, partido cuyos candidatos a diputados y senadores se sumaron a la inercia de una elección motivada por cierto enojo social.

Dos años han pasado de un gobierno que se mal nombró como la Cuarta Transformación y después de ver una administración basada en caprichos y ocurrencias, en donde el proyecto del aeropuerto de Texcoco fue cancelado tomando como argumento una arreglada encuesta ciudadana; en donde una refinería en Dos Bocas es prácticamente inviable, según expertos en el tema; en donde un combate a la corrupción sólo persigue a determinados personajes y cobija a otros que son afines al primer mandatario, en donde es notoria una falta de asesoría y de tacto en temas diplomáticos y en donde el manejo para controlar una pandemia ha sido un verdadero desastre con miles de mexicanos que han perdido la vida, el balance arroja resultados negativos.

Dos años en donde funcionarios de primer nivel renunciaron a su preciado encargo: Germán Martínez (IMSS), Carlos Urzúa (SHCP), Javier Jiménez Espriú (SCT), Josefa González y Víctor Toledo (Medio ambiente), Luis Calvo (Juegos y sorteos), Jaime Cárdenas (Indep) y recientemente su jefe de la oficina presidencial, el empresario Alfonso Romo. La mayoría abandonó el barco por notorias diferencias con la forma de gobierno.

En este primer tercio de su administración AMLO acaba de dar a conocer el esperado documento llamado “Guía ética”, donde tomando como base una pérdida de valores, tanto morales como espirituales, fue elaborada por varios de sus allegados en donde se tocan temas como la dignidad, la gratitud, el amor, la verdad, la confianza, la justicia, la fraternidad y la familia, entre otros. Documento que tendrá que ser analizado puntualmente y que, sin dar mucha explicación de los porqués, deben de tener, como libro de cabecera, todos los funcionarios que pretenden una 4T; el ejemplo se pone en casa ¿o no?

No obstante, a todo lo anterior, el nivel de popularidad de López Obrador se mantiene en alto nivel y es aquí el punto de mayor preocupación, ya que pese a estos dos desorientados años en los que no supimos si se rifó el avión presidencial o no, buena parte del pueblo sigue pensando que los sexenios anteriores eran peores. Hay quienes piensan así porque realmente así lo sienten y también hay quienes, pese a ver los resultados, no aceptan que se equivocaron en las urnas pudiendo más su orgullo. Así pasa, ni modo que no.




Muchas son las razones por las cuales Andrés Manuel ganó en su tercer intento de ser presidente de México en 2018; su triunfo frente a José Antonio Meade del PRI y Ricardo Anaya del PAN fue de mayor dimensión a lo que se esperaba, la política azteca empezaba a tener otro sentido, o al menos eso creíamos. Sin lugar a dudas, el principal motivo de que las urnas favorecieran al señor de las mañaneras fue el voto del hartazgo de una sociedad disgustada por tanta inseguridad y su discurso contra la corrupción le arrojó los beneficios que esperaba sumando para su causa el pleito que los dos principales partidos políticos opositores sostenían entre ellos; todo esto lo capitalizó el abanderado de Morena, partido cuyos candidatos a diputados y senadores se sumaron a la inercia de una elección motivada por cierto enojo social.

Dos años han pasado de un gobierno que se mal nombró como la Cuarta Transformación y después de ver una administración basada en caprichos y ocurrencias, en donde el proyecto del aeropuerto de Texcoco fue cancelado tomando como argumento una arreglada encuesta ciudadana; en donde una refinería en Dos Bocas es prácticamente inviable, según expertos en el tema; en donde un combate a la corrupción sólo persigue a determinados personajes y cobija a otros que son afines al primer mandatario, en donde es notoria una falta de asesoría y de tacto en temas diplomáticos y en donde el manejo para controlar una pandemia ha sido un verdadero desastre con miles de mexicanos que han perdido la vida, el balance arroja resultados negativos.

Dos años en donde funcionarios de primer nivel renunciaron a su preciado encargo: Germán Martínez (IMSS), Carlos Urzúa (SHCP), Javier Jiménez Espriú (SCT), Josefa González y Víctor Toledo (Medio ambiente), Luis Calvo (Juegos y sorteos), Jaime Cárdenas (Indep) y recientemente su jefe de la oficina presidencial, el empresario Alfonso Romo. La mayoría abandonó el barco por notorias diferencias con la forma de gobierno.

En este primer tercio de su administración AMLO acaba de dar a conocer el esperado documento llamado “Guía ética”, donde tomando como base una pérdida de valores, tanto morales como espirituales, fue elaborada por varios de sus allegados en donde se tocan temas como la dignidad, la gratitud, el amor, la verdad, la confianza, la justicia, la fraternidad y la familia, entre otros. Documento que tendrá que ser analizado puntualmente y que, sin dar mucha explicación de los porqués, deben de tener, como libro de cabecera, todos los funcionarios que pretenden una 4T; el ejemplo se pone en casa ¿o no?

No obstante, a todo lo anterior, el nivel de popularidad de López Obrador se mantiene en alto nivel y es aquí el punto de mayor preocupación, ya que pese a estos dos desorientados años en los que no supimos si se rifó el avión presidencial o no, buena parte del pueblo sigue pensando que los sexenios anteriores eran peores. Hay quienes piensan así porque realmente así lo sienten y también hay quienes, pese a ver los resultados, no aceptan que se equivocaron en las urnas pudiendo más su orgullo. Así pasa, ni modo que no.