/ miércoles 13 de marzo de 2024

El miedo, pretexto para gastar

El miedo a las manifestaciones populares, a la inseguridad, es un pretexto muy rentable para que el Gobierno del Estado se sirva con la cuchara grande del gasto. Como dijera el clásico del PRI: si no gastas, no ganas. El ejemplo más reciente: el muro metálico instalado alrededor de los palacios de gobierno y municipal de Chihuahua desde el 8 de marzo.

Treinta y nueve millones 268 mil 191 pesos de miedo. Y de negocio. Eso pagó el Gobierno del Estado por las 608 mamparas con las que “protegió” el Palacio de Gobierno y el Palacio Municipal de la justa rabia e indignación de la marcha por el Día Internacional de la Mujer. Además de gastar esa millonada y desplegar un operativo de vigilancia que criminalizaba a cualquier transeúnte curioso que se aventurara a mirar por las rendijas del muro metálico, el aparato de seguridad estatal no dejó de reprimir y gaseó a las manifestantes que intentaron escalar la pesada y costosa barrera.

Vigilar, reprimir y gastar es, pues, la fórmula que el Gobierno del Estado aplica para reducir, sin éxito, la inseguridad. La Plataforma Centinela es el máximo ejemplo: nos cuesta más de 4 mil millones de pesos a las y los contribuyentes y hasta el momento no ha aportado nada que al alma llegue en ese acuciante problema. Gastar mucho en las consecuencias es negocio; combatir las causas de la inseguridad y violencia, no lo es.

El Gobierno del Estado se ha convertido en el bolsillo más rápido del oeste para gastar los recursos del pueblo de Chihuahua discrecionalmente y no en lo que éste le demanda. Las mujeres chihuahuenses dicen que se gastan 40 millones en proteger edificios, y a los Centros de Justicia para las Mujeres les ha reducido el presupuesto a 27 millones de pesos. Con lo que cuesta una mampara se podría auxiliar al menos con un salario mínimo mensual durante un año a una mujer víctima de la violencia. Y son 608 mamparas.

Gastar y castigar fue la consigna de la Secretaría de Educación del estado ante los Libros de Texto Gratuitos. Para no repartirlos gastó una millonada en la impresión y adquisición de los materiales tipo sopa de letras para tratar de sustituirlos. La semana pasada, cuando el director de Materiales Educativos de la SEP, Marx Arriaga, fue invitado para que en sus vacaciones dirigiera una serie de talleres al magisterio chihuahuense sobre el manejo de los LTG, el Gobierno del Estado amenazó a las instituciones que prestaran su espacio para dichos talleres, por ejemplo, amenazó con el cese al director de uno de los planteles de la UPNECH si facilitaba ese espacio público para esos talleres.

Pero ni barreras metálicas ni amenazas disuaden a las y los chihuahuenses a manifestarse: la marcha del 8 de marzo fue la más concurrida de todas: los muros de Maru, lejos de disuadir, espolearon la participación de las mujeres; las maestras, maestros, jefes de sector y supervisores acudieron en masa a los talleres sobre los textos gratuitos organizados por el magisterio independiente.


Cuando a una idea le llegan sus tiempos, ni la vigilancia, ni el castigo ni el lucro, podrán impedir que se haga realidad.


El miedo a las manifestaciones populares, a la inseguridad, es un pretexto muy rentable para que el Gobierno del Estado se sirva con la cuchara grande del gasto. Como dijera el clásico del PRI: si no gastas, no ganas. El ejemplo más reciente: el muro metálico instalado alrededor de los palacios de gobierno y municipal de Chihuahua desde el 8 de marzo.

Treinta y nueve millones 268 mil 191 pesos de miedo. Y de negocio. Eso pagó el Gobierno del Estado por las 608 mamparas con las que “protegió” el Palacio de Gobierno y el Palacio Municipal de la justa rabia e indignación de la marcha por el Día Internacional de la Mujer. Además de gastar esa millonada y desplegar un operativo de vigilancia que criminalizaba a cualquier transeúnte curioso que se aventurara a mirar por las rendijas del muro metálico, el aparato de seguridad estatal no dejó de reprimir y gaseó a las manifestantes que intentaron escalar la pesada y costosa barrera.

Vigilar, reprimir y gastar es, pues, la fórmula que el Gobierno del Estado aplica para reducir, sin éxito, la inseguridad. La Plataforma Centinela es el máximo ejemplo: nos cuesta más de 4 mil millones de pesos a las y los contribuyentes y hasta el momento no ha aportado nada que al alma llegue en ese acuciante problema. Gastar mucho en las consecuencias es negocio; combatir las causas de la inseguridad y violencia, no lo es.

El Gobierno del Estado se ha convertido en el bolsillo más rápido del oeste para gastar los recursos del pueblo de Chihuahua discrecionalmente y no en lo que éste le demanda. Las mujeres chihuahuenses dicen que se gastan 40 millones en proteger edificios, y a los Centros de Justicia para las Mujeres les ha reducido el presupuesto a 27 millones de pesos. Con lo que cuesta una mampara se podría auxiliar al menos con un salario mínimo mensual durante un año a una mujer víctima de la violencia. Y son 608 mamparas.

Gastar y castigar fue la consigna de la Secretaría de Educación del estado ante los Libros de Texto Gratuitos. Para no repartirlos gastó una millonada en la impresión y adquisición de los materiales tipo sopa de letras para tratar de sustituirlos. La semana pasada, cuando el director de Materiales Educativos de la SEP, Marx Arriaga, fue invitado para que en sus vacaciones dirigiera una serie de talleres al magisterio chihuahuense sobre el manejo de los LTG, el Gobierno del Estado amenazó a las instituciones que prestaran su espacio para dichos talleres, por ejemplo, amenazó con el cese al director de uno de los planteles de la UPNECH si facilitaba ese espacio público para esos talleres.

Pero ni barreras metálicas ni amenazas disuaden a las y los chihuahuenses a manifestarse: la marcha del 8 de marzo fue la más concurrida de todas: los muros de Maru, lejos de disuadir, espolearon la participación de las mujeres; las maestras, maestros, jefes de sector y supervisores acudieron en masa a los talleres sobre los textos gratuitos organizados por el magisterio independiente.


Cuando a una idea le llegan sus tiempos, ni la vigilancia, ni el castigo ni el lucro, podrán impedir que se haga realidad.