/ miércoles 28 de febrero de 2024

Ciudad pelona, universidad pelona

Una mancha para nuestro orgullo chihuahuense: nuestra capacidad de aguante al polvo es tan grande como nuestra negligencia por sembrar y cuidar árboles. Es problema del gobierno, de los empresarios inmobiliarios y de los ciudadanos.

Recorriendo nuestro estado es fácil constatar que hay muy pocos árboles y muchas calles terregosas, sin pavimentar. Juárez se lleva las palmas, pero otras localidades no hacen malos quesos: Nuevo Casas Grandes tiene un bonito y moderno trazo, espaciosas calles, pero poco pavimentadas y la mayoría sin árboles. Algunas poblaciones que contaban con una acequia a la orilla de la cual crecían álamos, ahora han cerrado la corriente de agua, han dejado que se llene de tierra, la han encementado y la vegetación se perdió.

No es excusa que estemos en el desierto y tengamos un clima seco y extremoso. En muchos países las ciudades del desierto son verdaderos oasis, por ejemplo, Mendoza, Argentina, con un clima y un entorno ecológico semejante a Chihuahua, pero aquí parece que nos engolosinamos con los terregales.

Se pueden plantar variedades de árboles endémicas de la región, que requieran poca agua y resistan los embates del clima extremoso. Algunos gobernantes han tenido la buena práctica de plantar huizaches o encinos en los camellones, pero se puede hacer mucho más.

El gobierno municipal de Chihuahua tiene más ojos para el cemento que para los árboles. En los parques Lerdo o Urueta los árboles están al borde de la extinción. Es para dar pena la vegetación en El Palomar, en los taludes de la Avenida La Cantera y de muchos camellones.

En muchos fraccionamientos se conjugan el descuido de los gobiernos y el lucro de los fraccionadores. Los porcentajes de “áreas verdes” que se deben dejar en cada fraccionamiento son el paraíso de las polvaredas. (Por cierto, ¿dónde está el área verde de El Campanario?) Los negociantes dejan los espacios pelones, si mucho con unas banquetas y jueguitos infantiles y el municipio los recibe así, no los cuida y la poca vegetación se va secando. En algunas ocasiones son algunos abnegados vecinos y vecinas quienes riegan los maltrechos árboles, aunque los malandros los vandalizan y lo único que crece es el descuido de los habitantes.

Para experimentar lo que es un terrorífico desierto urbano con parques pedregosos, sin árboles, basta darse una vuelta por la inmensa zona de nuevos fraccionamientos populares como Lomas Oriente y Riberas del Sacramento. Ahí se podría rodar la próxima secuela del apocalíptico “Mad Max”.

El colmo es que que la UACH sea una universidad pelona. El nuevo campus es un inmenso páramo con unos cuantos oasis arbolados entre los edificios. Y el viejo campus, si no fuera por los árboles de la ciudad deportiva sería lo mismo, aunque cada vez se talan más árboles para construir nuevas (y feas) instalaciones.

Deja mucho, mucho que desear que la UACH, que cuenta con una Facultad de Ciencias Agrícolas y Forestales y otra de Ciencias Agrotecnológicas y una especialidad en Ecología no sea capaz de realizar un programa de arbolado con toda la ciencia y técnica que tiene, además de la mano de obra gratuita de los alumnos, a quienes se les puede pedir como parte de su servicio social que planten, y cultiven árboles, actividad que contribuiría también a su formación humana.

La Dra. María Cecilia Valles Aragón, investigadora de la UACH ha insistido en las siete razones por las que es una necesidad inminente sembrar árboles en nuestra ciudad. Ella dio su correo para quien se interese en el tema y en la tarea: mvalles@uach.mx

Además el movimiento “Salvemos los Cerros de Chihuahua” lucha por preservar la vegetación de nuestras montañas, y también realiza jornadas periódicas de reforestación.

Ojalá que podamos sumarnos a estas iniciativas, que los presupuestos participativos consideren esta necesidad. Ojalá que presidencia municipal y fraccionadores tomen conciencia y acciones. No nos merecemos una ciudad y una universidad pelonas.

Una mancha para nuestro orgullo chihuahuense: nuestra capacidad de aguante al polvo es tan grande como nuestra negligencia por sembrar y cuidar árboles. Es problema del gobierno, de los empresarios inmobiliarios y de los ciudadanos.

Recorriendo nuestro estado es fácil constatar que hay muy pocos árboles y muchas calles terregosas, sin pavimentar. Juárez se lleva las palmas, pero otras localidades no hacen malos quesos: Nuevo Casas Grandes tiene un bonito y moderno trazo, espaciosas calles, pero poco pavimentadas y la mayoría sin árboles. Algunas poblaciones que contaban con una acequia a la orilla de la cual crecían álamos, ahora han cerrado la corriente de agua, han dejado que se llene de tierra, la han encementado y la vegetación se perdió.

No es excusa que estemos en el desierto y tengamos un clima seco y extremoso. En muchos países las ciudades del desierto son verdaderos oasis, por ejemplo, Mendoza, Argentina, con un clima y un entorno ecológico semejante a Chihuahua, pero aquí parece que nos engolosinamos con los terregales.

Se pueden plantar variedades de árboles endémicas de la región, que requieran poca agua y resistan los embates del clima extremoso. Algunos gobernantes han tenido la buena práctica de plantar huizaches o encinos en los camellones, pero se puede hacer mucho más.

El gobierno municipal de Chihuahua tiene más ojos para el cemento que para los árboles. En los parques Lerdo o Urueta los árboles están al borde de la extinción. Es para dar pena la vegetación en El Palomar, en los taludes de la Avenida La Cantera y de muchos camellones.

En muchos fraccionamientos se conjugan el descuido de los gobiernos y el lucro de los fraccionadores. Los porcentajes de “áreas verdes” que se deben dejar en cada fraccionamiento son el paraíso de las polvaredas. (Por cierto, ¿dónde está el área verde de El Campanario?) Los negociantes dejan los espacios pelones, si mucho con unas banquetas y jueguitos infantiles y el municipio los recibe así, no los cuida y la poca vegetación se va secando. En algunas ocasiones son algunos abnegados vecinos y vecinas quienes riegan los maltrechos árboles, aunque los malandros los vandalizan y lo único que crece es el descuido de los habitantes.

Para experimentar lo que es un terrorífico desierto urbano con parques pedregosos, sin árboles, basta darse una vuelta por la inmensa zona de nuevos fraccionamientos populares como Lomas Oriente y Riberas del Sacramento. Ahí se podría rodar la próxima secuela del apocalíptico “Mad Max”.

El colmo es que que la UACH sea una universidad pelona. El nuevo campus es un inmenso páramo con unos cuantos oasis arbolados entre los edificios. Y el viejo campus, si no fuera por los árboles de la ciudad deportiva sería lo mismo, aunque cada vez se talan más árboles para construir nuevas (y feas) instalaciones.

Deja mucho, mucho que desear que la UACH, que cuenta con una Facultad de Ciencias Agrícolas y Forestales y otra de Ciencias Agrotecnológicas y una especialidad en Ecología no sea capaz de realizar un programa de arbolado con toda la ciencia y técnica que tiene, además de la mano de obra gratuita de los alumnos, a quienes se les puede pedir como parte de su servicio social que planten, y cultiven árboles, actividad que contribuiría también a su formación humana.

La Dra. María Cecilia Valles Aragón, investigadora de la UACH ha insistido en las siete razones por las que es una necesidad inminente sembrar árboles en nuestra ciudad. Ella dio su correo para quien se interese en el tema y en la tarea: mvalles@uach.mx

Además el movimiento “Salvemos los Cerros de Chihuahua” lucha por preservar la vegetación de nuestras montañas, y también realiza jornadas periódicas de reforestación.

Ojalá que podamos sumarnos a estas iniciativas, que los presupuestos participativos consideren esta necesidad. Ojalá que presidencia municipal y fraccionadores tomen conciencia y acciones. No nos merecemos una ciudad y una universidad pelonas.