/ jueves 25 de enero de 2024

El poder de la palabra

El lenguaje es una herramienta indispensable en la comunicación y las palabras tienen un poder inconmensurable. Destruyen o edifican, crean según el significado, pero, sobre todo, según la intención de la que están impregnadas, consciente o inconscientemente.

Sin duda, hay palabras que precisan una carga de intencionalidad que no siempre advertimos. La conjunción de ideas, la continuidad de una frase, la “hilvanación” semántica, que entreteje los motivos, no son asunto sencillo interpretarles sin contrastar con otras ideas, sin contextos. Además, si no se cuestiona, si se acepta como un dogma todo lo que nos dicen y afirman quienes poseen, no solo el don de la palabra, sino el control de una tribuna, esas palabras adquieren un poder mayor.

Florence Scovel Shinn, autora nacida en el siglo XIX, cuyos textos sobre metafísica configuran una revolucionaria propuesta sobre cómo creamos nuestra realidad a través de las palabras, puesto que, son energía, subrayaba que: “la felicidad no puede existir donde hay miedo, dudas o pánico, los sentimientos de seguridad y confianza, vienen de la fe perfecta”.

Independientemente de las creencias, está demostrado que si tenemos las referencias suficientes, al leer aquí que, un elefante rosa está colgado de un columpio comiéndose un helado de vainilla, lo imaginemos y hasta el helado se nos antoje si conectamos con el recuerdo de una emoción ya vivida y si la experiencia fue positiva, aún mejor.

Algo similar ocurre con las palabras con carga negativa, es decir, aquellas que nos conectan con una emoción como el miedo, enojo, resentimiento, tristeza, pérdida, etc., igual nos traen a la mente imágenes con esas referencias de dolor o agobio.

La Neuro semántica asegura que, aprender a utilizar distintos y más enriquecedores enfoques para interpretar una misma experiencia, podría abrirnos la posibilidad de crear mejores circunstancias.

A diario recibimos abundante información que nos intoxica y conecta con emociones de baja vibración. Hablar de los problemas, caos, muerte, violencia, nos hace reforzar la interpretación de un mundo desastroso y peligroso. En cambio, insistir en la elección de palabras que crean posibilidades de alegría y gozo, con solo decirlas e imaginar la bondadosa expresión de una madre con su bebé risueño en brazos, automáticamente la emoción puede volverse cálida y nutritiva.

El uso de afirmaciones positivas o la selección de palabras edificantes es un hábito que se cultiva. La tendencia ha sido conformarnos con enterarnos de lo que ocurre en el mundo, a través de la mirada de alguien más, lo que implica que, la mayoría de las veces desconocemos la motivación real, el sesgo o el uso de esas expresiones que adoptamos como si fueran nuestras.

Las palabras crean realidades. No resulta extraño escuchar a quienes continuamente hablan de lo mal que les va en la vida y una y otra vez, reciben más de lo mismo de lo que se quejan. Alguien que concibe la enfermedad como una predisposición inamovible, probablemente enferme y entonces, así reafirmará su creencia.

La Madre Teresa de Calcuta solía decir que no la invitaran a ser parte de manifestaciones en contra de la violencia, mejor pedía que el motivo fuera por la Paz. Solo imaginar algo distinto y mejor, en positivo, arribaríamos a un estado mental, emocional y hasta físico más reconfortante.

¿Qué palabras usamos cotidianamente? ¿Qué expresiones elegimos para expresarnos? ¿Qué tan conscientes somos de la intención que imprimimos a cada palabra que sale de nuestra boca? Valdría la pena averiguarlo.


El lenguaje es una herramienta indispensable en la comunicación y las palabras tienen un poder inconmensurable. Destruyen o edifican, crean según el significado, pero, sobre todo, según la intención de la que están impregnadas, consciente o inconscientemente.

Sin duda, hay palabras que precisan una carga de intencionalidad que no siempre advertimos. La conjunción de ideas, la continuidad de una frase, la “hilvanación” semántica, que entreteje los motivos, no son asunto sencillo interpretarles sin contrastar con otras ideas, sin contextos. Además, si no se cuestiona, si se acepta como un dogma todo lo que nos dicen y afirman quienes poseen, no solo el don de la palabra, sino el control de una tribuna, esas palabras adquieren un poder mayor.

Florence Scovel Shinn, autora nacida en el siglo XIX, cuyos textos sobre metafísica configuran una revolucionaria propuesta sobre cómo creamos nuestra realidad a través de las palabras, puesto que, son energía, subrayaba que: “la felicidad no puede existir donde hay miedo, dudas o pánico, los sentimientos de seguridad y confianza, vienen de la fe perfecta”.

Independientemente de las creencias, está demostrado que si tenemos las referencias suficientes, al leer aquí que, un elefante rosa está colgado de un columpio comiéndose un helado de vainilla, lo imaginemos y hasta el helado se nos antoje si conectamos con el recuerdo de una emoción ya vivida y si la experiencia fue positiva, aún mejor.

Algo similar ocurre con las palabras con carga negativa, es decir, aquellas que nos conectan con una emoción como el miedo, enojo, resentimiento, tristeza, pérdida, etc., igual nos traen a la mente imágenes con esas referencias de dolor o agobio.

La Neuro semántica asegura que, aprender a utilizar distintos y más enriquecedores enfoques para interpretar una misma experiencia, podría abrirnos la posibilidad de crear mejores circunstancias.

A diario recibimos abundante información que nos intoxica y conecta con emociones de baja vibración. Hablar de los problemas, caos, muerte, violencia, nos hace reforzar la interpretación de un mundo desastroso y peligroso. En cambio, insistir en la elección de palabras que crean posibilidades de alegría y gozo, con solo decirlas e imaginar la bondadosa expresión de una madre con su bebé risueño en brazos, automáticamente la emoción puede volverse cálida y nutritiva.

El uso de afirmaciones positivas o la selección de palabras edificantes es un hábito que se cultiva. La tendencia ha sido conformarnos con enterarnos de lo que ocurre en el mundo, a través de la mirada de alguien más, lo que implica que, la mayoría de las veces desconocemos la motivación real, el sesgo o el uso de esas expresiones que adoptamos como si fueran nuestras.

Las palabras crean realidades. No resulta extraño escuchar a quienes continuamente hablan de lo mal que les va en la vida y una y otra vez, reciben más de lo mismo de lo que se quejan. Alguien que concibe la enfermedad como una predisposición inamovible, probablemente enferme y entonces, así reafirmará su creencia.

La Madre Teresa de Calcuta solía decir que no la invitaran a ser parte de manifestaciones en contra de la violencia, mejor pedía que el motivo fuera por la Paz. Solo imaginar algo distinto y mejor, en positivo, arribaríamos a un estado mental, emocional y hasta físico más reconfortante.

¿Qué palabras usamos cotidianamente? ¿Qué expresiones elegimos para expresarnos? ¿Qué tan conscientes somos de la intención que imprimimos a cada palabra que sale de nuestra boca? Valdría la pena averiguarlo.