/ jueves 18 de abril de 2024

Fenómeno Baader-Meinhof o ilusión de frecuencia

Un día conocemos a alguien que vive cerca de nuestra casa y de pronto, le encontramos por todas partes. Pareciera como si el destino se empeñara en “unir nuestros caminos”. ¡Mmm!, esto puede parecer muy romántico, sí, pero tal vez se trata solamente de un patrón de acontecimientos que nuestro cerebro organiza.

Hablamos de un fenómeno de percepción que nos ocurre con frecuencia. Esa sensación de que eventos, personas, circunstancias determinadas se repiten y se nos presentan constantemente en un tiempo relativamente corto como casualidades “oportunas”, luego de experimentarlas por primera vez, hay quienes le llaman sincronicidad, pero también se le conoce como el fenómeno Baader-Meinhof.

Lo que sucede, explican especialistas, es que nuestra atención es selectiva. Lo que antes no era importante para nosotros, de pronto lo es y entonces nuestro enfoque se dirige a ese patrón que coincide con nuestra elección. El cerebro selecciona y discrimina de acuerdo a su interés.

Aunque a mí me gusta creer que sí existen los “encuentros mágicos”, también hay una probabilidad de que se manifiesten coincidencias por probabilidades matemáticas. Pero para que estas coincidencias ocurran, la información debe repetirse varias veces y así, nuestra mente creará patrones para interpretar lo sucedido.

Alguien me comentó que un día se dio cuenta de que cada vez que algo lindo le pasaba, aparecía una paloma blanca, volando, parada, en dibujos, etc. Es probable que la carga simbólica de la paloma le atribuyera a la ocurrencia de la presencia de la paloma, el valor sincrónico del hecho.

En las investigaciones al respecto de este fenómeno de frecuencia, se ha encontrado también la utilidad para temas publicitarios o manejo de mensajes dirigidos con cierto sesgo para efectos estadísticos y esto podría representar una suerte de oportunismo y manipulación.

Esa clase de sesgos tienen un impacto en la cognición y en la percepción de la realidad. No es de sorprender que de pronto tengamos la impresión de que determinadas cosas son más frecuentes que antes y solo se trate de la organización de nuestra mente para interpretar el mundo.

El fenómeno, por cierto, lleva su nombre Baader-Meinhof por el estudio conocido como Decoding Patterns of Human Brain Activity, “, publicado por Frank Tong, and Michael S. Pratte en 2011, que revela el resultado de la utilización de modelos multidimensionales para investigar cómo el cerebro codifica escenas visuales complejas o información semántica abstracta para interpretar sus experiencias sensoriales.

El estudio aún no ha tenido la valoración científica suficiente y, en opinión de especialistas en psicología, hay quienes preferirán conferirle una apreciación más bien espiritual a las sincronicidades. Lo cierto es que el tema ha dado lugar también a consideraciones “neuroéticas” sobre la privacidad mental.

Aunque la autora Rhonda Byrne asegura que “no existen accidentes ni coincidencias en la vida -todo es sincronización- porque todo tiene una frecuencia. Es simplemente la física en la vida y el universo en acción”, la sencilla frase incluida en el diálogo de uno de los personajes de la novela romántica “Quinta Avenida”, de Candace Bushnell “Adoraba las coincidencias y los signos”, quizá un mejor ejemplo, para matizar las explicaciones científicas.

Y es que no todo tendría que ser medido o calculado por métodos matemáticos, también lo sutil, lo inefable, nos es indispensable para intentar comprender los misterios de la vida misma.


Un día conocemos a alguien que vive cerca de nuestra casa y de pronto, le encontramos por todas partes. Pareciera como si el destino se empeñara en “unir nuestros caminos”. ¡Mmm!, esto puede parecer muy romántico, sí, pero tal vez se trata solamente de un patrón de acontecimientos que nuestro cerebro organiza.

Hablamos de un fenómeno de percepción que nos ocurre con frecuencia. Esa sensación de que eventos, personas, circunstancias determinadas se repiten y se nos presentan constantemente en un tiempo relativamente corto como casualidades “oportunas”, luego de experimentarlas por primera vez, hay quienes le llaman sincronicidad, pero también se le conoce como el fenómeno Baader-Meinhof.

Lo que sucede, explican especialistas, es que nuestra atención es selectiva. Lo que antes no era importante para nosotros, de pronto lo es y entonces nuestro enfoque se dirige a ese patrón que coincide con nuestra elección. El cerebro selecciona y discrimina de acuerdo a su interés.

Aunque a mí me gusta creer que sí existen los “encuentros mágicos”, también hay una probabilidad de que se manifiesten coincidencias por probabilidades matemáticas. Pero para que estas coincidencias ocurran, la información debe repetirse varias veces y así, nuestra mente creará patrones para interpretar lo sucedido.

Alguien me comentó que un día se dio cuenta de que cada vez que algo lindo le pasaba, aparecía una paloma blanca, volando, parada, en dibujos, etc. Es probable que la carga simbólica de la paloma le atribuyera a la ocurrencia de la presencia de la paloma, el valor sincrónico del hecho.

En las investigaciones al respecto de este fenómeno de frecuencia, se ha encontrado también la utilidad para temas publicitarios o manejo de mensajes dirigidos con cierto sesgo para efectos estadísticos y esto podría representar una suerte de oportunismo y manipulación.

Esa clase de sesgos tienen un impacto en la cognición y en la percepción de la realidad. No es de sorprender que de pronto tengamos la impresión de que determinadas cosas son más frecuentes que antes y solo se trate de la organización de nuestra mente para interpretar el mundo.

El fenómeno, por cierto, lleva su nombre Baader-Meinhof por el estudio conocido como Decoding Patterns of Human Brain Activity, “, publicado por Frank Tong, and Michael S. Pratte en 2011, que revela el resultado de la utilización de modelos multidimensionales para investigar cómo el cerebro codifica escenas visuales complejas o información semántica abstracta para interpretar sus experiencias sensoriales.

El estudio aún no ha tenido la valoración científica suficiente y, en opinión de especialistas en psicología, hay quienes preferirán conferirle una apreciación más bien espiritual a las sincronicidades. Lo cierto es que el tema ha dado lugar también a consideraciones “neuroéticas” sobre la privacidad mental.

Aunque la autora Rhonda Byrne asegura que “no existen accidentes ni coincidencias en la vida -todo es sincronización- porque todo tiene una frecuencia. Es simplemente la física en la vida y el universo en acción”, la sencilla frase incluida en el diálogo de uno de los personajes de la novela romántica “Quinta Avenida”, de Candace Bushnell “Adoraba las coincidencias y los signos”, quizá un mejor ejemplo, para matizar las explicaciones científicas.

Y es que no todo tendría que ser medido o calculado por métodos matemáticos, también lo sutil, lo inefable, nos es indispensable para intentar comprender los misterios de la vida misma.