/ jueves 11 de enero de 2024

Una agridulce espera

“Paciencia y silencio: virtud de los grandes”

Paulo Neo


Se dice que el bambú, una de las plantas de tronco más duro, alto y fuerte que ha dado la naturaleza, tiene una particularidad, puede ser sembrado y su crecimiento suele ser casi imperceptible. Sus verdes hojas y su grueso tronco no pueden verse hasta pasados unos 7 años en promedio.


Quienes lo cultivan, también cultivan la paciencia y nunca dejan de regar la planta, aun cuando, en apariencia, ésta pareciera estar dormida. Su crecimiento y fortaleza es, primero, hacia las raíces que se vuelven profundas y muy poderosas para sostener a la planta que, al cabo de esos 7 años crecerá velozmente hasta alcanzar una altura de más de 32 metros.


Una de las virtudes más nobles y ponderadas, al menos en mi generación y anteriores, era precisamente la paciencia. Esa habilidad de esperar sin perder la concentración o entusiasmo, hasta conseguir resultados en el cumplimiento de alguna meta.


Pero la forma de vida actual parece estimular más la idea de la rapidez, prontitud, inmediatez y superficialidad de los eventos, relaciones y sensaciones. Todo presionado por la velocidad; atrapado en la obligada ansiedad que genera no cumplir con las expectativas.


No necesitamos demasiada introspección para darnos cuenta de que algo nos está ocurriendo. Vivimos impacientes, con estrés, en desconexión interior y más pendientes de lo que ocurre hacia afuera. Desafortunadamente muchas de las más importantes decisiones de nuestra vida se toman justo en esa forma: apresuradamente.


Decisiones personales, sobre otras personas; las del gobierno; económicas, políticas, sociales y culturales, decisiones propias y ajenas que afectan la vida de los demás.


Estas afirmaciones no significan que todo lo que decidimos tenga indefectiblemente consecuencias nefastas, por el contrario, actuar con rapidez en ciertos escenarios, resulta fundamental para que los sistemas funcionen.


El área de urgencias de un hospital; la fila de un banco; la habilidad para resolver sobre una situación inaplazable, etc. Cada situación merece su tiempo. No hay fórmulas exactas para cada una de ellas.

Entonces, ¿qué significa eso de esperar y ser paciente?


Es esperar con prudencia. Ser pertinentes al momento de asumir una decisión.


Para muchas personas, en México somos generalmente buenos “esperando”. Esperamos en la fila para pagar la inscripción de nuestros hijos en la escuela; para casarnos o para tener hijos; para conseguir un empleo; para resolver un juicio, esperamos.


¿Cuál es el punto medio de esperar con paciencia, mientras aún es virtud y no necesidad o vicio? Cada quien tiene su propio límite. Su propia medición de paciencia o impaciencia. Su propia concepción del tiempo y la oportunidad. Así, todo es relativo.


Nuestro país parece estar en una espera permanente, un eterno “stand by”. Con una lista de pendientes y asuntos que no parecen tener respuesta, ni solución, ni atención. Si hubiera un premio a la paciencia, perseverancia o prudencia, casos como el pago pendiente de ex braceros, quienes pelearon por décadas por sus derechos; o la justicia pendiente en asuntos, tan emblemáticos como dolorosos, otra historia contarían.


Si, la paciencia y el silencio también tienen límites.

“La clave de la paciencia es hacer algo, mientras esperas” Autor anónimo


“Paciencia y silencio: virtud de los grandes”

Paulo Neo


Se dice que el bambú, una de las plantas de tronco más duro, alto y fuerte que ha dado la naturaleza, tiene una particularidad, puede ser sembrado y su crecimiento suele ser casi imperceptible. Sus verdes hojas y su grueso tronco no pueden verse hasta pasados unos 7 años en promedio.


Quienes lo cultivan, también cultivan la paciencia y nunca dejan de regar la planta, aun cuando, en apariencia, ésta pareciera estar dormida. Su crecimiento y fortaleza es, primero, hacia las raíces que se vuelven profundas y muy poderosas para sostener a la planta que, al cabo de esos 7 años crecerá velozmente hasta alcanzar una altura de más de 32 metros.


Una de las virtudes más nobles y ponderadas, al menos en mi generación y anteriores, era precisamente la paciencia. Esa habilidad de esperar sin perder la concentración o entusiasmo, hasta conseguir resultados en el cumplimiento de alguna meta.


Pero la forma de vida actual parece estimular más la idea de la rapidez, prontitud, inmediatez y superficialidad de los eventos, relaciones y sensaciones. Todo presionado por la velocidad; atrapado en la obligada ansiedad que genera no cumplir con las expectativas.


No necesitamos demasiada introspección para darnos cuenta de que algo nos está ocurriendo. Vivimos impacientes, con estrés, en desconexión interior y más pendientes de lo que ocurre hacia afuera. Desafortunadamente muchas de las más importantes decisiones de nuestra vida se toman justo en esa forma: apresuradamente.


Decisiones personales, sobre otras personas; las del gobierno; económicas, políticas, sociales y culturales, decisiones propias y ajenas que afectan la vida de los demás.


Estas afirmaciones no significan que todo lo que decidimos tenga indefectiblemente consecuencias nefastas, por el contrario, actuar con rapidez en ciertos escenarios, resulta fundamental para que los sistemas funcionen.


El área de urgencias de un hospital; la fila de un banco; la habilidad para resolver sobre una situación inaplazable, etc. Cada situación merece su tiempo. No hay fórmulas exactas para cada una de ellas.

Entonces, ¿qué significa eso de esperar y ser paciente?


Es esperar con prudencia. Ser pertinentes al momento de asumir una decisión.


Para muchas personas, en México somos generalmente buenos “esperando”. Esperamos en la fila para pagar la inscripción de nuestros hijos en la escuela; para casarnos o para tener hijos; para conseguir un empleo; para resolver un juicio, esperamos.


¿Cuál es el punto medio de esperar con paciencia, mientras aún es virtud y no necesidad o vicio? Cada quien tiene su propio límite. Su propia medición de paciencia o impaciencia. Su propia concepción del tiempo y la oportunidad. Así, todo es relativo.


Nuestro país parece estar en una espera permanente, un eterno “stand by”. Con una lista de pendientes y asuntos que no parecen tener respuesta, ni solución, ni atención. Si hubiera un premio a la paciencia, perseverancia o prudencia, casos como el pago pendiente de ex braceros, quienes pelearon por décadas por sus derechos; o la justicia pendiente en asuntos, tan emblemáticos como dolorosos, otra historia contarían.


Si, la paciencia y el silencio también tienen límites.

“La clave de la paciencia es hacer algo, mientras esperas” Autor anónimo