/ sábado 30 de septiembre de 2023

Fiesta y vino en la Quinta Carolina

Una de nuestras bellezas, con casi 3,000 metros de construcción, tremenda e inconcebible, es la Quinta Carolina. Es un emblema del porfiriato que nos remonta a los tiempos de los caciques, donde don Luis Terrazas era dueño de Chihuahua. Cuentan las crónicas que el señor Terrazas se la regaló a su esposa Carolina como casa de campo y fue inaugurada en junio de 1909 con una fiesta especial. La gente de la capital viajó en un tranvía que se construyó ex profeso y que luego llevaba y traía a los casi trescientos habitantes que tenía la hacienda. La hacienda consta de la enorme casa principal, el boliche, la portería, la capilla, el invernadero y dos quioscos, y fuera de este espacio, la casa de administrador, la cochera, el establo, la escuela, los corrales, el pozo y la casa de los peones, además de la casona que servía para hospedar a las importantes personalidades que se alojaban ahí y que ahora es un salón de fiestas. Hubo también un granero, una troje, una lechería y el rastro.

La primera vez que vi la Quinta Carolina tuve que agarrar aire ante tanta magnificencia arquitectónica, me sentí afortunada de que estuviera aquí a las afueras de la ciudad para poder llevar a la familia y contarle sobre el hombre que la mandó construir. Imposible ignorar que detrás de tal grandeza hubo mucha miseria humana, y del corazón, de su dueño, tanto que sólo un año les duró el gusto, pues en 1910 Francisco Villa la confiscó . Después de la derrota de las fuerzas villistas, Carranza devolvió el inmueble a la familia. Ahí comenzó su deterioro, no sabemos si tuvo que ver la mea culpa, o el remordimiento de la familia Terrazas, porque fue un símbolo de la diferencia social que llevó a México a la Revolución, creo que tal vez esa misma penitencia la tienen todavía los descendientes porque ni siquiera restauran los otros edificios como las caballerizas, la cochera, la iglesia… digo, para revindicar los egoísmos del abuelo, limpiar el karma y regalarle al pueblo un espacio histórico, ordenado y limpio.

Lo bueno es que la casa principal sí está restaurada y ahora la podemos disfrutar y pasearnos por sus jardines y salones, sobre todo en eventos como este donde habrá actividades, comida y por supuesto vino de Vínicola Diez González. Y lo mejor de todo es que habrá cata de vinos con renombrados sommeliers, así que, dese una vuelta, comienza a las 12 y se termina a las 9 p.m. Búsqueme y le invito un vinito.

Miembro de AECHIC

Una de nuestras bellezas, con casi 3,000 metros de construcción, tremenda e inconcebible, es la Quinta Carolina. Es un emblema del porfiriato que nos remonta a los tiempos de los caciques, donde don Luis Terrazas era dueño de Chihuahua. Cuentan las crónicas que el señor Terrazas se la regaló a su esposa Carolina como casa de campo y fue inaugurada en junio de 1909 con una fiesta especial. La gente de la capital viajó en un tranvía que se construyó ex profeso y que luego llevaba y traía a los casi trescientos habitantes que tenía la hacienda. La hacienda consta de la enorme casa principal, el boliche, la portería, la capilla, el invernadero y dos quioscos, y fuera de este espacio, la casa de administrador, la cochera, el establo, la escuela, los corrales, el pozo y la casa de los peones, además de la casona que servía para hospedar a las importantes personalidades que se alojaban ahí y que ahora es un salón de fiestas. Hubo también un granero, una troje, una lechería y el rastro.

La primera vez que vi la Quinta Carolina tuve que agarrar aire ante tanta magnificencia arquitectónica, me sentí afortunada de que estuviera aquí a las afueras de la ciudad para poder llevar a la familia y contarle sobre el hombre que la mandó construir. Imposible ignorar que detrás de tal grandeza hubo mucha miseria humana, y del corazón, de su dueño, tanto que sólo un año les duró el gusto, pues en 1910 Francisco Villa la confiscó . Después de la derrota de las fuerzas villistas, Carranza devolvió el inmueble a la familia. Ahí comenzó su deterioro, no sabemos si tuvo que ver la mea culpa, o el remordimiento de la familia Terrazas, porque fue un símbolo de la diferencia social que llevó a México a la Revolución, creo que tal vez esa misma penitencia la tienen todavía los descendientes porque ni siquiera restauran los otros edificios como las caballerizas, la cochera, la iglesia… digo, para revindicar los egoísmos del abuelo, limpiar el karma y regalarle al pueblo un espacio histórico, ordenado y limpio.

Lo bueno es que la casa principal sí está restaurada y ahora la podemos disfrutar y pasearnos por sus jardines y salones, sobre todo en eventos como este donde habrá actividades, comida y por supuesto vino de Vínicola Diez González. Y lo mejor de todo es que habrá cata de vinos con renombrados sommeliers, así que, dese una vuelta, comienza a las 12 y se termina a las 9 p.m. Búsqueme y le invito un vinito.

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