/ martes 8 de junio de 2021

Hacia una cultura de paz | Porque sólo nos queda reír.

El humor y una buena burla son parte de la idiosincrasia mexicana, así como también lo es en un proceso electoral. Comenta una buena amiga que para insultar o despreciar a alguien o algo, debes usar la diplomacia, definida por ella como el arte y la ciencia de mandar a la “fregada” a otra persona, de tal manera que quede encantada en el viaje de la mofa encubierta. Recomienda utilizar en un lenguaje especializado, auxiliado del origen y etimologías de las palabras para suavizar el tono de la ofensa, con el propósito de embelesar a la persona y desviar su atención hacia otros ángulos del texto; consigue satíricamente dar su punto de vista de manera agraciada sin ser tan “ofensiva”. Al final todos ganan algo, ya sea cultura, una buena risa, introducir un tema difícil de tocar, un “jalón de orejas” o quizá hasta un insulto directo de parte de la persona “ofendida”.

La política, de acuerdo con la RAE, es el arte de ejercer el poder público, de gobernar y de ocuparse de los asuntos públicos en general. En las democracias, los ciudadanos ejercemos nuestro voto para elegir a nuestros representantes, tal como lo hicimos este 6 de junio -que qué dicha que llegamos al 7 sin mayores incidentes y en aparente paz-. En 1265 ya se definía política como “ciencia del gobierno de los estados”. Gozaba de buena reputación, pero ahora, es una burla a la democracia, una debacle. Esta palabra ingresó al castellano gracias a la traducción de la novela de Émile Zola “La débâcle”, publicada en 1892. El argumento se sitúa en el contexto de los acontecimientos políticos y militares que acabaron con el Segundo Imperio de Napoleón III. Es un derrumbe, un desastre, como afirma la traducción. El vocablo se refería inicialmente a la ruptura de una traba (bâcle) de una puerta y con Zola, en Germinal” y en La débâcle”, como derrota militar o desastre político-social. Los “perdedores” se enfurruñaron por la derrota, es decir, se pusieron coléricos, enojados, enfadados y gruñeron irritados contra los vencedores; derivado de froigne “pusieron cara malhumorada”.

Pareciera que la política se ha convertido en un mitridatismo que en biología, es la resistencia a los efectos de un veneno adquirido mediante su administración prolongada y progresiva, empezando por dosis inofensivas. La palabra procede del nombre de Mitrídates VI, también conocido como Eupátor Dionysius. A los trece años sucedió a su padre como rey del Ponto. Para escapar de las constantes conspiraciones, se habituó a ingerir veneno en pequeñas dosis, con el fin de acostumbrar a su cuerpo e inmunizarlo. Cuando quiso suicidarse ya no pudo por su tolerancia a la sustancia, por lo que tuvo que ordenar que lo matasen. Hemos aprendido a tolerar el veneno de la deformada política y con tristeza nos aguantamos con elegir “democráticamente” al o la menos peor de los candidatos y no por el mejor. Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, pienso que si no te mata, quedas atarantado. Las tarántulas fueron la primer arma biológica de la historia. Cuando este insecto picaba a una persona, el efecto desorientado que le producía se le comenzó a llamar atarantar.

Estas elecciones tuvimos a un grupo selecto de mequetrefes “sujetos entrometidos e inútiles” queriendo llegar al poder. El vocablo es origen portugués, compuesta por meco “libertino”, proveniente del latín moechus “adúltero” y trefe “travieso”, procedente del hebreo “carne echada a perder”. Por buena o mala fortuna se acabaron las promesas y comienza el trabajo arduo para los vencedores. Estamos inmersos en teatro de lo absurdo (una obra de origen estadounidense sin explicación lógica y sin sentido). La historia nos ilustra, pero el tiempo, se encarga de deformar su significado. Estamos amortiguando, vocablo proveniente de “mortis”, que significa resistiendo la caída la muerte. ¿En qué momento nos fuimos por la borda? En fin, cuando no se pueda llorar, reír y aprender de la etimología de las palabras es mejor.


El humor y una buena burla son parte de la idiosincrasia mexicana, así como también lo es en un proceso electoral. Comenta una buena amiga que para insultar o despreciar a alguien o algo, debes usar la diplomacia, definida por ella como el arte y la ciencia de mandar a la “fregada” a otra persona, de tal manera que quede encantada en el viaje de la mofa encubierta. Recomienda utilizar en un lenguaje especializado, auxiliado del origen y etimologías de las palabras para suavizar el tono de la ofensa, con el propósito de embelesar a la persona y desviar su atención hacia otros ángulos del texto; consigue satíricamente dar su punto de vista de manera agraciada sin ser tan “ofensiva”. Al final todos ganan algo, ya sea cultura, una buena risa, introducir un tema difícil de tocar, un “jalón de orejas” o quizá hasta un insulto directo de parte de la persona “ofendida”.

La política, de acuerdo con la RAE, es el arte de ejercer el poder público, de gobernar y de ocuparse de los asuntos públicos en general. En las democracias, los ciudadanos ejercemos nuestro voto para elegir a nuestros representantes, tal como lo hicimos este 6 de junio -que qué dicha que llegamos al 7 sin mayores incidentes y en aparente paz-. En 1265 ya se definía política como “ciencia del gobierno de los estados”. Gozaba de buena reputación, pero ahora, es una burla a la democracia, una debacle. Esta palabra ingresó al castellano gracias a la traducción de la novela de Émile Zola “La débâcle”, publicada en 1892. El argumento se sitúa en el contexto de los acontecimientos políticos y militares que acabaron con el Segundo Imperio de Napoleón III. Es un derrumbe, un desastre, como afirma la traducción. El vocablo se refería inicialmente a la ruptura de una traba (bâcle) de una puerta y con Zola, en Germinal” y en La débâcle”, como derrota militar o desastre político-social. Los “perdedores” se enfurruñaron por la derrota, es decir, se pusieron coléricos, enojados, enfadados y gruñeron irritados contra los vencedores; derivado de froigne “pusieron cara malhumorada”.

Pareciera que la política se ha convertido en un mitridatismo que en biología, es la resistencia a los efectos de un veneno adquirido mediante su administración prolongada y progresiva, empezando por dosis inofensivas. La palabra procede del nombre de Mitrídates VI, también conocido como Eupátor Dionysius. A los trece años sucedió a su padre como rey del Ponto. Para escapar de las constantes conspiraciones, se habituó a ingerir veneno en pequeñas dosis, con el fin de acostumbrar a su cuerpo e inmunizarlo. Cuando quiso suicidarse ya no pudo por su tolerancia a la sustancia, por lo que tuvo que ordenar que lo matasen. Hemos aprendido a tolerar el veneno de la deformada política y con tristeza nos aguantamos con elegir “democráticamente” al o la menos peor de los candidatos y no por el mejor. Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, pienso que si no te mata, quedas atarantado. Las tarántulas fueron la primer arma biológica de la historia. Cuando este insecto picaba a una persona, el efecto desorientado que le producía se le comenzó a llamar atarantar.

Estas elecciones tuvimos a un grupo selecto de mequetrefes “sujetos entrometidos e inútiles” queriendo llegar al poder. El vocablo es origen portugués, compuesta por meco “libertino”, proveniente del latín moechus “adúltero” y trefe “travieso”, procedente del hebreo “carne echada a perder”. Por buena o mala fortuna se acabaron las promesas y comienza el trabajo arduo para los vencedores. Estamos inmersos en teatro de lo absurdo (una obra de origen estadounidense sin explicación lógica y sin sentido). La historia nos ilustra, pero el tiempo, se encarga de deformar su significado. Estamos amortiguando, vocablo proveniente de “mortis”, que significa resistiendo la caída la muerte. ¿En qué momento nos fuimos por la borda? En fin, cuando no se pueda llorar, reír y aprender de la etimología de las palabras es mejor.