/ martes 13 de julio de 2021

Hacia una cultura de paz | Protección al trabajo doméstico

Recientemente la Secretaría del Trabajo y Previsión Social ratificó el Convenio 189 para reconocer y proteger el trabajo doméstico. El 3 de julio entró en vigor, lo que representa un gran paso para la dignificación del tan maltratado trabajo del hogar.

También implica un gran avance para la equidad de género, pues de los dos millones de personas que realizan esta labor en nuestro país, más del 93 por ciento son mujeres. En países de América Latina es común que en los hogares cuenten con una "sirvienta o muchacha", como se les llama frecuentemente.

En Costa Rica por ejemplo, es casi impensable no tener a una en casa, ya sea que acuda diariamente o que viva en un cuarto designado para ello; por lo general son nicaragüenses por ser más económicos que una costarricense. En ese país sí existe regulación del trabajo del hogar: tienen derecho a vacaciones, seguridad social, servicio médico y retiro, entre otros beneficios.

Aunque existe esta protección legal, el trabajo en muchas ocasiones sigue siendo indignante por el trato que reciben estas personas, cuando los empleadores o mejor dicho empleadoras, ya que son las mujeres las que por lo general las contratan, reducen su condición de seres humanos a la de un objeto.

Algunas trabajadoras no pueden interactuar con la familia, comen en un lugar aislado del resto de ellos, tienen restricciones de movilidad y sus cuartos son muy elementales, destinados al descanso sin televisor u otro aparato para su recreación en su tiempo libre. En el resto de Centroamérica y centro sur de México también es común contar con estos servicios que no son bien remunerados y sin seguridad social. En Europa, independientemente del estatus socio económico de la familia, es extraño que alguien externo se ocupe de la limpieza del hogar; son los integrantes de la casa quienes por lo general se encargan equitativamente de realizarlo.

Existen países como la India, dónde las clases favorecidas cuentan con varios "sirvientes" como los llaman, cuyo trato se equipara a una forma moderna de esclavitud.

En países donde aún no se regula el trabajo doméstico, una empleada que se enferme o tenga un accidente de trabajo queda a su suerte para solucionar su problema, o una mujer que trabajó veinte años en un domicilio y de pronto es despedida, no puede exigir indemnización, menos ahorros, vacaciones y demás.

Este convenio representa el acceso al trabajo digno, a la protección de derechos humanos, a reducir la discriminación, la violencia laboral y de género. La igualdad en la dignidad de las personas, independientemente del trabajo que realizan, es la clave para construir una sociedad más justa, igualitaria y en paz.

Recientemente la Secretaría del Trabajo y Previsión Social ratificó el Convenio 189 para reconocer y proteger el trabajo doméstico. El 3 de julio entró en vigor, lo que representa un gran paso para la dignificación del tan maltratado trabajo del hogar.

También implica un gran avance para la equidad de género, pues de los dos millones de personas que realizan esta labor en nuestro país, más del 93 por ciento son mujeres. En países de América Latina es común que en los hogares cuenten con una "sirvienta o muchacha", como se les llama frecuentemente.

En Costa Rica por ejemplo, es casi impensable no tener a una en casa, ya sea que acuda diariamente o que viva en un cuarto designado para ello; por lo general son nicaragüenses por ser más económicos que una costarricense. En ese país sí existe regulación del trabajo del hogar: tienen derecho a vacaciones, seguridad social, servicio médico y retiro, entre otros beneficios.

Aunque existe esta protección legal, el trabajo en muchas ocasiones sigue siendo indignante por el trato que reciben estas personas, cuando los empleadores o mejor dicho empleadoras, ya que son las mujeres las que por lo general las contratan, reducen su condición de seres humanos a la de un objeto.

Algunas trabajadoras no pueden interactuar con la familia, comen en un lugar aislado del resto de ellos, tienen restricciones de movilidad y sus cuartos son muy elementales, destinados al descanso sin televisor u otro aparato para su recreación en su tiempo libre. En el resto de Centroamérica y centro sur de México también es común contar con estos servicios que no son bien remunerados y sin seguridad social. En Europa, independientemente del estatus socio económico de la familia, es extraño que alguien externo se ocupe de la limpieza del hogar; son los integrantes de la casa quienes por lo general se encargan equitativamente de realizarlo.

Existen países como la India, dónde las clases favorecidas cuentan con varios "sirvientes" como los llaman, cuyo trato se equipara a una forma moderna de esclavitud.

En países donde aún no se regula el trabajo doméstico, una empleada que se enferme o tenga un accidente de trabajo queda a su suerte para solucionar su problema, o una mujer que trabajó veinte años en un domicilio y de pronto es despedida, no puede exigir indemnización, menos ahorros, vacaciones y demás.

Este convenio representa el acceso al trabajo digno, a la protección de derechos humanos, a reducir la discriminación, la violencia laboral y de género. La igualdad en la dignidad de las personas, independientemente del trabajo que realizan, es la clave para construir una sociedad más justa, igualitaria y en paz.