/ sábado 16 de septiembre de 2023

Invitada a la Feria del libro del Politécnico Nacional

De los momentos más culminantes en la historia de México, fue aquella decisión de Lázaro Cárdenas de crear el Instituto Politécnico Nacional, cuyos ingenieros cubrirían a los que se fueron luego de la expropiación petrolera. El IPN cuenta con casi 200,000, alumnos, tiene su propio, el mejor, y por muchos años el único, canal cultural del país que transmite los mejores programas de economía, ciencia, literatura, entre muchos. Además, en 1988, transmitía las primeras series gringas traducidas, mi preferida era Luz de Luna, donde la chispa, la ironía y los juegos de palabras de Bruce Willis despertaron a toda mi generación, aburrida de Raúl Velasco, El chavo del ocho, las novelas de sirvientas que se enamoraban del joven rico y las viejísimas películas de Pedro Infante que pasaban los sábados por la tarde y que la familia se aferraba a repetirlas. A veces sueño que soñé mi vida. Sobre todo, esos años de adolescencia excedidos de aburrimiento, de un día tras otro, tan redundados, tan pálidos e iguales como perlas de un infinito collar… perdón le contaba de la feria y me distraje con mis recuerdos.

Apenas entramos al IPN, nos encontramos con una máquina que hace agua directo de la atmósfera, inventada en Israel, así que ya puede, usted, tener en su casa su propia fuente inagotable de agua, bueno, si le sobran 5,000 dólares. Luego el olor y el folclor de la comida de Israel nos hipnotizó y nos comimos un dedo de novia, ese postre de pistaches y miel que me parece uno de los mejores del mundo.

Ahí mismo, asistimos a un concierto de la Filarmónica del IPN, porque también tiene su propia orquesta, y como hay para todos los gustos, al siguiente día se presentaba el grupo Maldita Vecindad. La FILIPN es una gran fiesta literaria para alumnos, docentes, público y niños.

En el IPN, no todo ha sido miel sobre hojuelas, recuerde usted que, en 1968, el ejército invadió este recinto educativo apuntando a los estudiantes con bazucas y rifles, desencadenándose luego la tragedia del 68, en esos tiempos convulsos ser estudiante del Poli, era ser izquierdista suicida.

Y bueno, allá voy a presentar mi novela Un Rayo en la Pradera, esa, que le he platicado trata de tres monjes budistas viviendo en un monasterio de Tibet y qué, de pronto, es invadido por los comunistas chinos. Y si no la ha leído porque solo lee en inglés, le platico que está traducida. Fui invitada por el noble José Luis Calderón, docente y organizador de la Feria, quien quedó de contarme su intervención en uno de estos temerosos movimientos estudiantiles en el que fue apresado y maltratado a tal punto que le quitaron las uñas de los pies. Qué cosa, creo que soy una persona de convicciones aguadas porque a la primera uñita hubiera gritado que amaba a Diaz Ordaz y que me parecía el más guapo actor de cine, claro que del Planeta de los Simios.

El público más difícil para la presentación de un libro es, sin duda, el de jóvenes preparatorianos, así que, como vivimos en el mundo de la imagen, y mi novela trata de budismo, les mostré fotos de pacíficos monjes meditando y haciendo diferentes menesteres, cosa que llamó su atención y seguro quedó una semilla por ahí, un abrir de la conciencia y debilitar la ignorancia, algo pues que los saqué del ensimismamiento juvenil.

Luego, fui a una conferencia donde el maestro Arturo Ahmed, daba una plática sobre las Ferias del Libro, y fíjese usted, lector, lectora, que fue nada más y nada menos que en Alemania, por alguna razón es el país que más científicos ha dado al mundo, fue muy grato conocerlo y saber que fundó la primera Escuela Mexicana de Libreros, él sabe que para que la gente lea hay que acercarla a los libros.

Son incontables las actividades, los ensayos y las novedades editoriales que tiene esta Feria. Gracias a tan noble institución por la invitación y felicidades por la enormidad de su fiesta literaria y su trabajo por mejorar a los habitantes de este nuestro hermoso país.

MIEMBRO AECHIC

De los momentos más culminantes en la historia de México, fue aquella decisión de Lázaro Cárdenas de crear el Instituto Politécnico Nacional, cuyos ingenieros cubrirían a los que se fueron luego de la expropiación petrolera. El IPN cuenta con casi 200,000, alumnos, tiene su propio, el mejor, y por muchos años el único, canal cultural del país que transmite los mejores programas de economía, ciencia, literatura, entre muchos. Además, en 1988, transmitía las primeras series gringas traducidas, mi preferida era Luz de Luna, donde la chispa, la ironía y los juegos de palabras de Bruce Willis despertaron a toda mi generación, aburrida de Raúl Velasco, El chavo del ocho, las novelas de sirvientas que se enamoraban del joven rico y las viejísimas películas de Pedro Infante que pasaban los sábados por la tarde y que la familia se aferraba a repetirlas. A veces sueño que soñé mi vida. Sobre todo, esos años de adolescencia excedidos de aburrimiento, de un día tras otro, tan redundados, tan pálidos e iguales como perlas de un infinito collar… perdón le contaba de la feria y me distraje con mis recuerdos.

Apenas entramos al IPN, nos encontramos con una máquina que hace agua directo de la atmósfera, inventada en Israel, así que ya puede, usted, tener en su casa su propia fuente inagotable de agua, bueno, si le sobran 5,000 dólares. Luego el olor y el folclor de la comida de Israel nos hipnotizó y nos comimos un dedo de novia, ese postre de pistaches y miel que me parece uno de los mejores del mundo.

Ahí mismo, asistimos a un concierto de la Filarmónica del IPN, porque también tiene su propia orquesta, y como hay para todos los gustos, al siguiente día se presentaba el grupo Maldita Vecindad. La FILIPN es una gran fiesta literaria para alumnos, docentes, público y niños.

En el IPN, no todo ha sido miel sobre hojuelas, recuerde usted que, en 1968, el ejército invadió este recinto educativo apuntando a los estudiantes con bazucas y rifles, desencadenándose luego la tragedia del 68, en esos tiempos convulsos ser estudiante del Poli, era ser izquierdista suicida.

Y bueno, allá voy a presentar mi novela Un Rayo en la Pradera, esa, que le he platicado trata de tres monjes budistas viviendo en un monasterio de Tibet y qué, de pronto, es invadido por los comunistas chinos. Y si no la ha leído porque solo lee en inglés, le platico que está traducida. Fui invitada por el noble José Luis Calderón, docente y organizador de la Feria, quien quedó de contarme su intervención en uno de estos temerosos movimientos estudiantiles en el que fue apresado y maltratado a tal punto que le quitaron las uñas de los pies. Qué cosa, creo que soy una persona de convicciones aguadas porque a la primera uñita hubiera gritado que amaba a Diaz Ordaz y que me parecía el más guapo actor de cine, claro que del Planeta de los Simios.

El público más difícil para la presentación de un libro es, sin duda, el de jóvenes preparatorianos, así que, como vivimos en el mundo de la imagen, y mi novela trata de budismo, les mostré fotos de pacíficos monjes meditando y haciendo diferentes menesteres, cosa que llamó su atención y seguro quedó una semilla por ahí, un abrir de la conciencia y debilitar la ignorancia, algo pues que los saqué del ensimismamiento juvenil.

Luego, fui a una conferencia donde el maestro Arturo Ahmed, daba una plática sobre las Ferias del Libro, y fíjese usted, lector, lectora, que fue nada más y nada menos que en Alemania, por alguna razón es el país que más científicos ha dado al mundo, fue muy grato conocerlo y saber que fundó la primera Escuela Mexicana de Libreros, él sabe que para que la gente lea hay que acercarla a los libros.

Son incontables las actividades, los ensayos y las novedades editoriales que tiene esta Feria. Gracias a tan noble institución por la invitación y felicidades por la enormidad de su fiesta literaria y su trabajo por mejorar a los habitantes de este nuestro hermoso país.

MIEMBRO AECHIC