/ viernes 24 de diciembre de 2021

Izquierdas muy diferentes entre sí se abren paso en América Latina

Primero Bolivia con Luis Arce, después Perú con Pedro Castillo, continuó Chile con Gabriel Boric, y en el 2022 nos esperan elecciones en Colombia (mayo) y en Brasil (octubre). Las dos últimas son incógnitas, evidentemente, pero tienen posibilidades los candidatos de izquierdas, que se sumarían a sus colegas en un mapa que cambia el color político de América Latina.

El pasado domingo se produjo un hecho histórico en los procesos electorales chilenos, ganó la presidencia Gabriel Boric convirtiéndose en el presidente más joven de Chile con 35 años, devolviendo al país andino a un espacio político progresista que huye de las reminiscencias pinochetistas tan presentes en su historia reciente. Boric intentará poner en marcha una socialdemocracia moderna adaptada a las necesidades chilenas, ubicando en ese espacio político a todos los partidos que le apoyaron para ser presidente.

Nada tiene que ver ese tipo de política que pretende hacer Boric con la prometida por Pedro Castillo en Perú, que siendo un político claramente de izquierdas, aporta elementos muy diferentes. Lo primero su origen, un maestro rural, conocedor del Perú que estaba oculto para muchos gobernantes anteriores. Lima perdió frente al campo peruano por primera vez, y Castillo tendrá que lidiar con muchas dificultades y oposiciones; ya moderó su discurso en plena campaña, y como medida extrema se puede destacar la promesa de nacionalizar empresas estratégicas para el país, con la minería como estandarte.

El boliviano Luis Arce es economista, contador general y catedrático de universidad, con ese perfil preside Bolivia, unas características muy diferentes a las del expresidente Evo Morales, que sigue siendo el líder del partido Movimiento al Socialismo (MAS). Arce es menos mediático, austero, trabaja sin hacer ruido, formando un gabinete de tecnócratas progresistas con los que pretende favorecer a la población más desvalida del país, fortalecer a la clase media y mantener una relación menos violenta que Morales con sus opositores más radicales de Santa Cruz de la Sierra.

Las características de las poblaciones de los tres países mencionados son diferentes, pero hay coincidencias que hacen que unas izquierdas muy distintas presidan Bolivia, Perú y Chile: desigualdad social, países ricos que han sido empobrecidos, altos niveles de corrupción contra los que luchar, pésimas gestiones previas ante la pandemia del Covid-19 que los asoló, y sigue causando estragos.

La Colombia de Duque y el Brasil de Bolsonaro tendrán elecciones el año que viene, las luchas presidenciales serán duras y hay posibilidades de que candidaturas de izquierda tomen el poder, ninguna seguridad, pero sí opciones claras.

El mapa latinoamericano ya ha cambiado sustancialmente si atendemos al color político de sus dirigentes, pero puede cambiar más todavía. Eso puede afectar incluso a alguno de los procesos de integración de la región, alentando alguno que parecía ya muerto, como UNASUR, y poniendo contra las cuerdas a otros que estaban naciendo, como PROSUR. Las relaciones bilaterales entre países también pueden modificarse, llegando a entendimientos que antes parecían imposibles.

En resumidas cuentas, se abre un periodo diferente en el que las posibilidades de hacer una región más fuerte son claras. Estos nuevos dirigentes tienen en sus manos cumplir sus promesas y avanzar dando otra oportunidad a América Latina, lo veremos según pasen los meses.


Primero Bolivia con Luis Arce, después Perú con Pedro Castillo, continuó Chile con Gabriel Boric, y en el 2022 nos esperan elecciones en Colombia (mayo) y en Brasil (octubre). Las dos últimas son incógnitas, evidentemente, pero tienen posibilidades los candidatos de izquierdas, que se sumarían a sus colegas en un mapa que cambia el color político de América Latina.

El pasado domingo se produjo un hecho histórico en los procesos electorales chilenos, ganó la presidencia Gabriel Boric convirtiéndose en el presidente más joven de Chile con 35 años, devolviendo al país andino a un espacio político progresista que huye de las reminiscencias pinochetistas tan presentes en su historia reciente. Boric intentará poner en marcha una socialdemocracia moderna adaptada a las necesidades chilenas, ubicando en ese espacio político a todos los partidos que le apoyaron para ser presidente.

Nada tiene que ver ese tipo de política que pretende hacer Boric con la prometida por Pedro Castillo en Perú, que siendo un político claramente de izquierdas, aporta elementos muy diferentes. Lo primero su origen, un maestro rural, conocedor del Perú que estaba oculto para muchos gobernantes anteriores. Lima perdió frente al campo peruano por primera vez, y Castillo tendrá que lidiar con muchas dificultades y oposiciones; ya moderó su discurso en plena campaña, y como medida extrema se puede destacar la promesa de nacionalizar empresas estratégicas para el país, con la minería como estandarte.

El boliviano Luis Arce es economista, contador general y catedrático de universidad, con ese perfil preside Bolivia, unas características muy diferentes a las del expresidente Evo Morales, que sigue siendo el líder del partido Movimiento al Socialismo (MAS). Arce es menos mediático, austero, trabaja sin hacer ruido, formando un gabinete de tecnócratas progresistas con los que pretende favorecer a la población más desvalida del país, fortalecer a la clase media y mantener una relación menos violenta que Morales con sus opositores más radicales de Santa Cruz de la Sierra.

Las características de las poblaciones de los tres países mencionados son diferentes, pero hay coincidencias que hacen que unas izquierdas muy distintas presidan Bolivia, Perú y Chile: desigualdad social, países ricos que han sido empobrecidos, altos niveles de corrupción contra los que luchar, pésimas gestiones previas ante la pandemia del Covid-19 que los asoló, y sigue causando estragos.

La Colombia de Duque y el Brasil de Bolsonaro tendrán elecciones el año que viene, las luchas presidenciales serán duras y hay posibilidades de que candidaturas de izquierda tomen el poder, ninguna seguridad, pero sí opciones claras.

El mapa latinoamericano ya ha cambiado sustancialmente si atendemos al color político de sus dirigentes, pero puede cambiar más todavía. Eso puede afectar incluso a alguno de los procesos de integración de la región, alentando alguno que parecía ya muerto, como UNASUR, y poniendo contra las cuerdas a otros que estaban naciendo, como PROSUR. Las relaciones bilaterales entre países también pueden modificarse, llegando a entendimientos que antes parecían imposibles.

En resumidas cuentas, se abre un periodo diferente en el que las posibilidades de hacer una región más fuerte son claras. Estos nuevos dirigentes tienen en sus manos cumplir sus promesas y avanzar dando otra oportunidad a América Latina, lo veremos según pasen los meses.