/ viernes 10 de junio de 2022

La Cumbre de las Américas de Biden marcada por su desconocimiento de la región

Parecía que el presidente Biden era el mandatario estadounidense que mejor conocía América Latina o algunas de sus áreas, su experiencia en Centroamérica hacía pensar eso. Esto le llevaría a tener una sensibilidad diferente y a aplicar ese conocimiento a la idiosincrasia latinoamericana. Nada más lejos de la realidad. Su estreno como anfitrión de la novena Cumbre de las Américas ha generado un rechazo importante a su instrucción de no invitar a Cuba, Nicaragua y Venezuela. El lunes de esta semana diversos presidentes manifestaron que mandarían representantes, pero que ellos no irían, ya que no se podía consentir que no estuvieran todos los países, fuese el que fuese su régimen político. México, Bolivia y Guatemala estaban en esa postura. Argentina, Chile y Honduras exigieron que no se dejase a nadie fuera. Los 15 países caribeños del Caricom también rechazaron enérgicamente que no se invitase a todos.

Obama coincidió con Fidel Castro en 2015 y Trump con los cubanos en 2018. Y no pasó nada. El encargado de las relaciones de Estados Unidos con América Latina, Brian Nichols, no está teniendo una actuación ni brillante ni rentable para su país. Ha demostrado denostar la historia de las Cumbres y asumir que Latinoamérica aceptaría sus propuestas sin rechistar. Desde luego no es lo mejor que le podía ocurrir a Biden en un momento delicado de su mandato.

Pero la cuestión es si esta medida de exclusión ha valido para conseguir los fines estadounidenses en esta Cumbre. Uno de ellos es tratar en profundidad la inmigración irregular que, atravesando diversos países latinoamericanos, intenta entrar en Estados Unidos. Si vemos algunos orígenes de esos migrantes y algunos de los presidentes que no han acudido encontraremos coincidencias preocupantes para los intereses de Biden. Cuba, El Salvador, Guatemala, Honduras y Venezuela son focos de emigración cuyo objetivo final es Estados Unidos; ninguno de sus presidentes ha acudido a discutir el tema con el principal afectado, su presidente.

Otro elemento interesante de la Cumbre es la reunión de Biden con Bolsonaro, ya que el interés del estadounidense en reunirse con el ultraderechista brasileño ha hecho que se pliegue a sus exigencias, ya que el carioca no tenía intención de verle. Biden tuvo que enviar un funcionario especial, ofrecer a Bolsonaro que la reunión fuese privada, y tragarse el orgullo ante un mandatario que sigue poniendo en duda que ganase legalmente las elecciones a Trump, entre otras cosas. El brasileño se ha declarado neutral ante la invasión rusa en Ucrania, no tiene intención alguna de condenar a Putin públicamente, ignorando los crímenes de guerra, poniéndose de medio lado ante hechos intolerables para la mayoría de la comunidad internacional. Pero con él sí va a hablar, aunque también niegue el cambio climático y no acepte en absoluto la iniciativa Amazonia Connect, que es uno de los proyectos estrella del estadounidense para reducir la deforestación en la Amazonía, gran parte de ella brasileña.

Hay que ver los resultados finales de esta Cumbre, pero Biden quiso recorrer un camino tortuoso en su propia casa ante Latinoamérica y el Caribe. Es pronto para vislumbrar las consecuencias que esto pueda tener en la relación con sus vecinos del sur para los próximos años, pero errar con América Latina, jugando en casa, ni es inteligente ni eficaz para los intereses estadounidenses.


Parecía que el presidente Biden era el mandatario estadounidense que mejor conocía América Latina o algunas de sus áreas, su experiencia en Centroamérica hacía pensar eso. Esto le llevaría a tener una sensibilidad diferente y a aplicar ese conocimiento a la idiosincrasia latinoamericana. Nada más lejos de la realidad. Su estreno como anfitrión de la novena Cumbre de las Américas ha generado un rechazo importante a su instrucción de no invitar a Cuba, Nicaragua y Venezuela. El lunes de esta semana diversos presidentes manifestaron que mandarían representantes, pero que ellos no irían, ya que no se podía consentir que no estuvieran todos los países, fuese el que fuese su régimen político. México, Bolivia y Guatemala estaban en esa postura. Argentina, Chile y Honduras exigieron que no se dejase a nadie fuera. Los 15 países caribeños del Caricom también rechazaron enérgicamente que no se invitase a todos.

Obama coincidió con Fidel Castro en 2015 y Trump con los cubanos en 2018. Y no pasó nada. El encargado de las relaciones de Estados Unidos con América Latina, Brian Nichols, no está teniendo una actuación ni brillante ni rentable para su país. Ha demostrado denostar la historia de las Cumbres y asumir que Latinoamérica aceptaría sus propuestas sin rechistar. Desde luego no es lo mejor que le podía ocurrir a Biden en un momento delicado de su mandato.

Pero la cuestión es si esta medida de exclusión ha valido para conseguir los fines estadounidenses en esta Cumbre. Uno de ellos es tratar en profundidad la inmigración irregular que, atravesando diversos países latinoamericanos, intenta entrar en Estados Unidos. Si vemos algunos orígenes de esos migrantes y algunos de los presidentes que no han acudido encontraremos coincidencias preocupantes para los intereses de Biden. Cuba, El Salvador, Guatemala, Honduras y Venezuela son focos de emigración cuyo objetivo final es Estados Unidos; ninguno de sus presidentes ha acudido a discutir el tema con el principal afectado, su presidente.

Otro elemento interesante de la Cumbre es la reunión de Biden con Bolsonaro, ya que el interés del estadounidense en reunirse con el ultraderechista brasileño ha hecho que se pliegue a sus exigencias, ya que el carioca no tenía intención de verle. Biden tuvo que enviar un funcionario especial, ofrecer a Bolsonaro que la reunión fuese privada, y tragarse el orgullo ante un mandatario que sigue poniendo en duda que ganase legalmente las elecciones a Trump, entre otras cosas. El brasileño se ha declarado neutral ante la invasión rusa en Ucrania, no tiene intención alguna de condenar a Putin públicamente, ignorando los crímenes de guerra, poniéndose de medio lado ante hechos intolerables para la mayoría de la comunidad internacional. Pero con él sí va a hablar, aunque también niegue el cambio climático y no acepte en absoluto la iniciativa Amazonia Connect, que es uno de los proyectos estrella del estadounidense para reducir la deforestación en la Amazonía, gran parte de ella brasileña.

Hay que ver los resultados finales de esta Cumbre, pero Biden quiso recorrer un camino tortuoso en su propia casa ante Latinoamérica y el Caribe. Es pronto para vislumbrar las consecuencias que esto pueda tener en la relación con sus vecinos del sur para los próximos años, pero errar con América Latina, jugando en casa, ni es inteligente ni eficaz para los intereses estadounidenses.