/ viernes 30 de septiembre de 2022

Soldados rusos en Ucrania hablan de la realidad de su invasión

Por: Javier Bernabé Fraguas

Las conversaciones de soldados rusos que ocupan Ucrania interceptadas por los servicios de inteligencia ucranianos han reflejado esta semana duras críticas a Putin y un día a día que les hace ser más mercenarios que soldados. Saqueos de bienes pertenecientes a civiles, matanzas ordenadas por los mandos, desesperación y suicidios, son algunas de las realidades que se han podido escuchar en unos audios de conversaciones entre los propios militares o entre ellos y sus familias en Rusia. De momento tenemos el aval de la veracidad de este material por parte del diario estadounidense The New York Times, aunque algunos nos quedaríamos más tranquilos si su autenticidad se pudiera comprobar, además, por más fuentes internacionales cualificadas para esa tarea de verificación.

Según el prestigioso diario estadounidense que ha difundido las conversaciones la situación de los soldados que hablan entre ellos o con sus familias es muy diferente a la que se quiere hacer ver desde Moscú. Podemos dividir las críticas en varios aspectos clave que nos dan una imagen terrible de las fuerzas armadas de Putin: moral de las tropas, actitud en el campo de batalla, y cuestionamiento de las tácticas y estrategias de los generales encargados de la invasión.

Respecto a la moral de las tropas destaca la imposibilidad de entender la necesidad de la invasión y la incredulidad ante un día a día tan precario en el campo de operaciones. Se llega a hablar de algún suicidio y de muchas ganas de desertar que se mitigan con el alto sueldo que perciben estos soldados, si lo comparan con lo que cobrarían por un trabajo poco cualificado en Rusia.

Respecto a la actitud militar en el campo de batalla hay muchas cosas preocupantes. Matanzas de civiles ordenadas por los oficiales al mando para que no informasen de sus posiciones en el terreno; torturas visibilizadas en cuerpos desmembrados a ambos lados de muchas carreteras; saqueos de bienes de familias ucranianas y de comercios que los soldados rusos envían a su país, ante la sorpresa de sus propias familias en algunos casos y cumpliendo peticiones a la carta en otros (televisores, otros electrodomésticos, etc.); asesinato de militares ucranianos ante la imposibilidad de alimentarles como prisioneros de guerra, incumpliendo los Convenios de Ginebra y sus protocolos adicionales (son los tratados internacionales que contienen las principales normas destinadas a limitar la barbarie de la guerra). En fin, actitudes más mercenarias y asesinas que propias de unas fuerzas armadas convencionales en el siglo XXI.

Respecto al cuestionamiento del acierto de sus mandos, se preguntan hasta dónde sabían dónde se metían, ya que a muchos de los soldados ni se les informó que iban a una invasión real y que, por lo tanto, tendrían que asumir bajas, frío y hambre. No tienen comida suficiente y los equipamientos militares de la mayoría son mucho más antiguos que los de los defensores ucranianos, a los que muchos países pertenecientes a la OTAN han dotado de equipos de última generación. Otra cuestión clave es que entienden que no van a poder tomar Kiev, la capital, y que parecía obvio desde el principio, aunque los generales al mando creían todo lo contrario, chocando con una realidad que Putin no quiso ver nunca.

A pesar de todo esto los medios de comunicación rusos dan una versión completamente opuesta, pintando una realidad positiva y ganadora. La batalla de la información y la desinformación continúa en pleno apogeo, mientras la población civil ucraniana sigue muriendo.

Por: Javier Bernabé Fraguas

Las conversaciones de soldados rusos que ocupan Ucrania interceptadas por los servicios de inteligencia ucranianos han reflejado esta semana duras críticas a Putin y un día a día que les hace ser más mercenarios que soldados. Saqueos de bienes pertenecientes a civiles, matanzas ordenadas por los mandos, desesperación y suicidios, son algunas de las realidades que se han podido escuchar en unos audios de conversaciones entre los propios militares o entre ellos y sus familias en Rusia. De momento tenemos el aval de la veracidad de este material por parte del diario estadounidense The New York Times, aunque algunos nos quedaríamos más tranquilos si su autenticidad se pudiera comprobar, además, por más fuentes internacionales cualificadas para esa tarea de verificación.

Según el prestigioso diario estadounidense que ha difundido las conversaciones la situación de los soldados que hablan entre ellos o con sus familias es muy diferente a la que se quiere hacer ver desde Moscú. Podemos dividir las críticas en varios aspectos clave que nos dan una imagen terrible de las fuerzas armadas de Putin: moral de las tropas, actitud en el campo de batalla, y cuestionamiento de las tácticas y estrategias de los generales encargados de la invasión.

Respecto a la moral de las tropas destaca la imposibilidad de entender la necesidad de la invasión y la incredulidad ante un día a día tan precario en el campo de operaciones. Se llega a hablar de algún suicidio y de muchas ganas de desertar que se mitigan con el alto sueldo que perciben estos soldados, si lo comparan con lo que cobrarían por un trabajo poco cualificado en Rusia.

Respecto a la actitud militar en el campo de batalla hay muchas cosas preocupantes. Matanzas de civiles ordenadas por los oficiales al mando para que no informasen de sus posiciones en el terreno; torturas visibilizadas en cuerpos desmembrados a ambos lados de muchas carreteras; saqueos de bienes de familias ucranianas y de comercios que los soldados rusos envían a su país, ante la sorpresa de sus propias familias en algunos casos y cumpliendo peticiones a la carta en otros (televisores, otros electrodomésticos, etc.); asesinato de militares ucranianos ante la imposibilidad de alimentarles como prisioneros de guerra, incumpliendo los Convenios de Ginebra y sus protocolos adicionales (son los tratados internacionales que contienen las principales normas destinadas a limitar la barbarie de la guerra). En fin, actitudes más mercenarias y asesinas que propias de unas fuerzas armadas convencionales en el siglo XXI.

Respecto al cuestionamiento del acierto de sus mandos, se preguntan hasta dónde sabían dónde se metían, ya que a muchos de los soldados ni se les informó que iban a una invasión real y que, por lo tanto, tendrían que asumir bajas, frío y hambre. No tienen comida suficiente y los equipamientos militares de la mayoría son mucho más antiguos que los de los defensores ucranianos, a los que muchos países pertenecientes a la OTAN han dotado de equipos de última generación. Otra cuestión clave es que entienden que no van a poder tomar Kiev, la capital, y que parecía obvio desde el principio, aunque los generales al mando creían todo lo contrario, chocando con una realidad que Putin no quiso ver nunca.

A pesar de todo esto los medios de comunicación rusos dan una versión completamente opuesta, pintando una realidad positiva y ganadora. La batalla de la información y la desinformación continúa en pleno apogeo, mientras la población civil ucraniana sigue muriendo.