Los tiempos cambian y la mujer se empodera, pero esto no debe ser motivo de revanchismos entre mujeres y hombres, se requiere buscar nuevos esquemas que permitan alcanzar la igualdad de derechos y oportunidades. Promover las nuevas masculinidades es aplicar mejores modelos de comportamiento de los hombres en la familia y en la sociedad. Las nuevas masculinidades propician el ejercicio sublime del derecho a la paternidad que conlleva a un acercamiento más profundo de padres con hijos e hijas y que éste exprese sus sentimientos y emociones sin ser señalado como débil. También implica compartir el trabajo doméstico en aras de la justicia sin que por eso deba ser catalogado el varón como “mandilón”. De acuerdo a estudios del Inegi y de Inmujeres, la mujer dedica al trabajo doméstico aproximadamente treinta y cuatro horas a la semana y los hombres sólo diecisiete, esta desproporción conlleva a desgastes físicos de las mujeres que tras el cansancio de la jornada laboral, todavía llegan a casa a realizar labores domésticas en exceso. Compartir mujeres y hombres las actividades propias del hogar y el cuidado de los hijos y enfermos permitirá que las mujeres puedan dedicarse a otras actividades, como las deportivas, recreativas, culturales y al descanso. La masculinidad anacrónica es comúnmente conocida como machismo, y sigue prevaleciendo en muchos países. El modelo de masculinidad tradicional tiene como características la restricción emocional (vgr. que los hombres no lloran); la obsesión por los logros y el éxito (asociado al reto de siempre ser ganadores); la fuerza (que deben ser como robles, controlarse y no demostrar sentimientos aun ante la crisis); y ser atrevidos, aventados y arriesgados.
Propiciar las nuevas masculinidades conlleva al desarrollo humano integral de las personas, a mejorar las relaciones familiares y a tener escenarios más igualitarios y justos.