/ viernes 12 de junio de 2020

Lo primero para Morena es la pobreza

“López Obrador pretende que olvidemos todo en lo que creemos”

Las antiguas recetas de cocina normalmente mencionaban, por ejemplo, si uno quería cocinar un pato: “empiécese por tener el pato...”. Así, lo primero que necesita nuestro país es el éxito de sus ciudadanos, no la resignación a ser pobres y de paso ser muy “felices” con ello.

“Éxito” es una palabra que molesta al Presidente por ser, como él dice “neoliberal”. Sin embargo, las recetas de antaño son aplicables al primer ingrediente del progreso, del auténtico bienestar: el éxito.

Y el primer ingrediente para poder llegar a tener éxito es contar con “carácter”. Muchísimas personas han fracasado como profesionistas, en la industria, en el comercio y sobre todo en la política, porque olvidaron que antes del éxito en cualquier cosa, hay que alcanzarlo como hombres. Nuestro carácter es lo que somos. Para el infortunio de muchos de nosotros, el mundo está hecho de apariencias y todos sabemos que las apariencias engañan. El hombre más recto no es el que se mide contra los rectos, sino aquél que encontrándose entre la podredumbre y la corrupción, logra mantenerse sin mancha. Nada parecido a los actuales integrantes de Morena.

El más sabio no es aquel que ha caminado toda su vida de la mano de los filósofos, sino aquel que asediado por la falta de oportunidades y la ignorancia, huye de ella como si fuera perro rabioso y se siente ofendido si el Gobierno le ofrece mantenerlo con diferentes dádivas, becas, o “apoyos”. En realidad, el hombre de éxito es el que mide sus logros, no por su cuenta bancaria, sino por lo que alcanzó a hacer por los demás con recursos propios, no con los que pagan impuestos, no con el dinero de la nación.

¿De qué le sirve al hombre tener algo, cualquier cosa, si no hay alguien con quién compartirlo? Jamás tenemos algo hasta que no lo damos. Cuando podemos entender esto, entramos al portal de un cambio personal sorprendente para propios y extraños, pero sobre todo, para nosotros mismos.

Todos los días tenemos la gran oportunidad de poder sacrificar algo: tiempo y conocimientos, por ejemplo, para que otros las puedan tener y entonces descubrimos que no es necesario ser ricos para ser generosos ni ser poderosos para ser felices.

La prueba de la generosidad la podemos observar a diario. No por el millonario que aporta tantos o cuantos millones para un programa de beneficencia, ni por el político que ofrece quinientos pesos a sus seguidores para que asistan a su mitin para las fotos del periódico.

Observemos quién le da a un mendigo sentado en la calle o tocando una vieja guitarra. Son aquellos que teniendo limitado su ingreso, aquellos que tienen carencias, los que se detienen a compartir lo que tienen. Esos son los verdaderos filántropos, los héroes anónimos, aquellos que ya son más ricos que los ricos. Gracias a ellos, el mundo todavía tiene una esperanza...

El carácter, que determina nuestro verdadero “yo”, no es otra cosa que tener integridad y honradez. Es tener decoro y rectitud. Es el que determina hasta cómo vestimos o si andamos con los zapatos sucios o limpios, no con un decreto presidencial, como lo ha sugerido el presidente López. Es el carácter el que nos hace respetar la ley. Es el que nos aleja de los excesos y de los privilegios no merecidos. Es el que nos aparta de la ilegalidad. Es el que nos hace sentirnos y vernos insultados cuando se comete una injusticia en los demás. Es la fuente del honor y del valor. Es el que nos hace no avergonzarnos de nuestra fe, cualesquiera que ésta fuere. Lo primero es la búsqueda del éxito, y nunca la pobreza, como lo sugiere López.

“López Obrador pretende que olvidemos todo en lo que creemos”

Las antiguas recetas de cocina normalmente mencionaban, por ejemplo, si uno quería cocinar un pato: “empiécese por tener el pato...”. Así, lo primero que necesita nuestro país es el éxito de sus ciudadanos, no la resignación a ser pobres y de paso ser muy “felices” con ello.

“Éxito” es una palabra que molesta al Presidente por ser, como él dice “neoliberal”. Sin embargo, las recetas de antaño son aplicables al primer ingrediente del progreso, del auténtico bienestar: el éxito.

Y el primer ingrediente para poder llegar a tener éxito es contar con “carácter”. Muchísimas personas han fracasado como profesionistas, en la industria, en el comercio y sobre todo en la política, porque olvidaron que antes del éxito en cualquier cosa, hay que alcanzarlo como hombres. Nuestro carácter es lo que somos. Para el infortunio de muchos de nosotros, el mundo está hecho de apariencias y todos sabemos que las apariencias engañan. El hombre más recto no es el que se mide contra los rectos, sino aquél que encontrándose entre la podredumbre y la corrupción, logra mantenerse sin mancha. Nada parecido a los actuales integrantes de Morena.

El más sabio no es aquel que ha caminado toda su vida de la mano de los filósofos, sino aquel que asediado por la falta de oportunidades y la ignorancia, huye de ella como si fuera perro rabioso y se siente ofendido si el Gobierno le ofrece mantenerlo con diferentes dádivas, becas, o “apoyos”. En realidad, el hombre de éxito es el que mide sus logros, no por su cuenta bancaria, sino por lo que alcanzó a hacer por los demás con recursos propios, no con los que pagan impuestos, no con el dinero de la nación.

¿De qué le sirve al hombre tener algo, cualquier cosa, si no hay alguien con quién compartirlo? Jamás tenemos algo hasta que no lo damos. Cuando podemos entender esto, entramos al portal de un cambio personal sorprendente para propios y extraños, pero sobre todo, para nosotros mismos.

Todos los días tenemos la gran oportunidad de poder sacrificar algo: tiempo y conocimientos, por ejemplo, para que otros las puedan tener y entonces descubrimos que no es necesario ser ricos para ser generosos ni ser poderosos para ser felices.

La prueba de la generosidad la podemos observar a diario. No por el millonario que aporta tantos o cuantos millones para un programa de beneficencia, ni por el político que ofrece quinientos pesos a sus seguidores para que asistan a su mitin para las fotos del periódico.

Observemos quién le da a un mendigo sentado en la calle o tocando una vieja guitarra. Son aquellos que teniendo limitado su ingreso, aquellos que tienen carencias, los que se detienen a compartir lo que tienen. Esos son los verdaderos filántropos, los héroes anónimos, aquellos que ya son más ricos que los ricos. Gracias a ellos, el mundo todavía tiene una esperanza...

El carácter, que determina nuestro verdadero “yo”, no es otra cosa que tener integridad y honradez. Es tener decoro y rectitud. Es el que determina hasta cómo vestimos o si andamos con los zapatos sucios o limpios, no con un decreto presidencial, como lo ha sugerido el presidente López. Es el carácter el que nos hace respetar la ley. Es el que nos aleja de los excesos y de los privilegios no merecidos. Es el que nos aparta de la ilegalidad. Es el que nos hace sentirnos y vernos insultados cuando se comete una injusticia en los demás. Es la fuente del honor y del valor. Es el que nos hace no avergonzarnos de nuestra fe, cualesquiera que ésta fuere. Lo primero es la búsqueda del éxito, y nunca la pobreza, como lo sugiere López.