/ jueves 22 de octubre de 2020

Los huéspedes de la Casa Blanca

Recuerdo que mientras experimentaba los diez años de edad se hablaba mucho del presidente en turno de los Estados Unidos, Jimmy Carter, un político perteneciente al partido demócrata que siempre luchó por el respeto a los derechos humanos, décadas más tarde fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por su defensa a las causas humanitarias. Después el turno fue del republicano Ronald Reagan cuya infancia la vivió con ciertas carencias en un pueblo de Illinois, su carisma lo llevó a presidir al país de las barras y las estrellas por dos periodos concluyendo su mandato en 1989, cinco años después fue diagnosticado con Alzheimer, falleciendo en 2004. El partido republicano continuó en la Casa Blanca ahora en la figura del petrolero George Herbert Walker Bush, quien años atrás había fungido como Embajador en las Naciones Unidas y como director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), su cercana relación con el presidente ruso Boris Yeltsin fue uno de los aspectos que marcaron su gestión al terminar con la guerra fría, aunque hoy en día pareciera que el conflicto continúa vigente, pero con líneas de desacuerdo diferentes a las prevalecían a inicios de los noventa. En 1993 el turno fue para el demócrata Bill Clinton, quien llegó a ser el mandatario número 42 de los Estados Unidos tras haber gobernado el estado sureño de Arkansas donde nació; después de no permitirle la reelección a Bush y dejar en el camino al multimillonario Ross Perot, la popularidad del joven político lo llevó a quedarse en el poder hasta inicios de 2001 cuando tras unas elecciones un tanto polémicas George Bush (hijo), quien había gobernado el estado de Texas, le diera nuevamente la presidencia a la causa republicana, en un gobierno marcado seriamente por los atentados de las torres gemelas de Nueva York de aquel imborrable 11 de septiembre; su segundo mandato obtenido al borde del límite es recordado por una fuerte recesión económica y la visión del país hacia el exterior no era precisamente la mejor. El 2009 marcó un referente en el vecino país, ya que llegaba a la presidencia un afroestadounidense, el ex senador demócrata por Illinois Barack Obama, quien venció al senador por Arizona John McCain; durante su primer año de gobierno Obama fue acreedor del Premio Nobel de la Paz por sus acciones a favor del desarme nuclear, durante su segundo periodo inició las gestiones para entablar relaciones armoniosas con Cuba, lo que lo llevaron a elevar su popularidad en el ámbito mundial.

Desde las elecciones de 2016, en donde un polémico sistema le diera el triunfo a Donald Trump a pesar de que Hillary Clinton haya obtenido más votos de la gente, el ambiente político de los vecinos del norte ya no es el mismo, se perdió el encanto, la forma de gobierno de un hombre aferrado con un muro de la discordia, terco en no utilizar cubrebocas y que dice que el que le haya dado coronavirus fue una bendición de Dios, aunado a que el demócrata que intenta vencerlo el próximo mes nomás no convence del todo, ponen en el escenario político una indirecta decepción por parte de sus habitantes, quienes acudirán a las urnas para escoger a quien consideren el menos malo. ¿Les suena conocido?

Punto y aparte

Y por estos lares, regresamos al semáforo naranja. Algo estamos haciendo mal.

Recuerdo que mientras experimentaba los diez años de edad se hablaba mucho del presidente en turno de los Estados Unidos, Jimmy Carter, un político perteneciente al partido demócrata que siempre luchó por el respeto a los derechos humanos, décadas más tarde fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por su defensa a las causas humanitarias. Después el turno fue del republicano Ronald Reagan cuya infancia la vivió con ciertas carencias en un pueblo de Illinois, su carisma lo llevó a presidir al país de las barras y las estrellas por dos periodos concluyendo su mandato en 1989, cinco años después fue diagnosticado con Alzheimer, falleciendo en 2004. El partido republicano continuó en la Casa Blanca ahora en la figura del petrolero George Herbert Walker Bush, quien años atrás había fungido como Embajador en las Naciones Unidas y como director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), su cercana relación con el presidente ruso Boris Yeltsin fue uno de los aspectos que marcaron su gestión al terminar con la guerra fría, aunque hoy en día pareciera que el conflicto continúa vigente, pero con líneas de desacuerdo diferentes a las prevalecían a inicios de los noventa. En 1993 el turno fue para el demócrata Bill Clinton, quien llegó a ser el mandatario número 42 de los Estados Unidos tras haber gobernado el estado sureño de Arkansas donde nació; después de no permitirle la reelección a Bush y dejar en el camino al multimillonario Ross Perot, la popularidad del joven político lo llevó a quedarse en el poder hasta inicios de 2001 cuando tras unas elecciones un tanto polémicas George Bush (hijo), quien había gobernado el estado de Texas, le diera nuevamente la presidencia a la causa republicana, en un gobierno marcado seriamente por los atentados de las torres gemelas de Nueva York de aquel imborrable 11 de septiembre; su segundo mandato obtenido al borde del límite es recordado por una fuerte recesión económica y la visión del país hacia el exterior no era precisamente la mejor. El 2009 marcó un referente en el vecino país, ya que llegaba a la presidencia un afroestadounidense, el ex senador demócrata por Illinois Barack Obama, quien venció al senador por Arizona John McCain; durante su primer año de gobierno Obama fue acreedor del Premio Nobel de la Paz por sus acciones a favor del desarme nuclear, durante su segundo periodo inició las gestiones para entablar relaciones armoniosas con Cuba, lo que lo llevaron a elevar su popularidad en el ámbito mundial.

Desde las elecciones de 2016, en donde un polémico sistema le diera el triunfo a Donald Trump a pesar de que Hillary Clinton haya obtenido más votos de la gente, el ambiente político de los vecinos del norte ya no es el mismo, se perdió el encanto, la forma de gobierno de un hombre aferrado con un muro de la discordia, terco en no utilizar cubrebocas y que dice que el que le haya dado coronavirus fue una bendición de Dios, aunado a que el demócrata que intenta vencerlo el próximo mes nomás no convence del todo, ponen en el escenario político una indirecta decepción por parte de sus habitantes, quienes acudirán a las urnas para escoger a quien consideren el menos malo. ¿Les suena conocido?

Punto y aparte

Y por estos lares, regresamos al semáforo naranja. Algo estamos haciendo mal.