/ martes 6 de octubre de 2020

Marchas y manifestaciones 2020

El pasado 28 de septiembre se realizó una marcha por el aborto legal en México, donde miles de mujeres se manifestaron para exigir este derecho. También demandaron un alto a los feminicidios que van en una escalada preocupante, mismos que el gobierno ha sido incapaz de reducir. El tema de la violencia contra la mujer ha sido motivo de numerosas manifestaciones, como la acaecida el pasado 8 de marzo, considerada inédita por el número de participantes.

Para intentar deslegitimar la causa, se les señaló de violentas y dramáticas por hacer pintas, ignorando que son ellas las que han sufrido agresiones de las maneras más perversas de ejercicio de poder, en una sociedad que está estructurada de manera desigual desde el Estado.

No se justifican los daños, pero es entendible la rabia de una mujer que ha sufrido violencia y que, en el intento de encontrar justicia, se estampa contra la barrera de la impunidad que prevalece como norma general. La violencia actual es un fenómeno complejo de comprender. Por un lado, está la violencia y por otro, la percepción de ella.

A veces esta experiencia nos torna incapaces de comprenderla. También es importante ver desde dónde se analiza. Loyola decía: Para entender lo que es la pobreza, vaya y experimente lo que es ser pobre, métase con los pobres y viva como ellos.

La percepción de un hombre en torno a la violencia contra la mujer no será siempre objetiva, pues su comprensión y análisis es muy distinta a la del sujeto que la padece. De ahí la crítica hacia los hombres cuando pretenden decidir sobre los derechos reproductivos de las mujeres. Cuando me tocó atestiguar el genocidio silencioso de las niñas en la India, no me atreví a juzgar la difícil decisión de la madre de dejar morir a su hija recién nacida, para evitarle el sufrimiento y las complejidades a las que se enfrentaría en un país, donde la violencia de género las mata en vida.

En esta marcha reciente se repitió más o menos el mismo patrón del 8 de marzo en torno a deslegitimar la causa. En un intento de suprimir la expresión de la violencia, se formó un cerco policial que las encapsuló durante por cuatro horas. Cuando intentaron salir del círculo, les lanzaron gas lacrimógeno y petardos de color verde, morado y rosa.

El número de elementos policiales fue desproporcionado al de las manifestantes, con el fin de ahogar la protesta.

Este fue un abuso de autoridad en contra de quién no tiene cómo defenderse. Amnistía Internacional consideró que la detención de las cápsulas había sido arbitraria y calificó estos hechos como violatorios de derechos humanos. Una vez más, el derecho a manifestarse y a expresarse libremente fue violentado.

No saben qué hacer con el tema del aborto; ya no encuentran la forma de desacreditar al feminismo. Una cosa son los errores que se cometen en las marchas; otra es que las manifestantes sean las culpables de la violencia. Cuando algo así sucede, se aprovecha ese evento para justificar las acciones violentas que realiza el Estado para frenar los supuestos “actos violentos”, señalando de violentas a las propias víctimas. Así se quita el gobierno la responsabilidad de no asumir la situación de violencia contra las mujeres. Entonces, es más sencillo decir que ellas son las “violentas” para justificar cualquier tipo de sometimiento.

Se entiende el enojo. De nuevo, se reitera la incapacidad de empatizar con los problemas sociales y con las víctimas, tachando a las protestas y las manifestaciones de oscuras y violentas. Hay que discutir lo que sí importa, tocar el tema de fondo para evitar más muertes o encarcelamiento de mujeres que deciden sobre su cuerpo. Sin duda hay una gran incapacidad para hacer frente a los problemas sociales.

yanez_flor@hotmail.com

El pasado 28 de septiembre se realizó una marcha por el aborto legal en México, donde miles de mujeres se manifestaron para exigir este derecho. También demandaron un alto a los feminicidios que van en una escalada preocupante, mismos que el gobierno ha sido incapaz de reducir. El tema de la violencia contra la mujer ha sido motivo de numerosas manifestaciones, como la acaecida el pasado 8 de marzo, considerada inédita por el número de participantes.

Para intentar deslegitimar la causa, se les señaló de violentas y dramáticas por hacer pintas, ignorando que son ellas las que han sufrido agresiones de las maneras más perversas de ejercicio de poder, en una sociedad que está estructurada de manera desigual desde el Estado.

No se justifican los daños, pero es entendible la rabia de una mujer que ha sufrido violencia y que, en el intento de encontrar justicia, se estampa contra la barrera de la impunidad que prevalece como norma general. La violencia actual es un fenómeno complejo de comprender. Por un lado, está la violencia y por otro, la percepción de ella.

A veces esta experiencia nos torna incapaces de comprenderla. También es importante ver desde dónde se analiza. Loyola decía: Para entender lo que es la pobreza, vaya y experimente lo que es ser pobre, métase con los pobres y viva como ellos.

La percepción de un hombre en torno a la violencia contra la mujer no será siempre objetiva, pues su comprensión y análisis es muy distinta a la del sujeto que la padece. De ahí la crítica hacia los hombres cuando pretenden decidir sobre los derechos reproductivos de las mujeres. Cuando me tocó atestiguar el genocidio silencioso de las niñas en la India, no me atreví a juzgar la difícil decisión de la madre de dejar morir a su hija recién nacida, para evitarle el sufrimiento y las complejidades a las que se enfrentaría en un país, donde la violencia de género las mata en vida.

En esta marcha reciente se repitió más o menos el mismo patrón del 8 de marzo en torno a deslegitimar la causa. En un intento de suprimir la expresión de la violencia, se formó un cerco policial que las encapsuló durante por cuatro horas. Cuando intentaron salir del círculo, les lanzaron gas lacrimógeno y petardos de color verde, morado y rosa.

El número de elementos policiales fue desproporcionado al de las manifestantes, con el fin de ahogar la protesta.

Este fue un abuso de autoridad en contra de quién no tiene cómo defenderse. Amnistía Internacional consideró que la detención de las cápsulas había sido arbitraria y calificó estos hechos como violatorios de derechos humanos. Una vez más, el derecho a manifestarse y a expresarse libremente fue violentado.

No saben qué hacer con el tema del aborto; ya no encuentran la forma de desacreditar al feminismo. Una cosa son los errores que se cometen en las marchas; otra es que las manifestantes sean las culpables de la violencia. Cuando algo así sucede, se aprovecha ese evento para justificar las acciones violentas que realiza el Estado para frenar los supuestos “actos violentos”, señalando de violentas a las propias víctimas. Así se quita el gobierno la responsabilidad de no asumir la situación de violencia contra las mujeres. Entonces, es más sencillo decir que ellas son las “violentas” para justificar cualquier tipo de sometimiento.

Se entiende el enojo. De nuevo, se reitera la incapacidad de empatizar con los problemas sociales y con las víctimas, tachando a las protestas y las manifestaciones de oscuras y violentas. Hay que discutir lo que sí importa, tocar el tema de fondo para evitar más muertes o encarcelamiento de mujeres que deciden sobre su cuerpo. Sin duda hay una gran incapacidad para hacer frente a los problemas sociales.

yanez_flor@hotmail.com