/ viernes 10 de mayo de 2024

“Masiosare” en Quito: diplomacia rota | Parte 2

Desde hace varios años arranco mis clases de introducción a las ciencias jurídicas con una frase de Jorge González Galván, la cual -palabras más, palabras menos- reza así: El Derecho no existe; sólo es la intuición de un orden imaginario (González, 1997). Evidentemente la expresión sufrió el “teléfono descompuesto” de mi propio aprendizaje. Como sea, esto termina siendo un mantra poderoso que muestra, de forma sucinta, lo frágiles que son las leyes y lo importante de analizar la conducta humana. Hace tan sólo algunos años, las más mínimas transgresiones a la política interior de un país representaban declaraciones de guerra irremediables.

Por muchos siglos, la humanidad se involucró en conflictos que parecían cuento de nunca acabar. Los periodos de paz eran sólo pequeños brochazos que salpicaban la geopolítica internacional, la cual, desde tiempos romanos, helénicos, egipcios o mesopotámicos, no conocía la calma. Prácticamente toda la historia se contó a través de traiciones, enemistades y conquistas que, paralelamente, desencadenaron descubrimientos brillantísimos que compensaron lo amargo de la guerra.

En mis clases de Derecho, suelo plantear a los estudiantes el enorme dilema que acompañó a los primeros seres humanos sobre cómo comportarse. No es tarea fácil; retroceder hasta el cerebro primitivo de la humanidad equivale, para autores como Hegel o Spinoza, a colocarnos de nuevo en el lugar de nuestra temprana infancia y hallar las razones que tuvimos para “portarnos bien”. El camino, según nuestro hogar, parte en dos: asegurar la justicia a través de la venganza, o preservarla por medio del respeto incondicional. Es exactamente el “tratar a otros cómo te gustaría ser tratado” el postulado más recurrente entre las religiones más famosas del mundo. La sociedad respetuosa suele triunfar sobre la sociedad vengativa, pero no siempre.

Luego de los hechos del 5 de abril, cuando la Embajada Mexicana en Quito fuese asaltada cobardemente, se abrió la inevitable pregunta: ¿venganza o respeto?, o lo que es lo mismo ¿guerra o diplomacia? Hoy la Corte Internacional está revisando los hechos y las demandas de México, quien ha condenado enérgicamente el ataque a suelo soberano -inédito, por cierto-. Por otro lado, Ecuador está justificando su actuar ante la ácida e intrusiva postura del presidente Andrés Manuel López Obrador con relación a la política interior ecuatoriana y su afán, según se dice, de defender a criminales. Entre tratados y maltratos, ambos países intentan sustentar legalmente sus reclamos, pasando del: “respeto al derecho ajeno es la paz”, al tristemente célebre: “ojo por ojo, diente por diente”. Respeto y venganza. Amigos y rivales.

Quince magistrados de diversos países tendrán aproximadamente dos meses para decidir el futuro de este conflicto, donde la sanción más grave sería la expulsión del país sudamericano de la Organización de las Naciones Unidas, hecho que le privaría de apoyos, financiamientos y alianzas.

Brian Bowling decía: “la diplomacia te saca de un problema en el que el tacto te hubiera evitado meterte” ¿Será que el problema pudo prevenirse? ¿Estamos frente a un ejemplo más de pelea infantil cuyo móvil es: “le pegué porque me dijo que mi mamá era chimuela”?

Antes de irme, quisiera felicitar a todas las mamás en este su día. Mención privilegiada a mi madre y a mi esposa que hacen que mi vida siempre se incline por el respeto y no por la vendetta -que ganas no me faltan, a veces, de revivir a mi cavernícola rencoroso-; las amo mucho, gracias por todo.

Voy y vengo.


Director de Derecho, Economía y Relaciones Internacionales

Tecnológico de Monterrey campus Chihuahua

lgortizc@gmail.com

youtube: lgortizc


Desde hace varios años arranco mis clases de introducción a las ciencias jurídicas con una frase de Jorge González Galván, la cual -palabras más, palabras menos- reza así: El Derecho no existe; sólo es la intuición de un orden imaginario (González, 1997). Evidentemente la expresión sufrió el “teléfono descompuesto” de mi propio aprendizaje. Como sea, esto termina siendo un mantra poderoso que muestra, de forma sucinta, lo frágiles que son las leyes y lo importante de analizar la conducta humana. Hace tan sólo algunos años, las más mínimas transgresiones a la política interior de un país representaban declaraciones de guerra irremediables.

Por muchos siglos, la humanidad se involucró en conflictos que parecían cuento de nunca acabar. Los periodos de paz eran sólo pequeños brochazos que salpicaban la geopolítica internacional, la cual, desde tiempos romanos, helénicos, egipcios o mesopotámicos, no conocía la calma. Prácticamente toda la historia se contó a través de traiciones, enemistades y conquistas que, paralelamente, desencadenaron descubrimientos brillantísimos que compensaron lo amargo de la guerra.

En mis clases de Derecho, suelo plantear a los estudiantes el enorme dilema que acompañó a los primeros seres humanos sobre cómo comportarse. No es tarea fácil; retroceder hasta el cerebro primitivo de la humanidad equivale, para autores como Hegel o Spinoza, a colocarnos de nuevo en el lugar de nuestra temprana infancia y hallar las razones que tuvimos para “portarnos bien”. El camino, según nuestro hogar, parte en dos: asegurar la justicia a través de la venganza, o preservarla por medio del respeto incondicional. Es exactamente el “tratar a otros cómo te gustaría ser tratado” el postulado más recurrente entre las religiones más famosas del mundo. La sociedad respetuosa suele triunfar sobre la sociedad vengativa, pero no siempre.

Luego de los hechos del 5 de abril, cuando la Embajada Mexicana en Quito fuese asaltada cobardemente, se abrió la inevitable pregunta: ¿venganza o respeto?, o lo que es lo mismo ¿guerra o diplomacia? Hoy la Corte Internacional está revisando los hechos y las demandas de México, quien ha condenado enérgicamente el ataque a suelo soberano -inédito, por cierto-. Por otro lado, Ecuador está justificando su actuar ante la ácida e intrusiva postura del presidente Andrés Manuel López Obrador con relación a la política interior ecuatoriana y su afán, según se dice, de defender a criminales. Entre tratados y maltratos, ambos países intentan sustentar legalmente sus reclamos, pasando del: “respeto al derecho ajeno es la paz”, al tristemente célebre: “ojo por ojo, diente por diente”. Respeto y venganza. Amigos y rivales.

Quince magistrados de diversos países tendrán aproximadamente dos meses para decidir el futuro de este conflicto, donde la sanción más grave sería la expulsión del país sudamericano de la Organización de las Naciones Unidas, hecho que le privaría de apoyos, financiamientos y alianzas.

Brian Bowling decía: “la diplomacia te saca de un problema en el que el tacto te hubiera evitado meterte” ¿Será que el problema pudo prevenirse? ¿Estamos frente a un ejemplo más de pelea infantil cuyo móvil es: “le pegué porque me dijo que mi mamá era chimuela”?

Antes de irme, quisiera felicitar a todas las mamás en este su día. Mención privilegiada a mi madre y a mi esposa que hacen que mi vida siempre se incline por el respeto y no por la vendetta -que ganas no me faltan, a veces, de revivir a mi cavernícola rencoroso-; las amo mucho, gracias por todo.

Voy y vengo.


Director de Derecho, Economía y Relaciones Internacionales

Tecnológico de Monterrey campus Chihuahua

lgortizc@gmail.com

youtube: lgortizc