/ viernes 19 de enero de 2024

Apaches, guerras y tribus. (México) Parte 2

"Me entrego. Una vez fui como el viento. Ahora me entrego ante ti, y eso es todo" Gerónimo.

Una de tantas historias indígenas que han servido de puente entre Estados Unidos y México, es la de un favorito del cine western: el apache Gerónimo -Bedonkohe-, quien en el siglo XIX se convirtió en enemigo público de los gobiernos de Sonora, Chihuahua y, en franca hipérbole, de los Estados Unidos de América. La vida de este singular personaje arrancó cerca del río Gila en el año de 1829. Descendiente de patriarcas, inicialmente formó parte de una comunidad prácticamente sedentaria, la cual realizaba esporádicamente robos para terminar de integrar las provisiones de comida de las tribus. Quizá por ello en lengua zuñi -usada por otro pueblo de la región- se les denominó apachu, expresión equivalente a “enemigo” y que se hizo extensiva en otros lugares.

Gerónimo vivió en una sociedad relativamente pacífica que contempló los cambios políticos y legales de los gobiernos no indígenas con mayor pasividad que el resto de las tribus; tal vez por eso, cuando milicias mexicanas asesinaron a su esposa, a sus tres hijos y a su madre -en Janos, Chihuahua-, decidió sublevarse en contra de “los blancos” e instalarse en los alrededores de la Sierra Madre, desde donde dirigió numerosos ataques a las poblaciones mestizas. Años más tarde, fue nombrado jefe de un grupo chiricahua contrario al ejército norteamericano; su comunidad, integrada por saqueadores de ganado, vivía de forma nómada y era rechazada por el resto de las tribus apaches.

La intolerancia hacia la gente de Gerónimo se resintió en ambos lados de la frontera. En 1849, el gobierno de Chihuahua emitió un decreto que autorizaba el pago de dinero a cambio de las cabelleras de apaches, instando a la población a exterminar a grupos considerados rebeldes en ese momento. Sobra decir que dicha medida desató una cacería siniestra y masiva sin precedentes.

En una columna escrita por Nelson Solorio en el año 2022, publicada en esta misma casa editorial, se enunciaron las cantidades que se ofrecieron, en calidad de recompensa, por cada vida arrancada: el precio por la cabellera de un apache varón era de 100 pesos y 50 pesos por el de una cabellera de mujer. (…) años más tarde, aumentó el precio a 200 pesos por la de un hombre, la mitad por una mujer. Finalmente, el gobierno pagaría 17 mil 896 pesos a los llamados “cazadores de cabezas”.

La cabelleras arrebatadas -trofeos macabros de los homicidios- se hicieron un común denominador en ambos bandos pues, en represalia al decreto, los indígenas actuaron con una violencia similar. Los mercenarios que cazaron a los apaches -principalmente estadounidenses- se hicieron famosos por engañar al gobierno mexicano, pues además de las cabelleras de las tribus rebeldes, presentaron las de comunidades pacíficas -como las de Galeana- que no eran físicamente diferentes a las buscadas.

Gerónimo, se sublevó innumerables veces más, escapando de las fuerzas mexicanas y yankees, salvando la cabellera y teniendo como su principal alter ego al general George Crook, quien lo cazó durante años hasta hacerlo prisionero en 1886, colocándolo en una reserva “india”. Dicen que el gran jefe apache prefería ser aprehendido por los gringos antes que por los mexicanos. Tras su captura, su vida transcurrió entre desfiles, festivales, exposiciones circenses irrespetuosas – donde era obligado a hacer representaciones teatrales de sus tradiciones-, hasta su muerte en Fort Sill, Oklahoma.

Hasta el día de hoy, quizá en represalia, los apaches no son considerados un pueblo indígena por el gobierno mexicano. Por cierto, fue hasta el año 2023 que quedó formalmente anulada la “Ley de Cabelleras” de la legislación chihuahuense.

Querido lector, querida lectora. ¿Conocías esta historia? ¿Sabías de estos genocidios?

Voy y vengo.


Director de Derecho, Economía y Relaciones Internacionales

Tecnológico de Monterrey campus Chihuahua

lgortizc@gmail.com

youtube: lgortizc


"Me entrego. Una vez fui como el viento. Ahora me entrego ante ti, y eso es todo" Gerónimo.

Una de tantas historias indígenas que han servido de puente entre Estados Unidos y México, es la de un favorito del cine western: el apache Gerónimo -Bedonkohe-, quien en el siglo XIX se convirtió en enemigo público de los gobiernos de Sonora, Chihuahua y, en franca hipérbole, de los Estados Unidos de América. La vida de este singular personaje arrancó cerca del río Gila en el año de 1829. Descendiente de patriarcas, inicialmente formó parte de una comunidad prácticamente sedentaria, la cual realizaba esporádicamente robos para terminar de integrar las provisiones de comida de las tribus. Quizá por ello en lengua zuñi -usada por otro pueblo de la región- se les denominó apachu, expresión equivalente a “enemigo” y que se hizo extensiva en otros lugares.

Gerónimo vivió en una sociedad relativamente pacífica que contempló los cambios políticos y legales de los gobiernos no indígenas con mayor pasividad que el resto de las tribus; tal vez por eso, cuando milicias mexicanas asesinaron a su esposa, a sus tres hijos y a su madre -en Janos, Chihuahua-, decidió sublevarse en contra de “los blancos” e instalarse en los alrededores de la Sierra Madre, desde donde dirigió numerosos ataques a las poblaciones mestizas. Años más tarde, fue nombrado jefe de un grupo chiricahua contrario al ejército norteamericano; su comunidad, integrada por saqueadores de ganado, vivía de forma nómada y era rechazada por el resto de las tribus apaches.

La intolerancia hacia la gente de Gerónimo se resintió en ambos lados de la frontera. En 1849, el gobierno de Chihuahua emitió un decreto que autorizaba el pago de dinero a cambio de las cabelleras de apaches, instando a la población a exterminar a grupos considerados rebeldes en ese momento. Sobra decir que dicha medida desató una cacería siniestra y masiva sin precedentes.

En una columna escrita por Nelson Solorio en el año 2022, publicada en esta misma casa editorial, se enunciaron las cantidades que se ofrecieron, en calidad de recompensa, por cada vida arrancada: el precio por la cabellera de un apache varón era de 100 pesos y 50 pesos por el de una cabellera de mujer. (…) años más tarde, aumentó el precio a 200 pesos por la de un hombre, la mitad por una mujer. Finalmente, el gobierno pagaría 17 mil 896 pesos a los llamados “cazadores de cabezas”.

La cabelleras arrebatadas -trofeos macabros de los homicidios- se hicieron un común denominador en ambos bandos pues, en represalia al decreto, los indígenas actuaron con una violencia similar. Los mercenarios que cazaron a los apaches -principalmente estadounidenses- se hicieron famosos por engañar al gobierno mexicano, pues además de las cabelleras de las tribus rebeldes, presentaron las de comunidades pacíficas -como las de Galeana- que no eran físicamente diferentes a las buscadas.

Gerónimo, se sublevó innumerables veces más, escapando de las fuerzas mexicanas y yankees, salvando la cabellera y teniendo como su principal alter ego al general George Crook, quien lo cazó durante años hasta hacerlo prisionero en 1886, colocándolo en una reserva “india”. Dicen que el gran jefe apache prefería ser aprehendido por los gringos antes que por los mexicanos. Tras su captura, su vida transcurrió entre desfiles, festivales, exposiciones circenses irrespetuosas – donde era obligado a hacer representaciones teatrales de sus tradiciones-, hasta su muerte en Fort Sill, Oklahoma.

Hasta el día de hoy, quizá en represalia, los apaches no son considerados un pueblo indígena por el gobierno mexicano. Por cierto, fue hasta el año 2023 que quedó formalmente anulada la “Ley de Cabelleras” de la legislación chihuahuense.

Querido lector, querida lectora. ¿Conocías esta historia? ¿Sabías de estos genocidios?

Voy y vengo.


Director de Derecho, Economía y Relaciones Internacionales

Tecnológico de Monterrey campus Chihuahua

lgortizc@gmail.com

youtube: lgortizc