/ viernes 22 de diciembre de 2023

Nos mudamos al 2024

A unos instantes de que la natividad llegue y, pocos días después, la humanidad se haga joven de nuevo imitando a aquel bebé de Belén, la nostalgia se apodera de nosotros y los fantasmas de los recuerdos se hacen presentes. Las fotos, los lugares vacíos en el comedor familiar, la música añeja, las recetas viejas sacadas del baúl de las abuelas, todo nos conecta con ayeres vagabundos que entran con el arbolito de navidad desde inicios de diciembre, para luego despedirse, entre empujones y suspiros, después del día de Reyes.

Iniciará la vida, otra vez, como cada día o cada minuto. El 2024 se despertará en las cenizas de 365 recuerdos, mientras la humanidad seguirá soñando con prosperidad, redención y éxito. Los que sobrevivan a la última campanada, comerán uvas y beberán vino; los ausentes, se sumarán a los retratos de las cómodas, vitrinas y mesitas de noche, así como a las plegarias que acompañarán a los inquilinos del nuevo año.

Estos días de adviento son relicarios llenos de recuerdos y reflexión. Una vez más, vestiremos nuestras ropas más preciadas y, con cierto aire de heroísmo, nos sentaremos frente a frente con nuestras familias, con las cicatrices de las batallas vividas, y hablaremos del trabajo que conseguimos, de las amistades que perdimos y ganamos, de la familia que logramos, de los amores que nos dieron la espalda -y aquellos que se nos posaron en los ojos-, de los difuntos, de los aprendizajes más complicados, de los planes y sueños, etc. Abriremos la antología de chistes y anécdotas, y dejaremos que la comida se pase lento, en un último intento de conservar la gracia de todo lo que significó cruzar cuatro estaciones, juntos, una vez más.

¿De dónde vienen estas ceremonias tan nostálgicas? La navidad, por ejemplo, se fijó oficialmente durante el imperio romano, cuando el emperador Constantino admitió dicha fecha frente a la preservación del cristianismo; tal determinación se sobrepuso a viejas creencias latinas, que designaban el mismo día en que había nacido Cristo como el día del Sol Invictus -cuando nació el Dios Apolo (deidad solar)-. También en Roma, la gente se preparaba para el cierre del año, celebrando el solsticio de invierno con un descanso generalizado que duraba siete días, el cual fue conocido como saturnalias; dichas fechas suelen estar entre el 17 y el 23 de diciembre (caracterizadas por visitas a familiares, intercambio de regalos y celebración de grandes banquetes).

El año nuevo tiene una historia más reciente. La primera vez que se celebró la noche vieja, tal y como la conocemos, fue en el año de 1582 gracias al cambio en el calendario Gregoriano. Como si se tratase de una consciencia universal, la mayoría de los pueblos, sin importar la distancia entre ellos, han incluido en sus festejos: fuegos artificiales, cábalas (como salir con las maletas a la calle), mucha comida y bebida. Los pueblos prehispánicos de inspiración tolteca-chichimeca -en su forma, y en su propio calendario- solían romper buena parte de sus vajillas de barro, para darle la bienvenida a lo nuevo.

La navidad y el año nuevo, sin duda, representan los episodios de nostalgia más intensos del año. Habrá detractores de alguna de estas fechas, como aquellos que insisten en que Jesús nació en un momento en que los pastores tenían rebaños al aire libre, algo imposible en invierno y en una región como Palestina, destruyendo así el paradigma creado por Constantino y el Papa Julio I. De cualquier manera, hemos reunido nuestra fe en que quizá, ahora sí -y luego de la pachanga-, podamos ser más saludables, honestos, sabios, amables y trabajadores.

Querido lector, querida lectora, ha sido mi última columna del 2023. ¡Te deseo lo mejor! ¡Felices fiestas! ¡Hasta el 2024!

Mención especial para mi familia en Puebla y mi familia chihuahuense: esas amistades que ahora son tíos y tías de mi hijita. Gracias.


Voy y vengo.


Director de Derecho, Economía y Relaciones Internacionales

Tecnológico de Monterrey campus Chihuahua

lgortizc@gmail.com

youtube: lgortizc


A unos instantes de que la natividad llegue y, pocos días después, la humanidad se haga joven de nuevo imitando a aquel bebé de Belén, la nostalgia se apodera de nosotros y los fantasmas de los recuerdos se hacen presentes. Las fotos, los lugares vacíos en el comedor familiar, la música añeja, las recetas viejas sacadas del baúl de las abuelas, todo nos conecta con ayeres vagabundos que entran con el arbolito de navidad desde inicios de diciembre, para luego despedirse, entre empujones y suspiros, después del día de Reyes.

Iniciará la vida, otra vez, como cada día o cada minuto. El 2024 se despertará en las cenizas de 365 recuerdos, mientras la humanidad seguirá soñando con prosperidad, redención y éxito. Los que sobrevivan a la última campanada, comerán uvas y beberán vino; los ausentes, se sumarán a los retratos de las cómodas, vitrinas y mesitas de noche, así como a las plegarias que acompañarán a los inquilinos del nuevo año.

Estos días de adviento son relicarios llenos de recuerdos y reflexión. Una vez más, vestiremos nuestras ropas más preciadas y, con cierto aire de heroísmo, nos sentaremos frente a frente con nuestras familias, con las cicatrices de las batallas vividas, y hablaremos del trabajo que conseguimos, de las amistades que perdimos y ganamos, de la familia que logramos, de los amores que nos dieron la espalda -y aquellos que se nos posaron en los ojos-, de los difuntos, de los aprendizajes más complicados, de los planes y sueños, etc. Abriremos la antología de chistes y anécdotas, y dejaremos que la comida se pase lento, en un último intento de conservar la gracia de todo lo que significó cruzar cuatro estaciones, juntos, una vez más.

¿De dónde vienen estas ceremonias tan nostálgicas? La navidad, por ejemplo, se fijó oficialmente durante el imperio romano, cuando el emperador Constantino admitió dicha fecha frente a la preservación del cristianismo; tal determinación se sobrepuso a viejas creencias latinas, que designaban el mismo día en que había nacido Cristo como el día del Sol Invictus -cuando nació el Dios Apolo (deidad solar)-. También en Roma, la gente se preparaba para el cierre del año, celebrando el solsticio de invierno con un descanso generalizado que duraba siete días, el cual fue conocido como saturnalias; dichas fechas suelen estar entre el 17 y el 23 de diciembre (caracterizadas por visitas a familiares, intercambio de regalos y celebración de grandes banquetes).

El año nuevo tiene una historia más reciente. La primera vez que se celebró la noche vieja, tal y como la conocemos, fue en el año de 1582 gracias al cambio en el calendario Gregoriano. Como si se tratase de una consciencia universal, la mayoría de los pueblos, sin importar la distancia entre ellos, han incluido en sus festejos: fuegos artificiales, cábalas (como salir con las maletas a la calle), mucha comida y bebida. Los pueblos prehispánicos de inspiración tolteca-chichimeca -en su forma, y en su propio calendario- solían romper buena parte de sus vajillas de barro, para darle la bienvenida a lo nuevo.

La navidad y el año nuevo, sin duda, representan los episodios de nostalgia más intensos del año. Habrá detractores de alguna de estas fechas, como aquellos que insisten en que Jesús nació en un momento en que los pastores tenían rebaños al aire libre, algo imposible en invierno y en una región como Palestina, destruyendo así el paradigma creado por Constantino y el Papa Julio I. De cualquier manera, hemos reunido nuestra fe en que quizá, ahora sí -y luego de la pachanga-, podamos ser más saludables, honestos, sabios, amables y trabajadores.

Querido lector, querida lectora, ha sido mi última columna del 2023. ¡Te deseo lo mejor! ¡Felices fiestas! ¡Hasta el 2024!

Mención especial para mi familia en Puebla y mi familia chihuahuense: esas amistades que ahora son tíos y tías de mi hijita. Gracias.


Voy y vengo.


Director de Derecho, Economía y Relaciones Internacionales

Tecnológico de Monterrey campus Chihuahua

lgortizc@gmail.com

youtube: lgortizc