/ jueves 30 de agosto de 2018

TLC, traje a la medida para Videgaray

Los acuerdos logrados después de más de 18 largos meses de negociación, donde un equipo de trabajo formado por tres países, con una visión trilateral, que con más de veinte años de experiencias exitosas para las partes, se termina y queda reducido a solamente dos interesados, quizá sí con un buen acuerdo, todavía no estamos seguros, pero se termina, con una alianza económica de los tres estados del norte del Continente Americano.

Este acuerdo, que por la premura de este artículo, lo escribo el mismo día en que se notifica, todavía no estamos seguros que los trabajos del secretario Ildefonso Guajardo no hayan sido minados por los intereses del secretario Videgaray.

Sabemos que se logró acabar con las reglas de estacionalidad, el cual termina con las tarifas arancelarias por cierta temporada del año; la postura contra las reglas de origen que insistía el presidente Trump y su equipo de trabajo nos aseguran que en el acuerdo está en la protección a las cadenas de integración y que se mantendrá la competitividad de la industria automotriz nacional; que se logró un cambio en la pretendida intención de un 50% de contenido nacional, por un nuevo concepto que se conoce como “Zona de alto salario”, que lo reduce al 40% de las exportaciones, con el esperado aumento a los salarios en nuestro país, con esto México cumplirá con dicha norma referente a los salarios, logrando que el 70% de las exportaciones automotrices nacionales alcance el arancel del tratado de libre comercio con tasa cero y sin ninguna limitación, para el resto de las exportaciones de ese sector, nuestras exportaciones se sujetarían a las consideraciones establecidas por la Organización Mundial del Comercio, donde se dé la consideración de nación menos favorecida (MFN, por sus siglas en inglés), con una tasa máxima permitida de 2.5% de arancel.

Dejar de lado a uno de los tres firmantes del tratado original, y más con la fortaleza que cada uno de estos países aporta al grupo, es un revés a la buena vecindad y entendimiento que nos había caracterizado como región, dándonos la fortaleza mundial que se requiere en estos momentos de decisión.

Estoy seguro de que los esfuerzos de la Secretaría de Economía, encabezados por el secretario Ildefonso Guajardo, el subsecretario de Comercio Exterior Juan Carlos Baker y todo su equipo de trabajo, representaron siempre los mejores intereses de los mexicanos, ojalá que la intervención de la Secretaría de Relaciones Exteriores no haya sido para poner a México de tapete, ante la caída estrepitosa del presidente Trump de cara a las elecciones de aquel país y en donde su ex coordinador de campaña y su asesor son declarados culpables de delitos contra la nación, su imagen y bonos están por los suelos, Trump y su equipo necesitan un muy buen pretexto para recuperar su imagen, y esta parece ser una buena excusa para tratar de revertir su decadente tendencia, pero a costa de México y de los mexicanos, más que un tratado de libre comercio, lo que se firmó ayer fue un tratado político… al tiempo.


Los acuerdos logrados después de más de 18 largos meses de negociación, donde un equipo de trabajo formado por tres países, con una visión trilateral, que con más de veinte años de experiencias exitosas para las partes, se termina y queda reducido a solamente dos interesados, quizá sí con un buen acuerdo, todavía no estamos seguros, pero se termina, con una alianza económica de los tres estados del norte del Continente Americano.

Este acuerdo, que por la premura de este artículo, lo escribo el mismo día en que se notifica, todavía no estamos seguros que los trabajos del secretario Ildefonso Guajardo no hayan sido minados por los intereses del secretario Videgaray.

Sabemos que se logró acabar con las reglas de estacionalidad, el cual termina con las tarifas arancelarias por cierta temporada del año; la postura contra las reglas de origen que insistía el presidente Trump y su equipo de trabajo nos aseguran que en el acuerdo está en la protección a las cadenas de integración y que se mantendrá la competitividad de la industria automotriz nacional; que se logró un cambio en la pretendida intención de un 50% de contenido nacional, por un nuevo concepto que se conoce como “Zona de alto salario”, que lo reduce al 40% de las exportaciones, con el esperado aumento a los salarios en nuestro país, con esto México cumplirá con dicha norma referente a los salarios, logrando que el 70% de las exportaciones automotrices nacionales alcance el arancel del tratado de libre comercio con tasa cero y sin ninguna limitación, para el resto de las exportaciones de ese sector, nuestras exportaciones se sujetarían a las consideraciones establecidas por la Organización Mundial del Comercio, donde se dé la consideración de nación menos favorecida (MFN, por sus siglas en inglés), con una tasa máxima permitida de 2.5% de arancel.

Dejar de lado a uno de los tres firmantes del tratado original, y más con la fortaleza que cada uno de estos países aporta al grupo, es un revés a la buena vecindad y entendimiento que nos había caracterizado como región, dándonos la fortaleza mundial que se requiere en estos momentos de decisión.

Estoy seguro de que los esfuerzos de la Secretaría de Economía, encabezados por el secretario Ildefonso Guajardo, el subsecretario de Comercio Exterior Juan Carlos Baker y todo su equipo de trabajo, representaron siempre los mejores intereses de los mexicanos, ojalá que la intervención de la Secretaría de Relaciones Exteriores no haya sido para poner a México de tapete, ante la caída estrepitosa del presidente Trump de cara a las elecciones de aquel país y en donde su ex coordinador de campaña y su asesor son declarados culpables de delitos contra la nación, su imagen y bonos están por los suelos, Trump y su equipo necesitan un muy buen pretexto para recuperar su imagen, y esta parece ser una buena excusa para tratar de revertir su decadente tendencia, pero a costa de México y de los mexicanos, más que un tratado de libre comercio, lo que se firmó ayer fue un tratado político… al tiempo.