/ sábado 9 de julio de 2022

¿Todo bien en casa?

Por: María de los Ángeles Ruiz

En los últimos sexenios se ha hecho costumbre llevar un conteo de las personas que son víctimas de la violencia, entendiendo a éstas como seres humanos que pierden la vida, ya sea porque se encontraban realizando alguna actividad denominada como

ilícita, o porque fueron secuestradas y privadas de la vida, un fuego cruzado, un daño colateral, o como queramos denominarlo.

En meses anteriores se anunció por parte de organismos internacionales que en México ya se pueden contabilizar más de 100,000 personas desaparecidas, en este sexenio que todavía no termina, hasta el día de hoy se contabilizan 121,655, con Calderón en sus seis años se contabilizaron 121,613, y con Peña Nieto 156,437, si sumamos estas cantidades en una operación muy básica podemos contabilizar la alarmante cifra de 499,705 personas entre fallecidas y desaparecidas, que para el caso también vienen quedando en el cajón de los muertos.

En un ejercicio sencillo de lógica, podemos deducir que si la cifra está aumentando entonces más personas se están dedicando a actividades que pueden derivar en estas consecuencias fatales y que también esa parte de personas que ingresa a delinquir se atreve cada vez más a brincar los “límites” de lo permitido y lo no permitido.

Irónicamente, hasta en el crimen existen códigos, pero en ocasiones éstos no son recordados y cada vez son más los ejemplos de pérdidas de vidas de niños y personas que podemos considerar como inocentes que son testigos y después protagonistas de estas historias de terror.

También en las detenciones que se llevan a cabo por parte de las autoridades, la juventud desafortunadamente se está haciendo más presente, cada día más menores de edad, desde los 13 años, están ingresando a dedicarse a lo que un niño jamás en su vida debería siquiera conocer como información, menos ejecutarlo como verdugo.

Es pues que tal vez la casa no anda bien, o los que ven esto como algo anormal están/estamos pasados de moda, ciertamente la historia nos ha enseñado que existen ciclos en la humanidad, y que la violencia siempre está presente, es muy humano matar a semejantes, ya sea por guerras, enfermedades mentales, desacuerdos entre pares, celos, o accidentes, pero lo que la filosofía ha propuesto como valores universales no contempla la pérdida de la vida, al contrario, se habla buscar la mejor forma de vivirla y conservarla hasta que por propio reloj biológico se extinga.

Por lo anterior, creo que tenemos en la mesa una nueva oportunidad de activación social, voltear a ver qué están viviendo, haciendo, sintiendo, respirando, necesitando, deseando nuestros niños, niñas y adolescentes, y trabajar para que su perspectiva pueda ir más allá de trabajar un rato en una banda delictiva, al cabo no importa morir joven, lo que importa es que lo poco que se viva sea altamente intenso.

Dirijamos la mirada hacia ese punto, y probablemente en unos cinco o diez años los índices de los sexenios empiecen a dejar de ser contados, porque ya no estarán ocurriendo todas estas atrocidades que vemos cada día.

Hasta la próxima. AECH. MarAlmeyda


Por: María de los Ángeles Ruiz

En los últimos sexenios se ha hecho costumbre llevar un conteo de las personas que son víctimas de la violencia, entendiendo a éstas como seres humanos que pierden la vida, ya sea porque se encontraban realizando alguna actividad denominada como

ilícita, o porque fueron secuestradas y privadas de la vida, un fuego cruzado, un daño colateral, o como queramos denominarlo.

En meses anteriores se anunció por parte de organismos internacionales que en México ya se pueden contabilizar más de 100,000 personas desaparecidas, en este sexenio que todavía no termina, hasta el día de hoy se contabilizan 121,655, con Calderón en sus seis años se contabilizaron 121,613, y con Peña Nieto 156,437, si sumamos estas cantidades en una operación muy básica podemos contabilizar la alarmante cifra de 499,705 personas entre fallecidas y desaparecidas, que para el caso también vienen quedando en el cajón de los muertos.

En un ejercicio sencillo de lógica, podemos deducir que si la cifra está aumentando entonces más personas se están dedicando a actividades que pueden derivar en estas consecuencias fatales y que también esa parte de personas que ingresa a delinquir se atreve cada vez más a brincar los “límites” de lo permitido y lo no permitido.

Irónicamente, hasta en el crimen existen códigos, pero en ocasiones éstos no son recordados y cada vez son más los ejemplos de pérdidas de vidas de niños y personas que podemos considerar como inocentes que son testigos y después protagonistas de estas historias de terror.

También en las detenciones que se llevan a cabo por parte de las autoridades, la juventud desafortunadamente se está haciendo más presente, cada día más menores de edad, desde los 13 años, están ingresando a dedicarse a lo que un niño jamás en su vida debería siquiera conocer como información, menos ejecutarlo como verdugo.

Es pues que tal vez la casa no anda bien, o los que ven esto como algo anormal están/estamos pasados de moda, ciertamente la historia nos ha enseñado que existen ciclos en la humanidad, y que la violencia siempre está presente, es muy humano matar a semejantes, ya sea por guerras, enfermedades mentales, desacuerdos entre pares, celos, o accidentes, pero lo que la filosofía ha propuesto como valores universales no contempla la pérdida de la vida, al contrario, se habla buscar la mejor forma de vivirla y conservarla hasta que por propio reloj biológico se extinga.

Por lo anterior, creo que tenemos en la mesa una nueva oportunidad de activación social, voltear a ver qué están viviendo, haciendo, sintiendo, respirando, necesitando, deseando nuestros niños, niñas y adolescentes, y trabajar para que su perspectiva pueda ir más allá de trabajar un rato en una banda delictiva, al cabo no importa morir joven, lo que importa es que lo poco que se viva sea altamente intenso.

Dirijamos la mirada hacia ese punto, y probablemente en unos cinco o diez años los índices de los sexenios empiecen a dejar de ser contados, porque ya no estarán ocurriendo todas estas atrocidades que vemos cada día.

Hasta la próxima. AECH. MarAlmeyda