/ sábado 17 de febrero de 2024

Vamos al festival del Vino en Mazatlán

Querido enófilo, enófila, si usted ha estado en el puerto de Mazatlán, últimamente, se habrá dado cuenta de que esta ciudad mexicana se cuece aparte. Está teniendo un desarrollo inmobiliario extraordinario. Se ve limpia, el centro está restaurado y la gastronomía la califico de 10. Estuve el año pasado ahí, en un condominio más grande que cualquier casa: cuatro baños, cinco recamaras, muchas teles, vista al mar y hasta biblioteca, ahí leí un curioso y sin sentido libro de Paul Auster donde cuenta cómo Tesla muere en la miseria. Auster escribe bien, pero se queda uno con la sensación de que desperdició los atardeceres por leer a un tonto suicida.

Mazatlán nos lleva algunos años de avance en el festival del vino y ahora viene el 6º. Lo mejor de todo es que fui invitada como sommelier a dar una cata personalizada y no me pude resistir a compartir una experiencia sensorial a los mazatlecos entre el calorcito y el mar.

Justo Molachino, el atinado organizador, trae como invitado al estado de California, Estados Unidos. Recuerde usted que USA es el cuarto productor de vino del mundo porque, además de tercos y perfeccionistas, tienen toda la tecnología y el dinero para producir excelencia. California produce el 90 % de los vinos gringos. Su cepa peculiar, casi monopolio, que los representa, es la Zinfandel que se producen en Napa y Sonoma. Crean unos vinos robustos, complejos, con aromas y sabores a frambuesa, mora, anís y pimienta. Extrovertidos como son tienen hasta un Chateu, un castillo bodega, Castello di Amorosa, construido a partir de 1994, pero con materiales hechos a mano y con los mismos métodos de hace 700 años. “No se puede fingir algo así. O lo haces bien o la gente sabrá que no es auténtico", dice el propietario.

Otra cosa que se me hace interesante en estos festivales de vino mexicano es cómo se marida, por ejemplo, aquí en Chihuahua en esa enorme fiesta que se llama Carne y vino, me encantó ver a las chicas de tacones que llegaban a pedir su copa de Rosé para acompañar una quesadilla de tortilla azul que vendían en el stand de las mujeres rarámuris. Padrísimo.

Son muy divertidos estos festivales, organícese para que asista. Ahí estaré para mostrarle cómo se mide la tanicidad, la frescura y las caudalías a nuestros vinos.

Salud.

Miembro AECHIC

Querido enófilo, enófila, si usted ha estado en el puerto de Mazatlán, últimamente, se habrá dado cuenta de que esta ciudad mexicana se cuece aparte. Está teniendo un desarrollo inmobiliario extraordinario. Se ve limpia, el centro está restaurado y la gastronomía la califico de 10. Estuve el año pasado ahí, en un condominio más grande que cualquier casa: cuatro baños, cinco recamaras, muchas teles, vista al mar y hasta biblioteca, ahí leí un curioso y sin sentido libro de Paul Auster donde cuenta cómo Tesla muere en la miseria. Auster escribe bien, pero se queda uno con la sensación de que desperdició los atardeceres por leer a un tonto suicida.

Mazatlán nos lleva algunos años de avance en el festival del vino y ahora viene el 6º. Lo mejor de todo es que fui invitada como sommelier a dar una cata personalizada y no me pude resistir a compartir una experiencia sensorial a los mazatlecos entre el calorcito y el mar.

Justo Molachino, el atinado organizador, trae como invitado al estado de California, Estados Unidos. Recuerde usted que USA es el cuarto productor de vino del mundo porque, además de tercos y perfeccionistas, tienen toda la tecnología y el dinero para producir excelencia. California produce el 90 % de los vinos gringos. Su cepa peculiar, casi monopolio, que los representa, es la Zinfandel que se producen en Napa y Sonoma. Crean unos vinos robustos, complejos, con aromas y sabores a frambuesa, mora, anís y pimienta. Extrovertidos como son tienen hasta un Chateu, un castillo bodega, Castello di Amorosa, construido a partir de 1994, pero con materiales hechos a mano y con los mismos métodos de hace 700 años. “No se puede fingir algo así. O lo haces bien o la gente sabrá que no es auténtico", dice el propietario.

Otra cosa que se me hace interesante en estos festivales de vino mexicano es cómo se marida, por ejemplo, aquí en Chihuahua en esa enorme fiesta que se llama Carne y vino, me encantó ver a las chicas de tacones que llegaban a pedir su copa de Rosé para acompañar una quesadilla de tortilla azul que vendían en el stand de las mujeres rarámuris. Padrísimo.

Son muy divertidos estos festivales, organícese para que asista. Ahí estaré para mostrarle cómo se mide la tanicidad, la frescura y las caudalías a nuestros vinos.

Salud.

Miembro AECHIC