/ viernes 24 de junio de 2022

Vida y propiedad

En participaciones anteriores he hablado sobre el derecho a la autodefensa, así como las diferencias entre ésta y la justicia por mano propia, haciendo notar que las autoridades estatales y federales están confundidas y piensan que son sinónimos. Y gracias a esta confusión encontramos que los valores humanos están alarmantemente en total decadencia. No sólo son los cárteles, sino que ahora el ciudadano es asaltado, robado y asesinado peor que en los tiempos de la Revolución por delincuentes de todos los niveles: organizados y desorganizados, sobre todo ahora que los balazos son proporcionales al número de abrazos.

Las autoridades y las leyes ya no sirven para gran cosa, considerando la impunidad con la que obran los delincuentes con el total apoyo del gobierno, quienes nos imponen sus propias reglas y sus propias leyes. Se ajustan cuentas entre sí, se matan sin importar hora ni lugar. Las armas, principalmente las de alto calibre, proliferan en tales cantidades que las fuerzas federales constantemente descubren arsenales con armas de guerra.

Y el problema es, que los únicos que poseen armamento son, o las fuerzas armadas y los policías que de poco han servido, así como los maleantes, secuestradores y asaltantes, a los que tenemos que entregarles el producto de nuestro esfuerzo y trabajo, ante la indefensión que vivimos. Hasta legalizan en ocasiones el robo, acudiendo ante notarios para hacer transacciones “legales”.

Nos encontramos a merced de dos entes: uno que nos obliga a pagar impuestos legalmente, y el otro que también los cobra. En caso de no pagar, uno embarga y el otro mata, incendia o rafaguea. Si intentamos como ciudadanos contrarrestar esto, no únicamente se nos amenaza con cárcel si nos defendemos, sino también nos quitan las armas con la ridícula excusa de que es mejor cambiarlas por despensas.

Y si el ciudadano se atreve a hacer lo necesario para defender su vida y su propiedad, es muchísimo más castigado que el delincuente que provocó la situación; que obligó al ciudadano a actuar, ¡increíble!

¿Cómo puede el gobierno que mantenemos y que no puede defendernos como es su obligación y compromiso (defender la vida y la propiedad), obligarnos a vivir sin derecho a la defensa, y a vivir desarmados a merced de tanta calamidad? La verdad, y nadie puede negarla, las autoridades le temen más al ciudadano armado que al delincuente. Quizá temen que el pueblo pueda sublevarse y sea más difícil de vencer.

Lo que nos ha llevado a esto es la gran permisividad que ha llevado al delincuente a gozar de una impunidad absoluta y que lo ha hecho crecer en una forma geométrica.

El ejemplo de un pueblo altamente armado es Suiza, donde el índice de criminalidad es muy bajo, por tanto no influye ese armamento excesivo que tienen las familias, y que para nada influye en la paz ciudadana.

“Vida y propiedad”, obligación de cuidar y respetar por el gobierno, estatal y federal.


En participaciones anteriores he hablado sobre el derecho a la autodefensa, así como las diferencias entre ésta y la justicia por mano propia, haciendo notar que las autoridades estatales y federales están confundidas y piensan que son sinónimos. Y gracias a esta confusión encontramos que los valores humanos están alarmantemente en total decadencia. No sólo son los cárteles, sino que ahora el ciudadano es asaltado, robado y asesinado peor que en los tiempos de la Revolución por delincuentes de todos los niveles: organizados y desorganizados, sobre todo ahora que los balazos son proporcionales al número de abrazos.

Las autoridades y las leyes ya no sirven para gran cosa, considerando la impunidad con la que obran los delincuentes con el total apoyo del gobierno, quienes nos imponen sus propias reglas y sus propias leyes. Se ajustan cuentas entre sí, se matan sin importar hora ni lugar. Las armas, principalmente las de alto calibre, proliferan en tales cantidades que las fuerzas federales constantemente descubren arsenales con armas de guerra.

Y el problema es, que los únicos que poseen armamento son, o las fuerzas armadas y los policías que de poco han servido, así como los maleantes, secuestradores y asaltantes, a los que tenemos que entregarles el producto de nuestro esfuerzo y trabajo, ante la indefensión que vivimos. Hasta legalizan en ocasiones el robo, acudiendo ante notarios para hacer transacciones “legales”.

Nos encontramos a merced de dos entes: uno que nos obliga a pagar impuestos legalmente, y el otro que también los cobra. En caso de no pagar, uno embarga y el otro mata, incendia o rafaguea. Si intentamos como ciudadanos contrarrestar esto, no únicamente se nos amenaza con cárcel si nos defendemos, sino también nos quitan las armas con la ridícula excusa de que es mejor cambiarlas por despensas.

Y si el ciudadano se atreve a hacer lo necesario para defender su vida y su propiedad, es muchísimo más castigado que el delincuente que provocó la situación; que obligó al ciudadano a actuar, ¡increíble!

¿Cómo puede el gobierno que mantenemos y que no puede defendernos como es su obligación y compromiso (defender la vida y la propiedad), obligarnos a vivir sin derecho a la defensa, y a vivir desarmados a merced de tanta calamidad? La verdad, y nadie puede negarla, las autoridades le temen más al ciudadano armado que al delincuente. Quizá temen que el pueblo pueda sublevarse y sea más difícil de vencer.

Lo que nos ha llevado a esto es la gran permisividad que ha llevado al delincuente a gozar de una impunidad absoluta y que lo ha hecho crecer en una forma geométrica.

El ejemplo de un pueblo altamente armado es Suiza, donde el índice de criminalidad es muy bajo, por tanto no influye ese armamento excesivo que tienen las familias, y que para nada influye en la paz ciudadana.

“Vida y propiedad”, obligación de cuidar y respetar por el gobierno, estatal y federal.